Columna de Guillermo Larraín: El rol del empresario
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Columna de Guillermo Larraín: El rol del empresario

El fallecimiento de Horst Paulmann da una buena ocasión para hablar del rol del empresario. Paulmann era un empresario fuera de lo normal. Fundó Jumbo y lo expandió por América Latina partiendo por Argentina. Sobrevivió a todas las vicisitudes imaginables en ese país. Amplió el negocio de supermercados a otros segmentos socioeconómicos y entró al mundo de las grandes tiendas y los centros comerciales. Construyó el rascacielos más alto del subcontinente. Entró y parcialmente salió del mundo financiero.
Este derroche de creatividad empresarial no es común en ninguna sociedad. La disposición a tomar riesgos, a perseverar cuando las cosas van mal, de tener el carácter para soslayar las críticas, no son características obvias. La mayor parte de la gente quiere una vida tranquila, partiendo por un sueldo seguro a fin de mes. El empresario es un “recurso escaso”.
Un buen empresario tolera ciertos riesgos y persevera en sus ideas e intuiciones. Estas tienen un sesgo natural que es el de su propia estructura mental. Sus valores morales, como señala Jonathan Haidt, preexisten a la razón y no tienen por qué coincidir con los de otras personas. Así, un buen empresario debe saber que necesita límites y licencia social.
Un límite es el gobierno corporativo que elija. Hay dos errores en la constitución del directorio que se sintetizan en “yes men”. Un empresario puede elegir directores que le digan que sí a todo y sean incapaces de elaborar argumentos que ayuden a la empresa a superar las limitaciones naturales de los controladores, desde sus conflictos de interés hasta temas emocionales. Un directorio diverso enriquece el debate del gobierno corporativo y le permite adaptarse mejor a las cambiantes condiciones de los mercados.
Otro tipo de límite viene de la regulación. Cualquier empresario, en particular alguien como fue Horst Paulmann, sabe que cada iniciativa genera un impacto en la economía, la sociedad y el medio ambiente. Ese impacto es una fuente de conflicto porque las contrapartes pueden no apreciar la iniciativa, si no pregunte a los vecinos de Vitacura por el mall que quería hacer Paulmann. La regulación da licencia social, es decir derechos al empresario y a las contrapartes para que decidan qué hacer, cómo y cuándo. Muchos empresarios quisieran menos regulaciones y a veces tienen razón porque cuesta menos hacer nuevas regulaciones que sacar o mejorar las antiguas. Pero esto no debe ocultar lo que debiera ser obvio: la (buena) regulación busca dar garantías al empresario, no lo perjudica y “buena” no quiere decir inexistente.
Un empresario es un recurso escaso, pero no tiene más ni menos derechos y deberes que un ciudadano cualquiera. Lo que necesita es condiciones para desarrollar lo que sabe hacer. Por esto, la partida de Horst Paulmann, sus éxitos y fracasos empresariales, son una buena ocasión para discutir sobre el rol del empresario en el Chile del siglo XXI.
Por Guillermo Larraín, FEN, Universidad de Chile
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