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Trump y Rubio aprietan el nudo sobre Cuba

Trump y Rubio aprietan el nudo sobre Cuba

Los efectos del endurecimiento del bloqueo estadounidense, la pandemia de Covid-19 y el regreso de Trump con un vengativo Marco Rubio como secretario de Estado han agravado la crisis en Cuba, haciendo que la solidaridad internacional con la isla sea más importante que nunca.

Manolo De Los Santos. Director ejecutivo de The People’s Forum e investigador del Instituto Tricontinental de Investigación Social. “Globetrotter”. 6/2025. Cuba se enfrenta una vez más a una crisis grave y multifacética, no debido a los huracanes que azotan el Caribe cada año, sino a la presión implacable y asfixiante que ejerce su poderoso vecino del norte. Es la historia recurrente de un pueblo que lucha por su independencia bajo un asedio y un bloqueo implacables. Mediante acciones deliberadas, el Gobierno de los Estados Unidos ha construido y aplicado meticulosamente barreras aún mayores que amenazan la propia supervivencia del pueblo cubano.

La última manifestación de esta crisis se produjo el 30 de mayo con el anuncio de ETECSA, la empresa estatal de telecomunicaciones de Cuba, sobre una importante subida de las tarifas de datos móviles.

Aunque aparentemente insignificante para los extranjeros, para los cubanos esto desencadenó una gran crítica nacida de la frustración acumulada. Las nuevas tarifas, especialmente las de datos adicionales, son elevadas en comparación con el salario medio. Ahora, 3 GB adicionales cuestan 3360 pesos cubanos, casi diez veces el precio del plan mensual de 6 GB. No se trata de un simple ajuste de precios, sino de un golpe para la gran mayoría de los 8 millones de usuarios de teléfonos móviles de Cuba, muchos de los cuales dependen del acceso a Internet para estudiar, trabajar y comunicarse con sus familiares en el extranjero.

Sin embargo, el anuncio de ETECSA no es un hecho aislado, sino que pone de relieve la enorme presión a la que se ve sometida Cuba para satisfacer las necesidades básicas de su población bajo el bloqueo estadounidense.

Endurecimiento del bloqueo

Para quienes no estén tan familiarizados con la historia reciente de Cuba, la economía de la isla, ya afectada por el devastador golpe de la pandemia al turismo y el bloqueo de seis décadas, se ha visto aún más afectada desde que Trump asumió el cargo. Las 243 sanciones impuestas por Trump entre 2017 y 2021 siguen vigentes, una manta asfixiante que se ha entretejido en el tejido de la vida cotidiana. Incluso bajo el mandato del presidente Biden, que hizo campaña con promesas de cambio, se mantuvo la presión.

En 2017, los Estados Unidos acusó a Cuba de “ataques sónicos” contra funcionarios de su embajada. La acusación resultó ser falsa, pero sirvió a su propósito: fue un pretexto para que Trump congelara las relaciones, colapsara el turismo y cerrara la puerta a los más de 600.000 visitantes estadounidenses que visitaban el país cada año. Luego, en 2020, se produjo el cierre de Western Union, lo que interrumpió las remesas vitales. La suspensión de los servicios de visados en la embajada estadounidense en La Habana en 2017 desencadenó la mayor ola de migración irregular desde 1980, un éxodo desesperado de cubanos que buscaban cualquier salida.

La devastación económica desde entonces ha sido profunda. El PIB de Cuba se contrajo un asombroso 15% en 2019 y un 11% adicional en 2020. Imaginen un país incapaz de adquirir productos de primera necesidad debido a las restricciones bancarias, con sus servicios públicos y sus industrias paralizados.

Cuando el Covid-19 golpeó en 2020, el sólido sistema de salud pública de Cuba, un motivo de orgullo nacional, se vio sometido a una presión inmensa. Su única planta de oxígeno, fundamental para tratar a los pacientes, dejó de funcionar porque no podía importar piezas de repuesto debido al bloqueo. Miles de cubanos luchaban por respirar, pero Washington se negó a hacer excepciones.

La respuesta de Cuba a la crisis cada vez más profunda

La última medida de Trump en el cargo, incluir a Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo en enero de 2021, fue un golpe devastador. Esta designación hace casi imposible que Cuba realice transacciones financieras normales, lo que corta el comercio vital. Luego, en los primeros 14 meses de la administración Biden, la economía cubana perdió aproximadamente 6.350 millones de dólares debido a las continuas sanciones de Trump, lo que impidió inversiones cruciales en su anticuada red eléctrica y la compra de alimentos y medicamentos. El peso cubano se desplomó, devaluando los ya bajos salarios del sector público. Si bien el sistema de racionamiento proporciona una dieta de subsistencia, este nivel de privación no se había sentido desde el “Período Especial” de la década de 1990, tras el colapso de la Unión Soviética.

