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Trump en Medio Oriente: ¿nubarrones para la actual luna de miel con Israel?

Trump en Medio Oriente: ¿nubarrones para la actual luna de miel con Israel?

El mandatario esperará el resultado del ingreso masivo de tropas israelíes a Gaza para intentar acabar con Hamas El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, asiste a un foro empresarial en Qasr Al Watan durante la última parada de su visita al Golfo, en Abu Dabi, Emiratos Árabes Unidos, el 16 de mayo de 2025. REUTERS/Amr Alfiky

Estuvo en tres países del Golfo Pérsico o más bien Golfo de Arabia o Arábigo, durmiendo una noche en cada uno, siendo escoltado por los respectivos aviones al ingresar a cada espacio aéreo. En bases estadounidenses, a las tropas les dijo que su prioridad era terminar conflictos, en vez de iniciarlos. Fue un éxito para Trump, obscurecido por aceptar el préstamo temporal o donación definitiva de un avión presidencial catarí, con todas las dudas de seguridad que lo acompañan, haciéndose una zancadilla a sí mismo.

¿Necesitaba ir a Israel? La verdad es que no, ya que hay contacto diario y ha recibido varias veces a Benjamín Netanyahu. De hecho, Israel anunció que postergaba el ingreso masivo de tropas a Gaza, para no perjudicar el viaje de Trump. Fue hasta bueno que no viajara, ya que hubiera confundido el principal objetivo geopolítico del viaje, que era recuperar la centralidad de Arabia Saudita en la politica exterior de EE. UU., tradicionalmente un aliado tan importante como Israel, ya que del reino depende el precio del petróleo, y, sobre todo, la salud del dólar como la moneda más importante del mundo, desde el momento que todas las transacciones de combustible se hacen en esa moneda a nivel mundial, por lo que es también un instrumento de poder para la superpotencia.

En ese sentido se equivocaron quienes dijeron que eran solo negocios, ya que todo viaje presidencial de Washington y de muchos otros países, mezcla política y economía, en este caso, se postulaba a los Acuerdos de Abraham como la politica central del gobierno de Trump y, por lo tanto, de EE. UU. en el día de hoy, lo que comienza por recuperar el punto en que quedaron esos Pactos en su gobierno anterior.

Avanzada como estaba y sigue estando la relación de Arabia Saudita con Israel, era no solo incorporarla al Acuerdo, sino también a los palestinos. Si uno recuerda en qué situación quedó, hubo una oferta a la Autoridad Palestina de incorporación a las negociaciones, ofreciendo como estimulo 50.000 millones de dólares. Sin embargo, la oferta fue rechazada por el presidente Mahmud Abas (Abu Mazen), otro rechazo, uno más de la larga lista de oportunidades desaprovechadas por esa dirigencia.

En esos días del 2020, el príncipe regente de Arabia Saudita, junto con reconocer que había una relación ya estrecha con Israel en el tema de seguridad y del peligro que representaba Irán, señaló algo que ha repetido ahora, que no podía haber acuerdo público y un Tratado de Paz, mientras estuviera pendiente el tema palestino, sobre todo, por la competencia con Teherán, como lideres respectivos de sunitas y chiitas por el liderazgo del mundo musulmán, lo que no ha cambiado, a pesar que la relación con Israel, al igual que todos los países que han firmado acuerdos, sobrevivió de buena manera a la actual guerra, a pesar que Irán activó el llamado “eje de la resistencia”, sus proxis en distintos países, tanto que la guerra actual de Israel ha tenido lugar en 7 frentes.

A pesar de ser rechazados esos Pactos (o Acuerdos) de Abraham por los demócratas, el gobierno de Biden continuó la idea de incorporar a Arabia Saudita, tanto que lideres de Hamas reconocieron en una visita a Turquía el 2024, que, en la decisión de Irán de darle luz verde a la invasión del 7-X, influyó decisivamente la posibilidad que en la Casa Blanca se firmara un compromiso entre Israel y Arabia Saudita, tal como se especuló en medios periodísticos.

Por lo tanto, la tarea no era solo incorporar a Arabia Saudita, sino también la precondición que serían los palestinos. Y a pesar de que Netanyahu dice con razón que el gobierno de Trump es el más proisraelí que ha conocido, este tema puede implicar un nubarrón en la luna de miel. Trump, al igual que otros presidentes como Carter o Clinton, ha hablado de una paz comprehensiva, para la región, y todo indica, que, para ello, podría incorporar al Estado Palestino a su propuesta definitiva. Sin duda, un problema para Netanyahu, quien argumenta que la invasión del 7 de octubre y la falta de condena de la Autoridad Palestina, hace que no sea el momento adecuado, ya que sería el equivalente a premiar a quien originó esta guerra.

