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Verónica Villarroel: “Yo no esperaría ni cinco minutos por un hombre, pero Butterfly sí, porque su fe es de otra dimensión”

Verónica Villarroel: “Yo no esperaría ni cinco minutos por un hombre, pero Butterfly sí, porque su fe es de otra dimensión”

La luz se filtraba suavemente entre las cortinas de la Sala Arrau. Verónica Villarroel entró discretamente y se sentó en una banquita. Cuando supo que Emilio Sagi estaba ensayando Manon, quiso ir a verlo. Ella y el director español se conocen desde los años 90, cuando él la dirigió en Los Ángeles junto a Plácido Domingo en El gato montés. Curiosa y emocionada, la artista estaba hipnotizada escuchando y mirando el ensayo, cuando sintió una voz en su oído. Era la directora del Teatro Municipal, Carmen Gloria Larenas:

-¿Te gustaría dirigir Otelo? -le susurró.

-¿What?

Verónica Villarroel dice que se quedó helada. Pensó que era una broma. Pero minutos más tarde, Carmen Gloria Larenas la invitó a su oficina y se lo planteó directamente: ¿Qué te gustaría hacer?

Formada en el Coro del Teatro Municipal, al que ingresó en 1985, hace 40 años, Verónica Villarroel se entusiasmó con la idea. Consultó con amigos y todos coincidieron: Madama Butterfly. Es una ópera que conoce bien: la protagonizó más de 20 veces, en escenarios internacionales y en Chile, desde el Municipal a la Ópera de Los Ángeles y el Met de Nueva York. Y fue aplaudida por su conmovedora interpretación de Cio-Cio San, la joven geisha.

“Cuando la soprano chilena Verónica Villarroel recibió su primer telón tras interpretar el papel principal de Madama Butterfly de Puccini en el Metropolitan Opera el sábado por la tarde, todos en la sala, incluido este crítico, sintieron el mismo impulso inmediato: ponerse de pie y aplaudir”, comentó Anthony Tommasini, el crítico de The New York Times en 2001. Su presentación, “vocalmente distinguida y de una honestidad infalible”, fue “el punto culminante de la temporada”.

—La he hecho muchas veces, la conozco bien. Hice muchos estilos. Pude hacer otra, pero en los últimos años de mi carrera se dio como un reconocimiento a mi interpretación de Butterfly —dice, sentada en una salita del Teatro Municipal.

Verónica Villaroel con la soprano italiana Erika Grimaldi.

El próximo 3 de julio, Verónica Villarroel debutará como directora de escena con la ópera que tiene música de Giacomo Puccini y que vuelve al teatro de Agustinas después de 10 años. Con dos elencos, protagonizada por Erika Grimaldi y Oksana Sekerina como Cio-Cio San, y José Simerilla y Anthony Ciaramitaro como Pinkerton, el marino americano, contará con la dirección musical de Paolo Bortolameolli al frente de la Orquesta Sinfónica, diseño de Pablo Núñez y la participación del coro del teatro.

Si bien conoce al detalle la ópera, dirigirla supone algo más: no sólo interpretarla, también reimaginarla. Así, su versión presentará una visión tradicional del Japón del siglo XIX, pero con toques contemporáneos.

-Quiero que sea más realista. Inventé otros personajes, como la presencia de niños, madres, constructores. Es tradicional, se mantiene en 1880, en un periodo de Japón donde se estaba cruzando comercialmente con Occidente. Para mí, obviamente que tiene que haber una incomodidad, tiene que haber diferencias, reacciones: hay algunos a quienes les gusta y otros que detestan este choque cultural.

 A pesar de ser chilena, latina, comprendía perfectamente esta música y este personaje, aunque se aleja mucho de mí.

Verónica Villarroel

Con residencia entre Nueva York y Santiago, donde fundó la academia de canto que lleva su nombre, por estos días Verónica Villarroel concentra sus energías en los ensayos de Butterfly. Y aunque su rol es dirigir, dice que a veces el canto se le escapa.