Ante estas graves limitaciones, el Gobierno cubano ha tenido que adaptarse. En 2020, comenzó a depender más del sector privado como nueva fuente de empleo e importador de productos básicos, una medida pragmática nacida de la necesidad. Desde 2021 se han registrado más de 8.000 pequeñas y medianas empresas, y en 2023 el sector privado estaba en camino de importar 1.000 millones de dólares en bienes. Si bien este auge del sector privado ha impulsado la importación de algunos suministros, también ha planteado nuevos retos para el proyecto socialista cubano al crear disparidades de ingresos, lo que contrasta fuertemente con el énfasis histórico de Cuba en la distribución equitativa de la riqueza.

El presidente Miguel Díaz-Canel ha destacado constantemente el compromiso del Gobierno con la prestación de servicios esenciales, al tiempo que reconoce la necesidad de cambios debido a la situación actual de un bloqueo cada vez más estricto. Define el proyecto socialista de justicia social de Cuba no solo como bienestar, sino como una distribución justa de los ingresos, en la que quienes ganan más contribuyen más y quienes no pueden hacerlo reciben apoyo. Esta es la cuerda floja por la que camina la Revolución: equilibrar las realidades económicas con sus principios fundamentales. Los dirigentes insisten en salvaguardar el proyecto socialista y garantizar los servicios esenciales, al tiempo que se resisten a las presiones para llevar a cabo importantes privatizaciones.

La pandemia, que diezmó el turismo, la principal industria de Cuba, agravó aún más la crisis. A pesar de la disminución del acceso a divisas fuertes, el Gobierno gastó cientos de millones de dólares en suministros médicos y siguió garantizando los salarios, los alimentos, la electricidad y el agua, lo que añadió 2.400 millones de dólares a su deuda para cubrir las necesidades básicas.

Seis décadas de intentos de cambio de régimen por parte de los Estados Unidos

El obstáculo definitivo que consume todos los esfuerzos de Cuba por satisfacer las necesidades básicas de su pueblo es el antagonismo abierto e implacable de los Estados Unidos. El objetivo del Gobierno estadounidense desde el primer día de la Revolución Cubana ha sido el cambio de régimen, logrado mediante la creación de condiciones cada vez peores y el patrocinio de la subversión interna. Si bien el bloqueo siempre ha obstaculizado el desarrollo de Cuba, durante las tres primeras décadas, el apoyo soviético y un entorno favorable en el Tercer Mundo compensaron gran parte de su impacto. La década de 1990, conocida como el “Período Especial”, fue una crisis de proporciones inmensas, ya que Cuba tuvo que enfrentarse por sí sola al poderío del bloqueo estadounidense, pero esa época obligó a adoptar respuestas innovadoras que le permitieron sobrevivir.

Sin embargo, el momento actual es diferente. Los efectos acumulativos de las sanciones de Trump, la pandemia, la recesión económica mundial, la inacción de Biden y el regreso de Trump con un vengativo Marco Rubio como secretario de Estado han creado una tormenta perfecta para que los Estados Unidos intente alcanzar sus objetivos de cambio de régimen, que persigue desde hace mucho tiempo. El infame memorándum de Lester Mallory de 1960, que afirmaba explícitamente que el objetivo del bloqueo era provocar una rebelión interna a través del hambre y la desesperación, ha encontrado una nueva y más sofisticada aplicación. Esta estrategia está obligando al Estado cubano a adoptar medidas que pueden ser contrarias a su proyecto, pero que son fundamentales para su supervivencia en un período de gran hostilidad.

Las empresas estatales, pilar fundamental de la economía socialista cubana, se están desmoronando por la imposibilidad de financiar el mantenimiento que tanto necesitan o de generar suficientes reservas de divisas, debido al bloqueo.