En lo personal, también estoy convencido de algo que no es menor en esta ecuación, que legítimamente Trump aspira al Premio Nobel de la Paz, que pudo haberlo obtenido por los Pactos en su gobierno anterior, pero como premio político que es desde el momento que lo entrega una comisión, no la académica de otros nobeles, sino una politica, designada por el parlamento noruego, en la cual seguramente predomina un rechazo total a lo que representa, a diferencia de Obama quien lo recibió apenas asumió, cuando todavía no había tomado decisiones, ni buenas ni malas.

Este es un nubarrón real para la relación de Israel con EE. UU., aunque no hay duda de dos cosas, la primera es que Trump probablemente esperará el resultado del ingreso masivo de tropas israelíes a Gaza para intentar (¿podrá esta vez?) acabar con Hamas, ya que hasta el momento no ha podido cumplir dos de sus objetivos, terminar con Hamas y recuperar a todos los rehenes, además que sería muy difícil que los países árabes o la Autoridad Palestina se interesen en gobernar y reconstruir Gaza, mientras Hamas mantenga el poder que todavía conserva, a pesar que ya perdió la guerra y dejó de ser una amenaza militar. La segunda, es que mucho del futuro dependerá de que Irán no adquiera su bomba atómica, y donde, a falta de un ataque militar israelí, se necesita que EE. UU. tenga éxito en convencerla de renunciar a ella, tal como lo hiciera con Ucrania y Bielorrusia en los 90s, al colapsar la URSS.

Es un buen momento para Trump, considerando que lo de Ucrania no va bien. La idea detrás de los Pactos de Abraham, que el comercio es una herramienta efectiva para la paz en el medio oriente, se vio recompensada en este viaje con el anuncio de 600.000 millones de dólares de inversión saudita, a pesar que esa cantidad ya había sido anunciada apenas asumió Trump; Qatar se inscribió con 243.500 millones de dólares, a lo que hay sumar 1.4 billones de los Emiratos, además de la venta de armas avanzadas a los tres, algunas de las cuales solo posee Israel en esa parte del mundo, con 142 mil millones comprometidos solo por Arabia Saudita, así de grande es el temor a los ayatolas (y sus hutíes).

Para EE. UU. es un logro importante la recuperación de la alianza privilegiada que tuvo por décadas con Arabia Saudita, sobre todo, que esa relación se resquebrajó, primero en el gobierno de Obama con su decisión de alejarse del medio oriente, y después con Biden, quien cometió el error de calificar de asesino a Mohamed bin Salman (MBS), el actual príncipe regente de quien dijo que lo transformaría en un “paria”, debiendo después peregrinar a Riad a pedir excusas, sin obtener su cometido que se le colaborara a la politica petrolera de Washington, preocupado por el alza del precio.

En todo caso, la visita también sirvió para que los sauditas mostraran al mundo su ambicioso proyecto de modernización, el proyecto 2030, no el de la ONU, sino una modernización propia, que con la experiencia del Sha de Persia antes de los ayatolas, saben que deben hacerlo gradualmente para no provocar la resistencia de una sociedad tradicional. Es un proyecto, similar al de los Emiratos o Qatar, que esencialmente implica prepararse para un futuro donde el petróleo perderá su actual importancia. Al respecto, mostraron avances tan espectaculares como ciudades futuristas con mínima contaminación, hoy en construcción, y con nuevas tecnologías de IA.

El viaje también contó con la evidencia que Qatar y Arabia Saudita parecen estar nuevamente de acuerdo sobre el medio oriente, después de años de distanciamiento por la cercanía que adquirió Qatar con Irán al compartir intereses en el tema del gas, y, sobre todo, con su declarado apoyo todavía vigente a movimientos terroristas de los cuales Riad se ha alejado, ya que en el proceso de modernización que encabeza MBS, disminuye fuertemente el protagonismo que el wahabismo tuvo en el pasado. En todo caso, Qatar ha actuado con habilidad al manipular a EE. UU. ya que desde la guerra contra Saddam tiene allí su base militar más grande fuera de Alemania y al incorporar mediación y negociación como estrategia de politica exterior a su Constitución logra protagonismo internacional, lo que se suma a la compra de buena voluntad con sus generosas donaciones a universidades de elite de EE. UU. y a la inversión en importantes medios de comunicación a través del mundo, como El País español. En todo caso, en su influencia actual sobre Hamas, fue el propio Israel el que le abrió las puertas al aceptar que entregue directamente dinero a los grupos palestinos en Gaza, desde hace algunos años. Tampoco denunció ante la opinión pública estadounidense el rol que cumplió Qatar en las protestas pro-Hamas.

