¿Un crimen político con precisión militar? Las pistas ocultas del asesinato de los colaboradores de Clara Brugada
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¿Un crimen político con precisión militar? Las pistas ocultas del asesinato de los colaboradores de Clara Brugada

Expertos en seguridad y justicia coinciden en que no fue un crimen improvisado, sino un mensaje con posibles implicaciones políticas
La precisión, el momento elegido y la táctica empleada por el agresor que asesinó a Ximena Guzmán y José Muñoz, colaboradores de la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, no solo evidencian un crimen cuidadosamente planeado, sino que también revelan la posible participación de una estructura criminal especializada, con entrenamiento profesional y objetivos más profundos que el ataque en sí.
Un tirador que sabía exactamente lo que hacía
La ejecución ocurrió a plena luz del día, en una de las zonas más transitadas de la capital, frente a una estación del Metro y en una ciudad que presume tener más de 90 mil cámaras de vigilancia y 80 mil policías desplegados. Aun así, el sicario no fue detenido en el momento, y su forma de operar ha sido señalada como evidencia de un nivel de entrenamiento no común en crímenes urbanos.
Para el abogado penalista y profesor de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Gabriel Regino, la manera en que el asesino utilizó el arma es especialmente reveladora.
Disparó con una sola mano, una acción que requiere destreza para controlar el retroceso del arma y mantener la puntería, especialmente cuando se pretende alcanzar puntos vitales. “Eso no es común ni entre sicarios del crimen organizado promedio. Es una técnica que requiere adiestramiento militar o policial especializado”, explicó en entrevista con MVS Noticias.
Esa apreciación es reforzada por el periodista Óscar Balderas, quien, en entrevista con Adela Micha, reveló que los doce disparos fueron totalmente certeros, ocho impactaron el cuerpo de Ximena Guzmán y cuatro el de José Muñoz.
Según Balderas, el tirador agrupó varios tiros en una misma zona del parabrisas, en lo que los expertos en blindaje llaman “el triángulo”, una táctica diseñada para vulnerar vehículos blindados, aunque ese vehículo no lo estaba: “Es alguien que no solo sabe disparar, sabe cómo hacerlo contra objetivos que podrían estar protegidos”, añadió.
Coordinación, espera táctica y un mensaje implícito
Las grabaciones difundidas por el periodista Carlos Jiménez aportan otro nivel de análisis. El agresor fue captado una semana antes del ataque, vigilando el punto exacto donde solían encontrarse las víctimas cada mañana.
Vestido con chaleco antirreflejante y casco, simulaba ser un trabajador de la zona. El 14 de mayo, día en que Ximena llegó sin José, el asesino no disparó, a pesar de haber tenido la oportunidad.
El 21 de mayo, cuando ambos estaban presentes, esperó a que José saliera del bajo puente para atacarlos juntos, lo cual, para Jiménez, demuestra que el encargo era eliminar a ambos y que el sicario actuó según una orden específica y meticulosa.
Según el periodista Carlos Jiménez, la forma en que el tirador esperó a sus objetivos, disparó con precisión letal y escapó mediante una ruta con varios vehículos previamente dispuestos, sin dejar huellas ni rastros, evidencia que se trató de un grupo con experiencia operativa; todo en la ejecución sugiere que sabían exactamente qué hacer y cómo hacerlo, indicó en entrevista con Azucena Uresti.
Jiménez también reveló que el arma empleada no tenía antecedentes en otros delitos, y que los vehículos utilizados eran robados y remarcados, lo cual sugiere una operación con recursos y planeación logística compleja.
Un arma limpia

Uno de los aspectos más inquietantes del crimen es el uso de una pistola 9 mm que no tiene relación con ningún otro delito en la base de datos del sistema de justicia. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México confirmó que se trata de un arma “limpia”, es decir, sin historial balístico, lo que indica que fue reservada exclusivamente para este atentado.
Además, se trata de un tipo de arma que no se fabrica en México, lo cual sugiere que fue importada de manera ilegal, señaló Jiménez. Este detalle no solo refuerza la hipótesis de una planeación minuciosa, sino también el hecho de que detrás del crimen existe una estructura con capacidad logística y económica para dotar al sicario del equipamiento necesario sin dejar rastro.
Además, según peritajes balísticos revelados por la Fiscalía capitalina revelados por La Silla rota, el arma habría estado equipada con un silenciador, lo que explicaría por qué el ataque no generó un estruendo que alertara de inmediato a las autoridades o a los transeúntes.
¿Quién entrena y quién contrata a un asesino así?
Más allá de la ejecución en sí, los tres expertos coinciden en que la forma de operar del tirador no puede analizarse de forma aislada.

