Barbara Res, exasesora de Trump: “Él quiere ser recordado como el líder más grande, exitoso, inteligente y brillante que el mundo haya conocido”

Barbara Res, exasesora de Trump: “Él quiere ser recordado como el líder más grande, exitoso, inteligente y brillante que el mundo haya conocido”

Durante 18 años consecutivos, la abogada e ingeniera estadounidense Barbara Res lideró la construcción de la Torre Trump, gestionando pagos, contratos, permisos y litigios, haciendo negocios y hablando con la prensa a nombre del actual candidato republicano a la presidencia, Donald Trump. Desde 1980 hasta 1998 trabajó directamente para el magnate, quien era el dueño de la organización, llegando a ser su asesora de confianza y una de las pocas personas a las que él escuchaba.

Barbara Res y Donald Trump en la década de 1980. Foto: Archivo

En 2020, cuando Trump se postuló sin éxito contra el presidente demócrata Joe Biden, Res publicó su libro “La Torre de las Mentiras: Lo que mis dieciocho años trabajando con Donald Trump revelan sobre él”. Y en junio pasado, la ingeniera reveló al diario británico The Guardian que una vez Trump bromeó sobre los “hornos” nazis durante una reunión con ejecutivos judíos mientras alardeaba de un nuevo administrador alemán que recién había contratado.

“Cuidado con este tipo, se acuerda con cariño de los hornos”, dijo a los ejecutivos. “Yo no podía creer que eso saliera de su boca. Nadie podía creerlo. Luego siguió y cambió de tema, pero a él le pareció graciosísimo”, recordó Res, consultada por La Tercera sobre ese episodio. Esta semana, quien fue la vicepresidenta ejecutiva a cargo de la construcción en la Organización Trump, compartió con este medio los episodios más conflictivos de su tiempo trabajando juntos.

Barbara Res, la primera mujer en Nueva York a cargo de la construcción de un rascacielos en los años 80. Trabajó en la construcción de la Torre Trump, la renovación del Hotel Plaza de Nueva York, entre otros proyectos. Foto: Archivo

Los medios estadounidenses la han etiquetado como “la mujer que construyó la Torre Trump”. ¿Cuál fue tu participación exacta en la obra?

No lo construí yo, lo construyeron 800 hombres y mujeres. Yo era la ejecutiva del propietario. Trabajé directamente para Donald Trump, teníamos un gerente de construcción y yo supervisaba el trabajo de todos los contratistas y del gerente de construcción. Estuve muy involucrada, mucho más de lo que suele estar un propietario, porque había empezado trabajando para el gerente de construcción, y eso es lo que sabía hacer. Así que me involucré en todo. A veces el propietario simplemente da el visto bueno, pero yo no. Me involucré en todo. Y eso le gustó a Donald.

¿Cómo fue trabajar con él en esos 18 años?

Trabajé con él de manera intermitente y en diferentes puestos. Empecé trabajando para una empresa que se llamaba HRH Construction Management Company como gerente de proyectos. Trabajé como superintendente mecánico. También como supervisor. Hice muchos trabajos diferentes allí. Y tuve mucha interacción con Donald y su esposa, Ivana, les agradé y me contrataron para ser su persona a cargo de la construcción de la Torre Trump.

Donald Trump y Barbara Res en la década de 1980. Foto: Archivo

¿Cómo era su estilo de liderazgo?

Él quería que la gente le tuviera miedo, por un lado. Por otro lado, quería dar la impresión de que era un buen tipo. Así que cuando trabajabas directamente para él y te sentabas en la sala de reuniones o en su oficina, veías a una persona que salía al campo y estrechaba la mano de los trabajadores. Quería verse como un hombre del pueblo. No lo era, pero pretendía serlo o lo demostraba con su gente. Yo no diría que era un buen líder. Tuve una gran pelea con él una vez, cuando construimos la Torre Trump. La íbamos a abrir al público un lunes y había una tormenta de nieve el viernes anterior. Fue la mayor tormenta que habíamos tenido en muchos, muchos años. Y el Daily News iba a hacer una historia de la Torre Trump con una foto de la construcción en la portada. Y las entregas de los materiales que todavía faltaban el sábado nunca se hicieron porque era imposible moverse en la nieve. De todos modos, no podíamos cancelar la inauguración, así que nos quedamos toda la noche trabajando. (...) La gente se mató trabajando y lo hicieron por mí. Y yo se lo dije a Trump, me enfrenté a él y le dije “¿por qué crees que inauguramos? ¿Fue por ti, Donald? No, lo hicieron por mí, porque me gusta la gente y la trato bien”. Y a él no le gustó eso. De todos modos abrimos, pero fue una locura. A él no necesariamente le importaba si le agradaba a la gente y solía criticarme por eso.

¿Cómo se comportaba en la oficina?