El nubarrón que podría llegar a Jerusalén desde EE. UU., al igual que la propuesta de Trump para una zona turística en Gaza, se hace en el vacío que se creó por el hecho que todavía no existe un verdadero plan político de Israel para el día después de la guerra o para una Gaza sin Hamas, ya que en forma similar a todas las otras guerras, Israel no las inicia, pero las gana, solo que el triunfo militar es ensombrecido por la falta de un plan político, aumentado por las grandes dudas éticas que provoca la situación del primer ministro, a la espera de una condena o una absolución que no llega, ya que aún hay guerra.

Por mucho que Israel y EE. UU. compartan objetivos, si sigue adelante esta relación entre el Golfo y Washington puede haber una propuesta conjunta, que, una vez resuelto el tema de la bomba iraní, puede encontrar oídos receptivos ante la falta de una iniciativa israelí para Gaza, generándose un distanciamiento. Incluso, a falta de un plan político, que, a mi juicio, debiera ser una alianza con los países árabes sunitas para que estos se hagan cargo de la administración de Gaza e Israel de la seguridad. Si Israel logra alejar a Hamas de un futuro gobierno, el proyecto que podrían hacer Arabia Saudita y EE. UU. para el Estado palestino, podría encontrar apoyos en el mundo entero en general, y en el medio oriente en particular, entendiendo todos, que nada es posible si Hamas sigue vigente y si Irán logra su bomba atómica. En todo caso, es más realista que Israel limite el objetivo a que Hamas no vuelva a ser una amenaza desde el gobierno, ni contra ellos ni contra su propio pueblo, ya que es prácticamente imposible que desaparezca del todo, como tampoco ha ocurrido con ISIS o Al Qaeda.

El regreso político de EE. UU. en concordancia con los países árabes del Golfo también se hizo ver en el levantamiento de sanciones a Siria, en la reunión de Trump con el ex yihadista y actual mandatario Ahmad al- Sharaa, e incluso su invitación a que busque un acuerdo con Israel y se incorpore a los Pactos de Abraham, por cierto una apuesta, considerando el peligro que el yihadismo quiera reprimir desde el poder a las minorías étnicas y religiosas del país, incluyendo a los drusos aliados de Israel. En el fondo, Washington dio un cheque casi en blanco, pero desde el punto de vista de recuperación de la influencia estadounidense, en total concordancia con la posición actual de la Liga Árabe. Es también una prueba en terreno para la alianza con Arabia Saudita, donde se le pide que sea una alternativa a quien reemplazó a Irán como el poder exterior más importante en Siria que es Turquía, quien además logró un acuerdo histórico con el principal partido político de los kurdos para que abandonaran la lucha armada, con la duda de si serán obedecidos o seguidos por los kurdos de Irak y Siria, que gozan para efectos prácticos de autonomía en esos países.

Sin duda Siria es otro elemento donde podrían surgir diferencias entre Israel y EE. UU. toda vez que Israel podría entrar en Siria en conflicto con un país de la OTAN como es Turquía, toda vez que Israel está hoy actuando militarmente para prevenir que Siria se convierta en un nuevo Líbano contra Israel, además del apoyo que le presta a las autonomías de kurdos y drusos, estos últimos declaradamente bajo su protección al sur de Damasco, a petición de los drusos israelíes, de destacada lealtad y servicio en las fuerzas armadas.

El resumen del viaje es claro, el lugar de mayor éxito internacional de Trump en el mundo es hoy claramente el Golfo y la idea de potenciar Abraham. Por cierto, a pesar de los nubarrones, para que se mantenga el éxito, Israel sigue siendo clave, toda vez que Arabia Saudita y EE. UU. lo necesitan, es decir, en este trio de países árabes, el Estado judío y Washington, todos se necesitan mutuamente. EE. UU. necesita a ambos para su proyecto de una paz integral en el medio oriente, Arabia Saudita necesita el apoyo israelí para que sea aprobado un Tratado de Seguridad con EE. UU. y la venta de armas avanzadas en el Congreso, ojalá con apoyo bipartidista. Por otra parte, sin Arabia Saudita, no habría para Israel un fin al conflicto árabe-israelí.

