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Está Unión Española del 2025 definitivamente no sabe ganar, porque le cuesta definir y aún más abrochar resultados.

Mala suerte o impericia, los buenos jugadores hispanos han estado poco certeros frente al pórtico adversario y jugando bien, a ratos muy bien cuando Pablo Aránguiz se mete en el juego, los rojos no sacan buenos resultados.

Y le ocurrió hoy en Quillota, ante Limache, en un partido clave para mantener la categoría. Jugando al mismo estilo que impuso José Luis Sierra y siguió Miguel Ramírez, los dirigidos de Villagra triangularon bien, con rapidez y se crearon varias ocasiones, tuvieron el control del balón y pudieron irse con ventaja al descanso. Pero eso no ocurrió y Limache, jugando a esperar, hizo su negocio.

En el segundo tiempo todo se mantuvo igual, los rojos avanzando y los cerveceros en su campo. El VAR, en dos ocasiones, traicionó a los hispanos, cuando le salvó la vida de una roja directa a un defensor limachino y al no conceder como falta una clara mano dentro del área tras un remate de Aránguiz que iba al arco.

Quizá ahí Unión debió haber pensado que un empate no era tan malo y que solo postergaba la definición para las últimas dos fechas, pero siguió arriba, apretando y, tanto, que el defensor Tamayo hizo una gruesa falta en campo del local y se fue con roja directa.

Con uno más y faltando 20 minutos, Limache comenzó a atreverse y tuvo su primera ocasión de gol a los 70 y que Parra desvió al tiro de esquina con maestría. El arquero quiso congelar el juego y se dejó caer, pasaron algunos minutos donde Unión trató de mentalizarse del nuevo escenario creado tras la expulsión del venezolano.

Poco duró el enfriamiento y vino lo de siempre, una pelota detenida, desconcentración en el área y Pons de cabeza abre la cuenta para su equipo.

De ahí en más, la confusión de todo el 2025, Unión triangulando con parsimonia, exceso de toques para salir del fondo y errores forzados por la desesperación y el correr del reloj. El equipo se desordena y las individualidades se ofuscan. Aparecen los fantasmas y se pierde la seguridad, el balón ya no se toca, se rifa y viene la derrota.

Pero la de esta noche duele, porque el equipo sabe que era la oportunidad para depender de sí mismo para seguir en las ligas mayores.

Con ojos llorosos, van hasta los 350 hinchas autorizados por el aforo en Quillota y se despiden cabizbajos. Saben que aún hay posibilidades, que la calculadora sirve para todo, pero el mundo hispano llora en el Lucio Fariña. Percibe la tragedia, como en el teatro griego, sabe que el final amargo se aproxima.

Para no repetir el descenso de 1997, justo el año en que Unión Española se convirtió en un club centenario, debe ganar sí o sí sus dos encuentros, ante O’Higgins de local y el campeón Coquimbo de visita, y rogar porque Limache o Everton no sumen en las últimas dos fechas.

Difícil escenario para un cuadro que sabiendo jugar bien al futbol se le olvidó como se ganan los partidos. Y por eso lloran, aunque todavía no oscurece del todo y el telón no se cierra.

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