Tenía una forma particular de actuar, sus acciones eran cambiantes y no tenía ningún control sobre sus emociones. Entonces, si él estaba de mal humor… él tenía una secretaria y solíamos revisar con ella primero, ella era como el hombre del clima en la oficina. Consultabas con ella antes de ir a su oficina para ver de qué humor estaba. (...) Cuando Trump me contrató, lo primero que me dijo fue “los hombres son mejores que las mujeres, pero una mujer es mejor que 10 hombres juntos” y él pensó que eso era un cumplido para mí. Yo lo encontraba ridículo, pero él de verdad creía que los hombres eran mejores. Así que, no importaba a qué mujer contratara: por ley o por ley natural, él era un hombre y era mejor que las mujeres. Honestamente, no hubo ninguna mujer que lo conociera en igualdad de condiciones hasta Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámara de Representantes cuando él era presidente. Ella lo cortó en su justa medida. Él era errático, impredecible y voluble. Tampoco quería mujeres poco atractivas trabajando en su oficina. Yo había contratado a mi propia secretaria, Cecilia, cuando regresé del otro trabajo. Era una chica que trabajaba para mí en el mismo lugar donde yo trabajaba y la llevé con Trump. Era una chica irlandesa linda, gordita y bajita. No encajaba con las que él estaba contratando y su secretaria se aseguró de que todas las entrevistas fueran con altas, rubias, morenas y hermosas. Y tuvimos una gran reunión y yo llamé a Cecilia para que entrara y Donald dijo “no, ella no”. No quería que la gente en esa reunión la viera. Así era él.

Un joven Donald Trump en 1980, sosteniendo una maqueta de la Torre Trump ubicada en la Quinta Avenida. Foto: Archivo

¿Cree que Trump mantuvo esos rasgos durante su carrera política?

Por muy malo que haya sido, él confiaba en la gente, escuchaba a la gente. Al arquitecto lo destrozaba en cada reunión, pero aún así lo escuchaba. Me escuchaba a mí aunque peleáramos. Recuerdo que yo le decía: “Donald, no puedes hacer eso, va contra la ley”. Y él me contestaba: “¿Qué te importa? ¡Eres tan negativa!”. Pero me escuchaba (...) Él no confiaba en mucha gente. Él confiaba en mí y había algunas otras personas en las que confiaba. ¿Pero ahora? Él ya no escucha a nadie. Él no era así, no proclamaba saber más que tú. Siempre proclamó que era un genio, pero él no le decía a un ingeniero que sabía más que él. Eso sí lo hace hoy. También era más amable, y lo digo sinceramente. A veces tenía episodios donde era gentil. Yo creo que todo eso se fue. Cualquier evidencia de amabilidad, está 100% desaparecida hoy. Ya no hay alma en ese hombre.

¿Por qué Trump ingresó a la política? ¿Mostró señales de que quería ser presidente cuando trabajaron juntos?

Yo diría que sí, a mediados de los 80, cuando estábamos haciendo la Torre Trump… No recuerdo muy bien, porque después yo me fui e hice un edificio para otra empresa, pero luego regresé y noté diferencias enormes. La diferencia más notoria fue que contrató a un montón de aduladores. Antes nunca tuvo a ningún adulador trabajando para él, y cuando volví tenía a toda esta gente que le besaba el trasero por cualquier cosa que él decía. Nosotros no éramos así. Además, él realmente no era nadie en Nueva York. Había hecho la renovación del Hotel Ohio, pero en el mundo del desarrollo aún lo veían como el hijo de un constructor de edificios de departamentos de Brooklyn. Su padre era muy conectado políticamente en Brooklyn, lo que significa que le pagó a mucha gente. Y Trump era visto como el hijo de un hombre rico y luchó contra eso de todas las maneras posibles. Después de la Torre Trump consiguió un poco de autenticidad, porque tenía algo que era de él y le fue reconocido. Él obtuvo esta publicidad y simplemente estaba en boca de todos y no podías ignorarlo. También él tenía esas dos propiedades a su nombre y también tenía los casinos de Atlantic City que le dieron fama, no necesariamente respeto o reputación positiva, pero sí fama. Y escribió su libro, que no sé cómo llegó a la lista de los más vendidos. Voy a decir que probablemente se lo ganó, pero estoy segura de que él mismo compró 100.000 copias el día que se publicaron. Empezó a pensar en sí mismo muy positivamente, y comenzó a pensar que él no podía hacer nada malo. Luego la gente le decía “deberías ser gobernador” y así fue como surgió. Él se reía. “Presidente, eso es lo único que quiero ser”, decía él, pero no lo decía en serio. Y nunca pensé que fuera algo serio. Recuerdo que él se fue a New Haven mientras yo todavía estaba allí. New Haven es el primer lugar al que van los candidatos presidenciales en Estados Unidos, entonces algunas personas pensaron que él hablaba en serio, pero la mayoría de nosotros no. Yo le decía a la gente que trabajaba para mí “si él contratara a la gente adecuada, podría lograrlo”. Porque él perdió el sentido, dejó de escuchar a la gente. Tampoco tenía la comprensión de educación cívica de sexto grado: no sabía la diferencia entre el Senado y la Cámara de Representantes. No sabía nada. Y por eso, cuando finalmente se presentó, yo creo -aunque sea una teoría de la conspiración y una locura- que él hizo un trato con los rusos y por eso se presentó. Él no quería presentarse. Ciertamente, se presentó. Una vez que se metió en esto, le encantó, pero no quería ganar. No estaba feliz de ganar. Nunca en su vida había habido ningún control sobre él. Y ahora era responsable de rendir cuentas a la gente de este país. Y eso no le gustó. No quería hacerlo. Obviamente, Melania quería renegociar su trato y por eso se mantuvo alejada durante tanto tiempo. Y luego, de repente, Donald empezó a darse cuenta y comenzó a decir “yo podría hacer lo que yo quiera. Soy Dios”. Y entonces le encantó. Lo elevó a una forma de arte. Yo sabía que él era un mentiroso, que él podía ser muy malo y vengativo, y yo vi todo eso, pero aún así estaba bajo control. Y luego explotó.