-Se me sale del cuerpo, como de los músculos. Pero lo que estoy viviendo ahora, dirigir, me encanta. Es súper cansador; tenemos dos elencos y yo quiero tratarlos por igual a ambos. Desde hace muchos años mis rodillas están mal por culpa de la ópera, you know, cuando cantaba y me tiraba de rodillas. Y resulta que ahora me estoy arrodillando, levantando y haciendo todas las cosas que solía hacer. A lo mejor más lento, pero las estoy haciendo. Físicamente es bien demandante, pero me fascina.

La soledad del cantante

A mediados de los 80, Nueva York vivía una bullante escena musical y artística. “Estaban el funk, el R&B, el hip hop. Era un momento maravilloso”, recuerda. A esa escena llegó ella, becada para estudiar en la prestigiosa Escuela Juilliard junto a Ellen Faull. En 1989 ganó las audiciones para la Ópera del Met y debutó con Puccini, en La bohème, en 1991. Pero aún esperó ocho años para cantar Madama Butterfly.

Estaba en Manhattan cuando recibió el llamado del director Bob Wilson. Verónica Villarroel recuerda la dificultad de preparar el rol, de subrayar y entender cada palabra del libreto y darle sentido emocional. Y, sobre todo, recuerda el impacto físico de la música en el cuerpo.

-Me costó en el sentido de que mi garganta se me apretaba y me lanzaba a llorar. Porque la música se te mete en los poros. Entonces, a pesar de ser chilena, latina, comprendía perfectamente esta música y este personaje, aunque se aleja mucho de mí.

16 Junio 2025
Entrevista a Verónica Villarroel, exsoprano.

Foto: Andres Perez

Eventualmente, esa diferencia es el atractivo esencial del rol para ella: interpretar una experiencia ajena. “Me encantaría que todos los artistas tuvieran esa capacidad de convertirse en otra persona y no juzgarla”. En este caso, Cio-Cio San, una geisha de 15 años que se enamora de un marino americano, que sueña con la vida en América y espera ilusionada su regreso a Japón.

-Yo no esperaría ni cinco minutos por un hombre -dice con humor-, pero ella sí. Porque su fe es de otra dimensión.

En este proceso de dirección debe armonizar también las visiones y la sensibilidad de los artistas, las diferentes opiniones y no siempre es sencillo.

¿Antes no tenía que lidiar con eso?

Sí, pero como cantante. Me tocó vivir muchas cosas fuertes. Yo siempre he tratado de llevarme bien con todos los colegas, pero no depende solo de las buenas intenciones, porque hay mucha inseguridad. Los cantantes nos sentimos como en la arena de gladiador, you know. Uno siente que va a ir a la batalla y se protege. Los artistas desarrollamos corazas, miedos, inseguridades, testarudez, montones de cosas que a uno, como directora, le gustaría que suelten para poder ahondar más allá en los personajes. Ahora estamos en un proceso de descubrimiento, respetar el punto de vista del artista. Hay que probar, ceder. Uno tiene que desarrollar esas habilidades blandas.

Quise abandonar la carrera muchísimas veces, echaba mucho de menos a mi familia. Decidí no tener parejas amorosas, porque también significaba separaciones.

Verónica Villarroel

¿Como cantante sufría usted también?

Pero obvio. Como artista sufres mucho. También hay dicha, por supuesto. Es como la Traviata, croce e delicia. Gocé mucho y también sufrí mucho. Quise abandonar la carrera muchísimas veces, echaba mucho de menos a mi familia. Decidí no tener parejas amorosas, porque también significaba separaciones.

¿Tuvo que hacer muchas renuncias?

Sí, todo es una renuncia. Y te tienes que levantar muchas veces solo, además el medio es muy competitivo: están los mánagers, cómo llevan a los cantantes, las audiciones, un montón de cosas que uno va sufriendo y vas viendo tu capacidad de sobrevivir o de restarte. Porque también he visto a grandes talentos que no se la pueden con la presión. Uno paga el precio, yo pagué el precio, por supuesto.

¿Se arrepiente de algo en ese sentido?

Cuando era más joven, sí. Ahora, no sé. Lo discutimos con mi profesora, Ellen Faull, que murió a los 90 años. Ella me preguntaba si tú repitieras tu vida, ¿lo volverías a hacer? No sé, maestra. Y ella me decía yo creo que no, por lo que veo que sufres, cómo echas de menos, cómo lloras y cómo te afectan las cosas. Esa dureza que otros desarrollan yo nunca la pude lograr.

