Columna de Gabriel Zaliasnik: Todos los hombres del Presidente
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Columna de Gabriel Zaliasnik: Todos los hombres del Presidente
Corría el año 1972 y Estados Unidos se aprestaba a reelegir al Presidente Richard Nixon, cuando estalló el caso Watergate, a partir de la detención de cinco agentes del servicio secreto sorprendidos colocando micrófonos e interviniendo los teléfonos de sus rivales demócratas. Nixon, ante la posibilidad de que prosperara una acusación constitucional, dimitió el 8 de agosto de 1974. Los responsables de develar toda la trama fueron dos periodistas del Washington Post, Bob Woodward y Carl Bernstein, quienes al año siguiente publicarían el libro “Todos los hombres del presidente” en alusión a los agentes sorprendidos espiando.
Difícil resulta no recordar este escándalo y su libro a la luz de los hechos que se han conocido a partir de la denuncia contra el ex subsecretario del Interior Manuel Monsalve por el delito de violación de una funcionaria de su propio gabinete. A la gravedad del delito imputado cabe añadir el infame uso del aparato estatal y de funcionarios de inteligencia policial por parte de Monsalve, para encubrirlo. Como se ha sabido, bajo sus instrucciones la PDI accedió a los registros de cámaras del Hotel Panamericano y de aquellas controladas por la Municipalidad de Santiago. Del mismo modo se realizaron conductas de aparente amedrentamiento contra la denunciante, a la par de su revictimización con el respaldo político al subsecretario.
Fácil sería limitar el cuestionamiento a un vulgar abuso de poder o conductas de obstrucción a la investigación penal. Sin embargo, el problema radica en que informado el Presidente de la República por el propio Monsalve y por la ministra del Interior, no reparó en la gravedad de la situación. Por el contrario, inicialmente apoyó a su subsecretario, y no le reprochó el uso de funcionarios de la PDI al margen de la legalidad.
Ello lleva necesariamente a preguntarse si acaso esta ha sido la única ocasión y Monsalve la única autoridad de este gobierno que han hecho uso de los servicios de inteligencia nacionales. ¿Han existido otras ocasiones en que se ha recurrido a las policías para objetivos políticos o de otro tipo sin control judicial alguno? La pregunta no es baladí. Un gobierno que ilícitamente emplea a los servicios de inteligencia pone en grave riesgo el Estado de Derecho. Se trata de prácticas de gobiernos autoritarios y de dictaduras, no de democracias.
Como ha quedado en evidencia no solo ahora, sino también en el extraño robo de computadores y la caja fuerte del Ministerio de Desarrollo Social a cargo entonces de Giorgio Jackson, en el marco del “caso Convenios”, los actos ilegales han sido recurrentes. De allí que no se pueda minimizar la conducta de Monsalve. Hay en ella una práctica que por ahora no sabemos cuán extendida pueda estar pues no deja de ser llamativa la indiferencia presidencial. Claro está, tanto Monsalve ahora como antes Jackson, no eran sino -parafraseando a Woodward y Bernstein- hombres del Presidente.
Por Gabriel Zaliasnik, profesor de Derecho Penal, Fac. de Derecho, Universidad de Chile
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