Personas pasan frente a un mural que representa al candidato presidencial republicano y expresidente estadounidense Donald Trump, en Las Vegas, Nevada, el 3 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

¿Hacía comentarios racistas o xenofóbicos sobre los inmigrantes? Se lo pregunto a raíz de lo sucedido en su mitin de Nueva York con el comediante Tony Hinchcliffe, que denigró a los habitantes de Puerto Rico.

Sí, 100%. Era racista. Una vez yo estaba entrevistando a arquitectos jóvenes en escuelas de arquitectura para que trabajaran conmigo simplemente haciendo planos. Así que llamé a las escuelas de arquitectura y les dije “esto es lo que estoy buscando” y enviaron a un par de candidatos. Y bueno, yo tenía una oficina en el edificio en el que estaba Donald. Así que le dije a un joven que me encontraría con él allí y que me esperara. Así que entró, se sentó en el vestíbulo y lo entrevisté. Resultó ser un hombre negro. Después de que lo envié a casa, Donald me llamó a su oficina. Fui a su oficina, cerró la puerta y me gritó “¡nunca, pero nunca traigas a mi edificio a…!” y allí realmente no recuerdo la palabra que usó. Tal vez era la palabra que empieza con N, no lo sé, pero ciertamente era hacia un negro. “No quiero que los tengas sentados en mi vestíbulo cuando los multimillonarios vienen aquí a comprar departamentos. No vuelvas a hacer eso nunca más”, me gritó. Cuando se enojaba, se le ponía todo blanco alrededor de sus labios. Estaba tan enojado. Al final no contraté al chico, pero no porque Donald me lo dijera, sino porque no era la persona adecuada para el trabajo.

Recientemente Kamala Harris llamó fascista a su rival, a lo que Trump respondió en uno de sus mítines “no soy un nazi”. ¿Qué opina de los dichos de la candidata demócrata?

Él es un fascista. Pero no creo que ella debiera haber dicho eso. Un año después de su presidencia, todos pensábamos que Donald era un nazi. Pero no creo que ella debiera decirlo. Es como cuando Hillary Clinton hizo ese comentario de que la mitad de los seguidores de Donald Trump pertenecen a una “cesta de deplorables”. Ese fue un comentario estúpido.

La candidata presidencial demócrata y vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, hace un gesto durante un mitin de campaña en la Universidad Estatal de Michigan en East Lansing, el 3 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

¿Cómo cree que Trump quiere ser recordado en la historia de Estados Unidos?

Como el líder más grande, exitoso, inteligente y brillante que el mundo haya conocido.

Si Trump gana estas elecciones, ¿cómo piensa que sería un nuevo mandato suyo?

Si gana de nuevo, sería el fin de la democracia en nuestro país. Y debido a que nuestro país es tan importante, va a destruir las democracias en todas partes del mundo. Tú ves a anarquistas en las calles que nunca hubieras pensado que llegarían a alguna parte, pero ahora él estableció el estándar. La gente siempre fue racista en este país y se escondían en sus pequeños rincones y llamaban a la gente indigna. Pero él salió y dijo: “Yo soy el presidente. Está bien ser racista”. No lo dijo con palabras, pero a través de sus acciones. Y la gente anarquista ahora simplemente infringe las leyes. La gente ya no cree en lo que llaman el Estado de derecho. Ya no creen en la justicia. Creen en lo que Trump puede hacer y salirse con la suya en todo. Y dicen: “si él puede salirse con la suya, ¿por qué yo no puedo salirme con la mía?”. Si sale electo, afectaría a todas las naciones del mundo. Y no puedo soportar la idea de eso.

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LaTercera.com

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