Columna de Gabriel Alemparte: Reforma de pensiones, abriendo la puerta al desastre

Columna de Gabriel Alemparte: Reforma de pensiones, abriendo la puerta al desastre

Aclaremos un punto de entrada: esta columna es la opinión de este ciudadano y no de un miembro de una directiva partidaria. A estas alturas, no siendo parlamentario -a veces digo afortunadamente- mi ámbito de influencia es ayudar o persuadir a nuestros parlamentarios a dilucidar -en Chile no existen las órdenes partidarias- un asunto tan relevante como la reforma de pensiones. La opinión de este ciudadano es propia y mi convicción sobre la materia es esta, hace tiempo que me hago responsable -como dicen los programas de TV- solo de las opiniones que emito y de tratar de influir donde me toca hacerlo, a riesgo de ser una piedra en el zapato.

Hay un cierto romanticismo en política, especialmente en aquellos que llegan a esta actividad motivados por convicciones. Estas -para cualquier político que ya ha sido elegido para un cargo popular- deberían ser conceptos inseparables de la persona porque para muchos -siguiendo el punto- es el nexo común entre el político y el votante. El elector -se supone o así debiese ser en una democracia representativa- vota más allá de sus pulsiones, por aquellos políticos cuyos elementos de principios esenciales no se mueven: ¿Significa ello no llegar a acuerdos? Por cierto que no, una democracia siempre debe estar abierta al diálogo, pero la frágil línea de traspasar ciertos límites en que se ha configurado el pensamiento básico de un político debería al menos mantenerse. “Un buen compromiso es aquél donde todos hacen una contribución”, dice Angela Merkel, quien de acuerdos sabe. Acuerdos sí, ¿cualquier acuerdo? No, y más aún, cuando no resolverá el problema, pues entonces esa convicción y contribución serán vacíos y traerá más perjuicios que ganancias a la sociedad.

Así, es una mala estrategia política afirmar a coro y a los cuatro vientos que un tema para ti será una “línea roja” que se diluya en una negociación política. Elementos básicos en esa contribución son los principios elementales con los que te sentaras a conversar, más aún, cuando el diálogo no resuelve el problema de fondo y contribuirá a empeorar la situación más que a mejorarla, pero eso a la política de hoy no le importa bajo la premisa de la foto de rigor. Mal acuerdo pero muchos “likes” momentáneos.

A varios les está pasando esto en la reforma de pensiones. Ad portas de un gobierno que está llegando a su último año de mandato sin grandes logros a su haber, los plazos se cierran en torno al tema previsional, quizás el único ámbito en que el Presidente Boric podría matricularse algún triunfo. Con todo, la discusión a nivel parlamentario ha sido difícil por varias razones, pero principalmente, porque el Ejecutivo ha insistido en introducir elementos a la reforma que van en clara oposición a lo que desea la mayoría de los chilenos: un sistema de reparto más un “préstamo”, que sólo es un reparto camuflado.

Todas las encuestas indican que el deseo mayoritario es que el total de la cotización adicional vaya a cuentas individuales -no será tan difícil escuchar la voluntad del pueblo- decía un cantante venezolano sobre la Quinta Vergara. En este caso, además, ocurre que el deseo ciudadano se acopla bien a la visión experta, que en su profunda mayoría respalda esta necesidad de generar un mayor ahorro, sin ningún componente de reparto ya que para un país de la demografía de Chile, el riesgo de insostenibilidad a mediano plazo es muy alto.

Mientras ello ocurre, la política ensimismada en sus convicciones no pareciera entender que las soluciones que implican una carga mayor a las personas y a las PYMEs acabará por reventar a una economía cuyo crecimiento es bajísimo llevando a millares o millones de personas a sumarse en la informalidad, pues han quedado fuera del mercado del trabajo formal. De ahorro olvídense, y con una demografía que aumenta en años, el desastre está más cerca de lo que muchos imaginan.

Algunos aún no comprenden, que mientras la mitad de las empresas públicas a septiembre coleccionan números rojos, quien administre es relevante, que es uno de los pilares que defiendo por creer en la propiedad privada y el esfuerzo individual.

Lo complejo es que la solución que comienza a cocinarse no comprende que la solidaridad manejada por Estado significará que a mediano plazo tendremos a los pensionados presionando, pues sus problemas no se habrán resuelto. Veremos a los trabajadores señalando que les echaron mano a sus sueldos con un “impuesto” al mismo, y lo que es aún peor, con un déficit que la burocracia estatal solo podrá nuevamente cargar -aumentando el aporte- a los mismos de siempre, todo ello mientras aumentará la total informalidad y no se potenciará el ahorro. Por ende, por donde se mire el problema está a la vuelta de la esquina, salvo que el acuerdo sea “una forma de parchar por un par de años el problema”.

¿Y es bueno este acuerdo? Miremos con lupa. Según informó La Tercera hace sólo unas semanas, se habla de una posible distribución de un 4% a cuentas individuales, un 1,5% como préstamo (un reparto encubierto, como ya dijimos, porque funciona idéntico a una cuenta nocional) y este 0,5% a reparto puro -que se ha planteado por algunos-, bajo la idea de compensar por género, ojo a cargo de los cotizantes. Este acuerdo, a nivel de narrativas, implica que la izquierda que nos gobierna se va a arrogar haber conseguido un 2% de reparto (a “solidaridad”, le dirán ellos), mientras que la derecha lo buscará mimetizar hablando de sólo un 0,5% a reparto. Pero no sólo eso. Este acuerdo, como dijimos, abre una puerta que nunca se va a cerrar: el reparto, el que será cargo de la clase media fundamentalmente. El día de mañana, cuando la izquierda crea tener los votos, habrá una presión difícil de sostener para que ese 0,5% a reparto se duplique. Porque hoy es la equidad de género, pero mañana la injusticia podría ser otra. Y también habrá una gran presión para que el seguro social, hoy en UF 0,1 por año cotizado, crezca a UF 0,2 por año (o más!) bajo alguna consigna ideológica. Mientras todo eso ocurre, gracias a la puerta que se abrió al legislar sin seguir las convicciones políticas, el desfonde fiscal crece, las pensiones del mañana de nuestros trabajadores formales se van por el despeñadero y Chile se convierte en un país como nuestros vecinos, donde los trabajadores calificados no tienen contrato, ni ahorran, para su pensión porque el Estado se lo está quitando todo.

Quizás los políticos que piensan así creen que después nadie se acordará de esta metida de pata. Pero cuando se hace política pasando a llevar a tus convicciones más profundas, el votante sí se da cuenta.

Muchos dirán que es urgente y necesario el acuerdo en pensiones. Pero, de nuevo, insisto ¿qué valor tendría este acuerdo si se logra pasando por encima de las convicciones más profundas? Humildemente, ¿alguien cree que el tema se dará por cerrado con un acuerdo como el que propone el Ejecutivo? Para ingenuidades y buenísmos, al menos desde esta vereda y después de lo visto en los últimos años, como ciudadano, no estoy disponible.

Por Gabriel Alemparte, abogado.

Fuente

LaTercera.com

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