Gabriel Regino plantea que el nivel técnico demostrado por el asesino —particularmente su capacidad para disparar con una sola mano y mantener el control del arma durante el retroceso— no es propio de un sicario común, sino de alguien con entrenamiento formal y especializado en combate cercano. A partir de esta observación, el penalista no descarta que el autor material pueda ser un exintegrante de fuerzas especiales, no solo mexicanas, sino también de otros países con historial de operaciones encubiertas o contratistas privados en América Latina.
Mencionó de forma explícita que el tirador podría ser un exkaibil guatemalteco, un exmilitar colombiano o incluso un mexicano con formación élite, haciendo referencia a grupos conocidos por su alto nivel de adiestramiento en guerra irregular, manejo de armas cortas en espacios urbanos, y participación en misiones de contraterrorismo o represión interna.
Balderas compara el atentado con los que han sufrido otras figuras públicas como Omar García Harfuch y Ciro Gómez Leyva, también atribuidos al crimen organizado con vínculos militares.
En esa misma línea, Carlos Jiménez subraya que el tirador no actuó solo: se coordinó con al menos tres cómplices, emplearon múltiples vehículos —incluyendo una motocicleta y dos camionetas— y abandonaron estratégicamente prendas y cascos para dificultar su identificación.
La cámara que falló y la sospecha de filtraciones

Otro de los puntos polémicos del caso es la falla de la cámara del C5 más cercana al lugar del asesinato. Mientras el gobierno capitalino insiste en que las imágenes fueron recuperadas parcialmente, Jiménez afirma que la cámara clave nunca grabó el momento del crimen.
Balderas, por su parte, explicó que las cámaras del C5 tienen un sistema de “doble transmisión” o “transmisión espejo” y que una de esas señales presentaba una interrupción justo cuando ocurrió el atentado, aunque posteriormente se logró recuperar parte del material.
Además, medios como La Silla Rota confirmaron que la cámara del C2 Sur ubicada justo frente al sitio del crimen no funcionaba en el momento del ataque, lo que retrasó el primer aviso oficial a las autoridades en al menos tres minutos, otorgando al agresor una ventana de escape sin confrontación directa.
Estas versiones han desatado suspicacias sobre una posible filtración institucional o sabotaje interno, especialmente considerando que el ataque ocurrió en una ciudad ampliamente videovigilada.
El crimen como mensaje

El asesinato de Ximena y José no solo conmociona por su brutalidad, sino por el mensaje que parece enviar: no se trató de un ataque aleatorio ni producto de un robo fallido. El hecho de que ambos fueran figuras clave en el entorno más cercano de la jefa de gobierno Clara Brugada, así como la manera profesional y simbólica en que fueron ejecutados, ha llevado a analistas como Regino y Balderas a considerar que este crimen podría tener un trasfondo político.
Un dato revelador que destaca Balderas es que el atentado coincidió con la mañanera de la presidenta Claudia Sheinbaum, justo cuando se reunía con su gabinete de seguridad, lo que implica una posible intención deliberada de alterar o marcar el momento político nacional.
Esta táctica, explica, ya ha sido usada por cárteles en otras ciudades, como el de Juárez en 2010, cuando cometían homicidios entre las 10 y las 12 del día para asegurar su aparición en noticiarios de mediodía.
Para el abogado Gabriel Regino, una de las claves para entender por qué este crimen podría tener una motivación política está en el perfil mismo de las víctimas. Ni Ximena Guzmán ni José Muñoz eran funcionarios expuestos como policías, fiscales, militares o periodistas, cuyas actividades pudieran vincularlos directamente a operativos contra el crimen organizado o redes delictivas.
Su labor no era operativa, sino estratégica y discreta, enfocada en la agenda institucional, la coordinación territorial y el enlace político con actores clave del gobierno capitalino.
El hecho de que fueran personas sin exposición pública pero con alta cercanía a la jefa de Gobierno, sugiere —según Regino— que el atentado no fue contra ellos como individuos, sino contra el entorno político de Clara Brugada. La información utilizada para ejecutar el crimen también refuerza esta lectura: alguien conocía con precisión la rutina diaria de traslado de ambos, lo que indicaría una posible filtración desde dentro del entorno institucional.
Según confirmaron la fiscal Bertha Alcalde y el secretario de Seguridad Ciudadana Pablo Vázquez, ninguna de las dos víctimas contaba con medidas especiales de protección ni se habían reportado amenazas previas.
Por esa razón, la investigación se sigue también bajo el protocolo de feminicidio en el caso de Ximena Guzmán y sin descartar posibles móviles relacionados con crimen organizado, filtración institucional o motivaciones políticas.
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