Así fue el viaje del príncipe inca que cruzó el Pacífico, llegó a Oceanía y pudo ser confundido con un dios
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Así fue el viaje del príncipe inca que cruzó el Pacífico, llegó a Oceanía y pudo ser confundido con un dios

Una reciente investigación profundiza en los detalles de esta travesía, así como lo que sucedió antes y después de ella
Siglo XV. El Tahuantinsuyo había comenzado su arrolladora expansión en Sudamérica de la mano del inca Pachacútec. Mientras tanto, su hijo Túpac Yupanqui, auqui o príncipe heredero del imperio, contribuía a la causa con sus propias campañas militares. Ese deseo de conquistas lo llevó a emprender la mayor travesía conocida del Perú prehispánico: un viaje a las lejanas islas de la Polinesia, en Oceanía.
Tras el establecimiento del Virreinato (1542), los cronistas españoles se interesaron por aquella proeza. Sin embargo, las distintas versiones del relato —y la grandeza del mismo— pusieron en duda su verosimilitud. Recién a mediados del siglo XX, después de una expedición a Oceanía desde el Callao, se confirmó que aquel viaje era perfectamente posible con la tecnología naval de los antiguos americanos.
“Ahora el debate es si (el viaje) fue real o no”, señala José Salas García, lingüista y lexicógrafo que recientemente ha publicado Travesías Ultramarinas de Túpac Yupanqui (2024), en conversación con Infobae Perú.
Le tomó años de investigación, en los que examinó tanto las fuentes primarias (las crónicas de la época y el testimonio de los nietos del mismo Túpac Yupanqui) como las secundarias (historiadores que interpretaron esos documentos). Incluso viajó a las distintas islas donde se ha mencionado la presencia del entonces futuro inca.

Así, Salas logró la reconstrucción más completa de esta historia hasta ahora, la cual resumimos a continuación.
Guías y corrientes marinas
Cuando Túpac Yupanqui se encontraba en su campaña de conquista en la costa norte del Perú y el actual Ecuador, se encontró con un grupo de comerciantes provenientes de dos islas, Auachumbi y Niñachumbi, de las que se decía que tenían grandes poblaciones y riquezas materiales.
El auqui, tras recibir el visto bueno de su consejero nigromántico, les cree a los hombres de altamar y, fiel a su ansia de aventura, se anima a hacer el viaje hacia lo desconocido.
En total, se construyeron 148 balsas de troncos con vela y se reclutó a 2200 personas, entre soldados y, según los relatos, “los pilotos de más experiencia”. Para Salas, estos tenían que ser los mismos mercaderes, ya que conocían la ruta para llegar hasta sus islas natales.
No se trataba solo de navegar hacia el oeste. Para llegar a Oceanía desde Sudamérica, se tenía que seguir la corriente ecuatorial sur, a la altura de Paita.

La partida fue en 1465. De acuerdo con la comprobación de las expediciones del siglo XX, el viaje de ida debió tomar entre tres y cuatro meses.
La armada inca llegó primero a Auachumbi, actualmente llamada Nuku Hiva, una de las islas Marquesas. Luego, arribaron a Ninachumbi, hoy denominada Mangareva, la isla principal del archipiélago de las Gambier.
¿Un dios en la Polinesia?
Cuando los sacerdotes españoles viajaron a la Polinesia para evangelizar a la población, se percataron de que en esas islas se había popularizado el relato de la llegada de un personaje llamado Tupa, que podía ser un dios o un caudillo poderoso.
Uno de esos relatos describía a Tupa como un hombre rojo, venido del este en una flota de balsas.
En su investigación, Salas determinó que la llegada de Túpac Yupanqui pudo haber sido confundida por los polinesios con la manifestación de aquella figura mítica. Algo similar a la confusión de los indígenas peruanos cuando pensaron que los conquistadores españoles eran Huiracocha.
Más allá de la interpretación de la llegada del inca, este acontecimiento pudo haber dejado una huella en la cultura de los isleños que perduró por varias generaciones.

En 1918, se constató que los habitantes de Mangareva usaban balsas de troncos con vela como las de la flota incaica. “Era la única isla de Polinesia donde las estaban usando. En las demás isla usaban catamaranes”, explica Salas.

El regreso triunfal
Así como el historiador José Antonio Del Busto, Salas concluyó que durante el retorno de Túpac Yupanqui a América se hizo una parada en Isla de Pascua.
Prueba de esta presencia incaica es Vinapú, un área ceremonial distinta a todas demás en la isla: posee una estructura arquitectónica compuesta por gigantescas losas de basalto que encajan entre sí a la perfección, tal como las construcciones más emblemáticas del Tahuantinsuyo.

A partir de Pascua, las simulaciones por computadora muestran que el viaje hacia el este siempre conduce hacia Sudamérica debido a las corrientes marinas.

Entre nueve meses y un año después de su partida, el heredero del imperio incaico arribó en la Tomebamba (Ecuador) para visitar a su esposa y preparar su regreso triunfal al Cusco.
Al llegar a la capital del imperio, Túpac Yupanqui mostró diversos testimonios de su travesía: osamentas y pieles de ballenas y lobos marinos, esclavos de distintas etnias, y metales y piedras preciosas. Sin embargo, no se pudo confirmar la procedencia de cada ‘trofeo’.
Todo ello reforzó la imagen del sucesor de Pachacútec como un conquistador incansable, poseedor de riquezas y poder. Finalmente, su gobierno siguió dicha línea: consolidó los límites definitivos del Tahuantinsuyo y lo convirtió en el imperio más grande que jamás ha existido en América precolombina.
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