Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: El promedio mediocre

Columna de Alfredo Jocelyn-Holt: El promedio mediocre

Es curioso, se insta responder a cantidades de encuestas (“cuéntanos tu experiencia”) después de cada compra o servicio. Nos atosigan con resultados de sondeos a modo de consumo informativo. Se nombran autoridades políticas conforme comicios periódicos (nada más errático). Nos vestimos y opinamos de acuerdo con modas encargadas de uniformar gustos. Hablamos de nuestra realidad casi siempre en onda local, limitados a lo típico y autorreferente. El desempeño de la economía se mide según alzas o bajas, coeficientes, parámetros y tendencias cuantificables, relativizando cifras. Redes sociales difunden su basura diaria ciñéndose a algoritmos que golpeando, mandan. Y si bien la inteligencia artificial promete, no ofrece originalidad alguna. En el fondo, idolatramos el común denominador, la medianía chata, lo convencional colectivo, lo que no desentona. Y, por Dios, que esto produce distorsiones.

A encuestadores se les tiene por oráculos (siendo más toscos que sociólogos y cientistas políticos, se les prefiere); ni soñar que ahonden en dimensiones profundas o espirituales. Les hablan sólo a quienes sondean, o a clientes que le miran la cara al vulgo en tanto público consumidor a escala industrial (así venden más). Con semejantes prejuicios a favor de lo común y corriente, la olla de grillos que hace las veces de debate nacional, suena a bulla o música envasada ambiental, a la que se le presta poca atención. Campea el lugar común, lo ramplón y requetesabido. Si hasta hay columnistas que caen en la trampa: escriben al unísono en perfecto formateo mainstream, prefiriendo ser un coro acompañante, predecible su eco narcótico, ¿para también vender la pomada tonificante publicitada?

En Chile, además, se castiga al que se sale de la manada. A críticos los tildan de ofensivos o francotiradores. En universidades progresistas a profesores fuera de la ortodoxia imperante apenas se les tolera. Es tal la insistencia en protocolos políticamente correctos y en “salud mental” por estrés, que cabe la duda si estudiantes se resisten a que se les desafíe intelectualmente o exija estudio. Me pregunto incluso si lo que se espera de docentes es que escolaricemos la formación universitaria a costa de estudiantes de excelencia cada vez más escasos, ya no la vara. Es tan deficiente la preparación de alumnos entrantes y salientes que no sorprende que secundarios finlandeses demuestren más conocimientos y madurez intelectual que profesionales chilenos. Si estos no entienden lo que leen, menos pueden entender lo que escuchan. Recordemos que, desde hace años, se viene repitiendo que nuestra más alta autoridad pública, un egresado incapaz de terminar su carrera universitaria, igual goza de un 30% de apoyo imbatible, preferentemente de “la generación más educada y preparada de la política chilena”.

Por Alfredo Jocelyn-Holt, historiador

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LaTercera.com

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