Columna de Daniel Zovatto: América Latina 2025: Un año marcado por la incertidumbre, el regreso de Trump y la geopolítica
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Columna de Daniel Zovatto: América Latina 2025: Un año marcado por la incertidumbre, el regreso de Trump y la geopolítica
Por Daniel Zovatto, global fellow del Wilson Center, EE.UU. @zovatto55
América Latina entra a 2025 en un momento crítico. Después de un 2024 que The Economist definió como “increíble” por las sorpresas y acontecimientos políticos, el año próximo a iniciar trae retos y oportunidades, en un contexto global de policrisis y alta incertidumbre. Persisten los tres megaconflictos armados -Ucrania, Medio Oriente, Sudán- a los cuales se agrega ahora Siria, mientras el multilateralismo se encuentra muy debilitado. A ello se le suman tres megatendencias: cambio climático, disrupción tecnológica impulsada por la inteligencia artificial y el riesgo de una nueva proliferación nuclear. Como señala Tom Friedman, no es solo la cantidad de cambios, sino “el cambio en la velocidad del cambio” y el carácter disruptivo de los mismos lo que define el punto de inflexión que vivimos.
Para nuestra región, 2025 será un año marcado por tres dinámicas principales: 1) El regreso de Trump y su impacto en las relaciones hemisféricas; 2) Un entorno interno de bajo crecimiento económico y creciente malestar ciudadano; y 3) El inicio de un nuevo superciclo electoral.
El año comenzará con dos eventos clave: la toma de posesión del próximo presidente de Venezuela y el regreso de Trump. El viernes 10 de enero, salvo sorpresas, Nicolás Maduro continuará ilegítimamente en el poder tras las fraudulentas elecciones del 28 de julio. Diez días después, el 20 de enero, Donald Trump jurará, por última vez, como presidente de Estados Unidos abriendo un período de fuertes tensiones y máxima incertidumbre.
El impacto del regreso de Trump
A nivel global, el regreso de Trump genera varios interrogantes: ¿Cómo reaccionará el mundo ante la propuesta de marcado proteccionismo comercial? ¿Qué consecuencias geopolíticas tendrá su nueva política exterior, basada en un enfoque transaccional más que en alianzas estratégicas? ¿Qué impacto tendrán estas propuestas en el manejo de desafíos globales como la lucha contra el cambio climático, el control de la inteligencia artificial, el destino de los megaconflictos en curso, o el peligro de una nueva proliferación nuclear? ¿Cuál será su relación, entre otros, con China, Rusia y la Unión Europea?
Por su parte, en el ámbito latinoamericano, su retorno plantea preguntas igualmente cruciales. ¿Cómo afectará su enfoque proteccionista a las economías regionales? ¿Qué implicaciones tendrá su estrategia transaccional para las alianzas hemisféricas? Y, sobre todo, ¿qué lugar ocupará América Latina en la política exterior estadounidense y cuál será el formato de la misma?
La designación de figuras de origen cubano americano como Marco Rubio (secretario de Estado) y Mauricio Claver-Carone (enviado para América Latina) anticipa que temas como el control de la migración, el combate a las drogas, una posición más dura con los regímenes autoritarios (Cuba, Venezuela y Nicaragua), una política comercial proteccionista y de oportunidades como el nearshoring serán prioridad. Pero, sin lugar a dudas, la competencia con China y el intento de contener su influencia en la región tendrá un carácter estratégico. Por todo ello, el riesgo de una política exterior unilateral y transaccional, centrada en intereses estadounidenses, sigue siendo alto. La reciente declaración de Trump, que EE.UU. podría buscar recuperar el canal de Panamá si este país no cumple con los “acuerdos históricos”, alerta acerca de la posibilidad de querer reimplantar la nefasta doctrina Monroe en pleno siglo XXI.
Un cuadro regional heterogéneo
En 2025, la democracia latinoamericana continuará enfrentando una mezcla de resiliencia, estancamiento y deterioro. El último informe del Latinobarómetro (2024), trae noticias agridulces: el apoyo a la democracia en la región ha aumentado ligeramente, alcanzando el 52%, su mayor nivel desde 2010, sin embargo, la insatisfacción con su desempeño sigue siendo alta, con dos tercios de la población expresando descontento.
Con un crecimiento proyectado de 2,4% para 2025 según CEPAL (por debajo del 3,2% mundial), la región seguirá enfrentando un escenario de crecimiento mediocre que amenaza con perpetuar las trampas del desarrollo -baja productividad, alta desigualdad y débil institucionalidad-, y aumentar el malestar social lo que podría dar lugar a nuevos estallidos sociales. La inseguridad ciudadana, la corrupción y la inmigración ilegal continuarán sumando tensión a los gobiernos. La ciudadanía mantendrá su exigencia de obtener resultados rápidos y efectivos a sus problemas, algunos sectores incluso a costa de cierta “desprolijidad” de los procedimientos democráticos, volviendo la gobernanza y la gobernabilidad crecientemente compleja.
Latinoamérica se adentra en un nuevo superciclo electoral. Ocho elecciones presidenciales (seis de ellas en América del Sur) están previstas en los próximos dos años, comenzando con contiendas clave en Ecuador, Bolivia, Chile y Honduras (2025) seguidas de otras cuatro: Perú, Colombia, Brasil y Costa Rica (2026). Dependiendo de cuáles tendencias estén presentes, los resultados de esta intensa agenda electoral podrían redefinir el mapa político regional.
En Ecuador, la oposición correísta desafiará la reelección del presidente Daniel Noboa, mientras que en Bolivia, la división interna del MAS podría abrir oportunidades para la oposición si logra unirse. Chile enfrentará elecciones marcadas por debates sobre seguridad y migración, con la derecha liderada por Evelyn Matthei como favorita. Honduras, en un escenario de expectativas frustradas, podría ver un resurgimiento del Partido Liberal, mientras que Argentina vivirá elecciones legislativas de medio período que servirán como referéndum sobre la política económica del presidente Javier Milei.
Reflexión final
América Latina llega a 2025 en una encrucijada histórica. A pesar de los numerosos desafíos, la región tiene una ventana de oportunidad única. Con vastos recursos naturales, un potencial significativo en energías limpias y minerales estratégicos, y el interés creciente en el nearshoring, la región goza de importantes ventajas -si son bien aprovechadas- para reposicionarse como una “región solución” a muchos de los problemas globales actuales.
Al mismo tiempo, eventos clave como la elección de un nuevo secretario general de la OEA, la X Cumbre de las Américas (República Dominicana) y la COP30 (Belem, Brasil) representan excelentes posibilidades para redefinir las relaciones hemisféricas y fortalecer la posición de la región en un mundo cada vez más multipolar.
Como bien dijo Carlos Fuentes, “hay años en los que suceden siglos”. Para América Latina, 2025 se perfila como uno de esos años: lleno de desafíos monumentales, pero también cargado de oportunidades extraordinarias. La clave estará en convertir la incertidumbre en acción estratégica, sentando las bases para un futuro más próspero, equitativo y sostenible. Sin embargo, lograrlo dependerá de que el liderazgo regional esté a la altura de las circunstancias.
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