ETECSA, fuertemente sancionada por los Estados Unidos, se ha quedado sin opciones para renovar toda su infraestructura interna, salvo subir sus tarifas por primera vez en años. Desde sus servidores hasta las estaciones base de radio, todo requiere tecnología importada. El Estado, históricamente capaz de subvencionar todo, desde la educación y la salud hasta el transporte y la alimentación, se ve obligado a reducir, adaptar y, en algunos casos, renunciar a su capacidad para satisfacer todas las necesidades a la vez. La recogida de basuras, los servicios de agua y, lo que es más grave, la electricidad, se enfrentan a retos tan graves que su mal funcionamiento genera no solo frustración, sino también una creciente desconfianza en la capacidad del Estado para resolver estos problemas.

Aunque el Gobierno estadounidense, en sesenta años de guerra económica, no ha logrado derrocar al Estado cubano, sus medidas han comenzado a tener ahora sus efectos más graves, hasta el punto de que la Administración Trump y sus secuaces, como Marco Rubio, están estrechando aún más el cerco sobre la capacidad del Estado cubano para satisfacer las necesidades de su pueblo. Las medidas que Cuba adopte en este momento no son signos de debilidad o rendición, sino una consecuencia directa de la crisis que le ha impuesto el bloqueo.

Las respuestas del pueblo a esta crisis han sido variadas. Desde julio de 2021, las protestas, a menudo pequeñas y aisladas, se han convertido en algo habitual en toda la isla, y los cubanos en general se han vuelto más críticos y exigentes con el Estado cubano. En respuesta al aumento de precios de ETECSA, cubanos de diversos sectores de la sociedad han expresado sus críticas. Entre ellos se encuentran estudiantes y secciones de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en todos los campus, que, desde el anuncio, no solo han criticado, sino que también han liderado negociaciones directas con el Estado cubano y ETECSA para encontrar soluciones. No obstante, como era de esperar, las voces anticubanas en los Estados Unidos han tratado de aprovechar este momento de crisis para manipular las críticas de los estudiantes y convertirlas en intentos de derrocar la Revolución Cubana.

En respuesta a ello, Roberto Morales, un alto dirigente del Partido Comunista, condenó las “manipulaciones mediáticas y distorsiones oportunistas” que “los enemigos de la Revolución han intentado imponer”. Si bien las críticas legítimas del pueblo son comprensibles y constituyen un aspecto importante de la vida en Cuba, sostiene que deben considerarse en el contexto más amplio de una nación sitiada. El objetivo de Trump y Rubio, como siempre ha sido el de los elementos anticubanos de Miami, declara Morales, ha sido “sembrar el caos, promover la violencia y romper la paz de nuestra patria”.

El coste humano del bloqueo

Sin embargo, una respuesta aún mayor a esta crisis ha sido la mayor ola migratoria de la historia de Cuba, que ha superado la crisis del Mariel y la crisis de los balseros de 1994 juntas. Casi 425.000 cubanos emigraron a los Estados Unidos en 2022 y 2023, lo que representa más del 4% de la población. Miles más se han ido a España, México, Brasil y otros países. La población de Cuba ha caído por debajo de los 10 millones por primera vez desde principios de la década de 1980, perdiendo el 13% de sus habitantes desde su pico en 2012. Sin embargo, los Estados Unidos, que durante décadas ha creado las condiciones y promovido esta migración masiva de cubanos, ha dado un giro radical. Los solicitantes de asilo cubanos están siendo deportados y Cuba acaba de ser añadida a la lista de países prohibidos por Trump, lo que impide a los cubanos viajar de forma segura y legal a los Estados Unidos.

Esta es la cruda realidad de Cuba: un país asediado, cuyo pueblo soporta grandes penurias y cuyo Gobierno se adapta de formas que son necesarias y difíciles para la supervivencia. Los retos son inmensos y los sacrificios de su pueblo son profundos para mantener los logros de su revolución.

En este contexto debe forjarse de nuevo la solidaridad de los pueblos del mundo y de los Estados Unidos. No podemos limitarnos a ser conscientes, debemos ser activos. Debemos ir más allá de la sensibilización y tomar medidas concretas para apoyar al pueblo cubano. Esto significa exigir el fin del brutal y genocida bloqueo estadounidense, una política cruel e inhumana que castiga a toda una nación por su compromiso con la autodeterminación. Significa apoyar los esfuerzos de ayuda humanitaria, abogar por el compromiso diplomático y movilizarse por un mundo sin sanciones ni bloqueos. El pueblo cubano necesita más que nuestra simpatía; necesita nuestra solidaridad activa e inquebrantable.

 

La entrada Trump y Rubio aprietan el nudo sobre Cuba se publicó primero en El Siglo.

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ElSiglo.cl

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