Columna de Cristián Valenzuela: No le creo
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Columna de Cristián Valenzuela: No le creo
“Me acaban de sugerir un juego muy entretenido: es muy sencillo, todas las mujeres se tiran al suelo y se hacen las muertas, y todos nosotros nos tiramos encima y nos hacemos los vivos. ¿Qué les parece, muchachos?”, exclamó el entonces candidato Sebastián Piñera en el Teatro Municipal de Linares, en junio de 2017, sacando carcajadas en el público.
Pero a nivel nacional, la mala broma fue muy cuestionada. La entonces Presidenta Bachelet lo criticó fuertemente: “Una violación es expresión de la mayor violencia contra las mujeres”, en tanto, la entonces diputada Camila Vallejo reaccionó indignada: “Hasta cuándo aguantamos que la violación sea un tema de “tallas”? y de un candidato presidencial!!! Inaceptable”. El propio Sebastián Piñera tuvo que salir a pedir disculpas y cuestionó el aprovechamiento político que el chiste generó.
Hoy, frente a una denuncia tan grave como la que pesa sobre el ex subsecretario Monsalve, la mirada de la izquierda ha cambiado un poco, por decir lo menos. La ministra Vallejo cuestiona el “oportunismo” y “aprovechamiento político” de la oposición, que no debería “jugar a la batalla electoral de la cuña fácil”, afirmando que hay mucho doble estándar en la derecha. “No voy a pronunciarme sobre eso, no estaba ni siquiera en Chile cuando pasó. No voy a opinar sobre algo que vi en la prensa”, afirmó Bachelet, luego de estar en silencio durante varias semanas.
¿Dos caras de la misma moneda? Absolutamente no, porque se trata hechos diametralmente distintos. Por una parte, una mala broma de un candidato presidencial; por otra, una eventual violación, abuso sexual, obstrucción y encubrimiento por parte de la cúpula de seguridad del gobierno. La diferencia entre uno y otro caso es más que evidente.
Ha pasado más de un mes de la cita de Monsalve en el Ají Seco Místico y la izquierda se las ha arreglado para tratar de instalar más dudas que certezas. Pese a que existen una diversidad de elementos y pruebas que demuestran lo obvio, Monsalve figura libre; la denunciante está encerrada bajo protección policial, y las autoridades políticas y policiales que participaron en la definición de estos hechos siguen firmes en sus puestos.
¿Qué imputado por violación en Chile recibe el llamado de la ministra del Interior previo a un allanamiento en su domicilio para advertirle que lo están esperando? ¿Qué autoridad, acusada por un delito tan grave como violación y abuso sexual, puede postergar su salida del gobierno en varias horas, para avisarle a su familia o recabar más antecedentes? ¿Qué persona en el país, ante la inminente judicialización de un crimen como este, tiene la capacidad para usar a la Policía de Investigaciones como agentes privados, para amedrentar a la víctima, revisar cámaras de vigilancia en recintos públicos y privados o eventualmente borrar evidencias de un teléfono? Ninguno. Y quien está denunciado por estos hechos no es nada menos que el ex subsecretario de Interior de nuestro país.
¿Se imaginan que, en vez de Manuel Monsalve, el denunciado hubiese sido Rodrigo Ubilla, y que en vez del Presidente Boric hubiésemos estado en el gobierno de Sebastián Piñera? ¿Se imaginan cuál habría sido la reacción de la entonces oposición si se enterara, en este mundo de fantasía, que el ministro Chadwick llamó a Ubilla para advertirle de un inminente allanamiento?
Me lo imagino perfectamente: si esto hubiera ocurrido en un gobierno de derecha, la izquierda habría incendiado La Moneda, luego de una marcha liderada por LasTesis, Bachelet y Camila Vallejo; el ex subsecretario Ubilla estaría preso hace tres semanas; estaríamos discutiendo, en el Senado las acusaciones constitucionales en contra de Sebastián Piñera y Andrés Chadwick; se habrían rechazado todas las partidas del Presupuesto, y la izquierda hubiese exigido la renuncia inmediata de fiscales y los directores de la Policía y Carabineros.
Diez días se demoró el Presidente Boric en salir a respaldar a la víctima, “nuestro deber es creerle, yo le creo”, afirmó, leyendo un texto. Pero cuando tuvo la verdadera oportunidad de creerle, prefirió respaldar a Monsalve y darle unos días para resolver el entuerto. Si vamos a hablar de doble estándar, hablemos de este gobierno, que fue elegido con la promesa de convertirse en un “gobierno feminista” y que terminó del lado de los agresores y victimarios. No basta con levantar una bandera morada para asegurar que se está a favor de la protección de las mujeres, lo importante es cuál es la posición que adoptas, como gobierno y organización política, frente a este tipo de hechos. Y a este gobierno y a esta izquierda, yo no les creo.
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