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El consenso es que la región está experimentando un radical giro a la derecha, eligiendo candidatos y programas que se inspiran en ese ideario. Clave para este viraje han sido sus propuestas en materia de orden y desarrollo, impulso a la inversión, equilibrio presupuestario de las cuentas públicas, ágil crecimiento económico, protección de libertades individuales, fomento al emprendimiento privado, un Estado que ofrezca un marco protector y regulatorio para que la ciudadanía pueda acceder a bienes públicos esenciales. Pero, además, ahora hay un clamor prioritario por contener la migración irregular, retomar niveles mínimos de seguridad colectiva y caminar por nuestros barrios sin temor, cosas simples, pero fuertemente alteradas con la irrupción del narcotráfico y el crimen transnacional.
Las recientes elecciones en Ecuador, Bolivia, Paraguay, Honduras y ahora Chile, sumado a El Salvador y Argentina, demuestran la gran desilusión y desconfianza con los gobiernos e ideas de izquierda que produjeron una inflación descontrolada, promesas sociales incumplidas y proyectos constitucionales con múltiples objetivos que solo respondían a minorías activas y grupos identitarios. Peor aún, el desastre económico, político y social de Venezuela, luego de 25 años de chavismo y “socialismo del siglo XXI”, o los 20 años del MAS en Bolivia y similar período del kirchnerismo en Argentina, demuestran que la aplicación de esas medidas produjo un mayor deterioro económico y aumento de la pobreza, según todos los indicadores conocidos.
En este giro a la derecha, no basta con saber qué hacer y tener la receta correcta. Es vital contar con amplios equipos adecuados que incorporen no solo grados académicos, sino experiencia en gobierno y administración del Estado, respaldo parlamentario, prolija implementación de políticas públicas, fortalezcan el sistema democrático y respeto de los derechos humanos.
Quienes han recibido este mandato ciudadano deben demostrar que, junto a lo anterior, controlan la corrupción, devuelven la paz y tranquilidad a las familias y barrios, ofreciendo un camino perdurable y de sólida base para el desarrollo.
Por Milenko Skoknic, exembajador de Chile ante Naciones Unidas.
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