16 Junio 2025
Entrevista a Veronica Villarroel, exsoprano.

Foto: Andres Perez

Verónica Villarroel traza un paralelo con los atletas de alto rendimiento, sometidos a gran exigencia física y a presión sicológica y emocional.

-Ahora se está hablando mucho de eso, los deportistas que necesitan ir a terapia. Yo lo vengo diciendo hace años. A mí me pasó, no a todos nos resulta fácil. Yo viví una depresión muy fuerte. Me fui joven, en una época sin internet, sin contacto fluido con mi familia. Las cartas tardaban 10 días en llegar. La soledad era enorme.

¿La escuela Juilliard era muy dura?

Era súper competitivo. Pero la disciplina no significa maltrato. Ser duro en una clase, ser demandante es parte de la vida que te va a tocar. Nadie te va a tratar con manos de seda en el mundo y tienes que prepararte para esa otra parte, por ejemplo, que no le gustaste al director, que un mánager hable cosas de ti, las envidias, la competencia. En Juilliard todo para mí era novedoso y extraño. No tenía la lengua, no tenía los estudios que tenían mis compañeros. Muchos profesores eran muy estrictos, pero yo lo agradezco muchísimo, lo que recibí fue maravilloso.

En equipo

Estrenada en 1904, en los últimos años Madama Butterfly ha sido objeto de lecturas y revisiones críticas desde el feminismo y los estudios poscoloniales. A menudo Cio-Cio San es vista como el modelo de mujer sumisa, pero Verónica Villarroel no comparte la idea de leerla con los criterios de hoy.

-Yo soy muy distinta a ella, pero no se trata de eso, sino de comprenderla. Es súper fácil criticar desde afuera. Pero tú no eres una chica de 15 años que está aprendiendo a ser esposa o entretenedora en el Japón de 1880. No hay que juzgarla con los ojos de hoy. Hay que entenderla.

Alejada de los escenarios internacionales como cantante desde 2014, la soprano dice que no ha sido un proceso fácil.

-En su momento fue doloroso. Por ejemplo, no voy al Metropolitan, porque me da mucha pena, porque dejaron de llamarme. Así es, a cierta edad, con las mujeres: eres muy vieja.

¿Aun cuando conserve sus dotes vocales?

Por supuesto. No tiene nada que ver. Es acerca del look: que seas bonito, ojalá delgado, joven. O sea, vocalmente ya no necesitas ser un monstruo, sino que las otras características son a veces más importantes. Yo canté en todos los teatros, producciones con grandes artistas y tengo que estar agradecida, pero también estoy sorprendida. Cuando ya no te quieren porque te estás haciendo vieja, ya no eres novedad, porque hay muchas sopranos jóvenes, duele. Pero ahí tú tienes que decidir ¿en realidad no sirvo para nada? Y entonces ahí surgió la academia. Y voy a seguir cantando con mi edad, con mis capacidades y con lo que me gusta.

A Verónica Villarroel le agrada el crossover, combinar repertorios y trabajar en equipo, dice.

-Ya nunca más sola. Yo creo que este es el mejor momento emocional para mí, porque antes tenía muchos altos y bajos.

¿Cuando estaba en el peak de su carrera no se sentía bien?

Yo creo que nadie está bien cuando uno está en el peak. Cuando estaba en los grandes escenarios, con todos los aplausos, no me sentía en paz, siempre echando de menos, me faltaba estabilidad emocional.

En el verano cantó junto a Plácido Domingo, ¿cómo lo vio después de las acusaciones de abuso que recibió?

Maravilloso. Él ha sido una figura paternal para muchas personas de mi generación: Angela Gheorghiu, Juan Diego Flórez, muchos. Yo lo conocí el año 90 y nuestras familias nos queremos mucho. Es una persona muy cálida y vocalmente es un fenómeno. Tiene 84 años, canta repertorio de barítono y algunas cosas de tenores. Nadie va a quitarle lo que significa él como músico y como intérprete, y lo que sigue haciendo como conductor, porque dirige mucho. Es increíble.

Fuente

LaTercera.com

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