Ataque a líderes sociales deja 1.477 muertos en ocho años, según la Defensoría del Pueblo
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Ataque a líderes sociales deja 1.477 muertos en ocho años, según la Defensoría del Pueblo
Las consecuencias sociales de la violencia contra líderes sociales en Colombia son profundas, afectando tanto a las comunidades locales como al tejido social del país
La difícil situación que enfrentan los líderes sociales, defensores de derechos humanos y firmantes de paz en Colombia motivó la creación de la Mesa Nacional de Garantías, un esfuerzo conjunto entre el Estado y la sociedad civil que busca implementar acciones concretas para su protección.
El jueves 16 de enero, en Bogotá, tuvo lugar la instalación de este espacio de diálogo que reunió a varias organizaciones y representantes de la comunidad internacional.
Las alarmantes cifras presentadas durante el evento reflejan un panorama complejo. En un informe elaborado por la Defensoría del Pueblo, dirigida por Iris Marín Ortiz, se reportó que en los últimos ocho años (2016-2024) fueron asesinados al menos 1.477 líderes sociales y defensores de derechos humanos. De estos, 2022 se destacó como el año más crítico con 215 homicidios, incluyendo 198 hombres y 17 mujeres. El 2023 siguió con 193 asesinatos, mientras que el 2020 registró 182 casos.
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Los crímenes se concentran en gran medida en sectores específicos. Según los datos, el 78% de estos homicidios afecta a líderes comunales, indígenas, comunitarios, campesinos y afrodescendientes. Estas cifras resaltan la vulnerabilidad de estos grupos en Colombia.
Una preocupación adicional que se destacó durante la reunión fue el riesgo que enfrentan los líderes ambientales. La Defensoría del Pueblo, citando a Global Witness, reveló que Colombia es el país con más asesinatos de líderes ambientales en el mundo.
“Desde la Defensoría del Pueblo estamos trabajando para visibilizar mejor las afectaciones en los liderazgos ambientales. De 79 casos reportados por Global Witness en 2023, la Defensoría registró en sus sistemas de información al 90% de ellos bajo otra categoría y el 10% restante corresponde a casos de familiares y otros”, aclaró la entidad.
El análisis geográfico de los crímenes reveló que los departamentos de Cauca, Antioquia, Nariño y Valle del Cauca concentran el 48% de los homicidios desde 2016. Arauca también fue señalado como una región crítica, con 19 homicidios registrados en 2024, especialmente en los municipios de Tame y Arauquita.
La Mesa de Garantías cuenta con la participación de varias instituciones clave del Estado. A la instalación asistieron, entre otros, Iris Marín Ortiz; el ministro del Interior, Juan Fernando Cristo; el alto comisionado de Paz, Otty Patiño; y el director de la Unidad Nacional de Protección (UNP), Augusto Rodríguez. La presencia de estos representantes señala la importancia de la coordinación institucional para enfrentar la crisis.
Aunque no pudieron asistir, la ministra de Justicia, Ángela María Buitrago, y la fiscal general de la Nación, Luz Adriana Camargo, también forman parte de esta iniciativa. El ministro Cristo destacó en su cuenta de X: “Instalamos en Bogotá la Mesa Nacional de Garantías. Tenemos que lograr pronto acciones concretas que permitan garantizar la vida y la seguridad de personas defensoras de derechos humanos y firmantes de paz”.
Consecuencias sociales
Las consecuencias sociales de la violencia contra líderes sociales en Colombia son profundas y multifacéticas, afectando tanto a las comunidades locales como al tejido social del país. La sistemática eliminación de estos líderes genera un vacío en el liderazgo comunitario, debilitando las estructuras organizativas que promueven el desarrollo local, la defensa de los derechos humanos y la implementación de acuerdos de paz.
La ausencia de estos líderes impide el avance de proyectos comunitarios y ambientales, cruciales en zonas rurales y marginadas. Las comunidades quedan desprotegidas frente a actores ilegales que buscan controlar territorios estratégicos para el narcotráfico y la minería ilegal. Además, la violencia perpetúa un ciclo de miedo y autocensura, disuadiendo a otros miembros de la comunidad de asumir roles de liderazgo por temor a represalias.
Socialmente, la desconfianza hacia las instituciones estatales se agudiza, ya que muchas comunidades perciben una falta de voluntad o capacidad por parte del Gobierno para garantizar su seguridad. Esta desconfianza fomenta la desestabilización social y política, limitando la participación ciudadana y erosionando la cohesión social.
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