¿Qué falta? Nada menos que dos objetivos, declarados por Israel el día mismo que fuera invadida, es decir, derrotar completamente a Hamas y el retorno de todos los rehenes, además, sobre todo, que Irán no consiga, ya sea por presión de EE. UU. o por bombardeo israelí, su bomba atómica, es decir, cortarle la cabeza a la serpiente que ha estado detrás de buena parte de las desgracias en la región y como principal patrocinador del terrorismo mundial.

Para que Israel tenga éxito, debe resolver la carencia de un plan político real. A mi juicio, quizás el ultimo que lo tuvo, aunque no alcanzo a enunciarlo como tal fue Ariel Sharon, antes de su ataque invalidante, pero sus actos hablan por él, tal como el retiro que hizo voluntariamente de Gaza, llevándose consigo a todos los judíos, los vivos como también a los muertos allí enterrados, y usando el ejército para retirar a la fuerza a quienes no querían, incluyendo a quienes les ocurrió lo mismo en Sinaí, después del acuerdo con Egipto.

Todo apuntaba a que, usando la línea verde de 1949 de frontera de hecho, iba a poner a Israel detrás del Muro de Seguridad antiterrorista que estaba construyendo y que, aunque no lo tuvieran contemplado, los dirigentes palestinos irían a enfrentarse a la necesidad de crear el Estado árabe que habían rechazado en la partición de la ONU. Seguramente, después iba a haber una negociación territorial, donde los nuevos poblados israelíes, aunque construidos ilegalmente irían a intercambiarse por un equivalente, la continuidad entre la Cisjordania y Gaza, para darle viabilidad al futuro Estado palestino, o quizás las diferencias entre Fatah y Hamas eran tan grades que el nuevo país se dividiría en dos, Gaza y Palestina, como aconteció entre el Pakistán occidental (el actual Pakistán) y el oriental (hoy, Bangladesh) después de una guerra con la India en 1971.

Para Israel, el éxito también pasa por desprenderse de Gaza, y para mí, el camino es que los países árabes sunitas tomen la responsabilidad apoyando a la Autoridad Palestina, hoy impopular entre los palestinos y sumida en la corrupción y con una dirigencia envejecida, ya que, a sus 89 años, con Abu Mazen a cargo, no tiene legitimidad al haber evadido por demasiados años elecciones que perdería con Hamas. Sola, es una barca a la deriva, además atemorizada por la brutalidad fundamentalista, pero que mucho ha contribuido a enterrar las esperanzas que despertó hace años Oslo.

Israel debe seguir buscando el socio palestino para la paz que no ha encontrado y quizás sería la oportunidad para incorporar a los importantes clanes familiares que colaboraron con las protestas contra Hamas.

Sin embargo, como conclusión convendría preguntarse si le conviene al mundo y no solo a Israel, que Arabia Saudita tenga armamento tan avanzado como aviones F-35 o que en su proyecto de energía atómica para uso civil y alimentar de energía no petrolera sus ambiciosos proyectos de Inteligencia Artificial, se enriquezca uranio en su territorio, aunque sea a través de empresas estadounidenses. La pregunta anterior se debe complementar con otra, qué pasaría si la alternativa a la actual monarquía es una toma del poder por el islamismo radical, por ejemplo, si fracasara el actual proceso de modernización en un país donde nació Osama bin Laden. También, tal como está ocurriendo, la alternativa demócrata a Trump podrían ser sus sectores más radicalizados como Ocasio o Sanders, que de ganar también buscarían alianzas distintas a Arabia Saudita e Israel.

Por ahora, el medio oriente sigue cambiando, al igual que las alianzas, lo que no es ninguna novedad, por lo que la única seguridad real para Israel es confiar en sí mismo y mantener su superioridad militar, para lo cual hoy necesita a EE. UU. Sin embargo, para alcanzar la siempre esquiva paz debe tener un plan político del cual carece, o si no, hasta los amigos van a querer llenar el vacío y desde Dante y la Divina Comedia (siglo XIV), sabemos que el camino al infierno también puede estar pavimentado de buenas intenciones.

Fuente

Infobae.com

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