Columna de José Miguel Ahumada: Chile ante las acciones unilaterales de Trump

Columna de José Miguel Ahumada: Chile ante las acciones unilaterales de Trump

Que Trump haga valer o no su amenaza de aumentar los aranceles a países de América Latina no es ya relevante. El golpe a la arquitectura comercial, en la cual se insertaba parte importante de la región, ya ha sido catastrófico con sus solas amenazas.

Los pilares de esta arquitectura económica, empujado por el mismo Estados Unidos en los 1980s, fueron tan sencillos como prácticos: cada país comerciaría con quien quisiera en plena libertad y, a través de unas reglas comunes para todos por igual, se comprometerían a bajar los aranceles y restricciones al comercio para resguardar la libertad de circulación. El comercio quedaría, de esta forma, excluido de acciones unilaterales y protegidos por el ‘gobierno de las reglas’. Finalmente, estas reglas emergerían a partir de una serie acuerdos comerciales bilaterales, regionales y multilaterales de libre comercio.

Esa arquitectura gobernó en gran medida las relaciones comerciales de América Latina con el mundo, desde los noventa hacia adelante. Sin embargo, hoy toda la solidez de aquella arquitectura se desvanece en el aire.

Estados Unidos amenaza a Panamá por, de acuerdo con sus criterios, tener un nexo sólido con China, y la fuerza a suspender su participación en la ‘Iniciativa de la Franja y la Ruta’ y comprometerse a optimizar la priorización a los buques norteamericanos en el Canal de Panamá. Estados Unidos amenaza a México a que, si no ‘hace algo’ en materias migratorias y de drogas, le aumentará los aranceles en un 25%, forzando al gobierno mexicano a pactar una movilización de 10 mil militares para ‘detener’ el tráfico de fentanilo. Estados Unidos amenaza a Colombia a que, si no accedía a recibir a los ciudadanos colombianos expulsados del país, le aumentará los aranceles, resultando en la efectiva llegada de los ciudadanos al país.

Noten que todos los países nombrados, víctimas de acciones comerciales unilaterales de Estados Unidos, tienen Tratados de Libre Comercio con el país en cuestión. Acuerdos cuya principal función era precisamente el de protegerlos de tales acciones unilaterales.

Todos estos países experimentaron la cruda realidad de estos tratados comerciales: que estos acuerdos basados en reglas comunes para las partes, cuando son escritas principalmente por el país dominante (Estados Unidos) y cuyas normas solo se cumplen cuando van en beneficio de dicho país, no son en realidad acuerdos ‘basados en reglas comunes’, sino meras imposiciones.

Aunque Trump opte por no aumentar los aranceles, la lección ya está aprendida: las reglas comerciales consensuadas son inútiles cuando no van en consonancia con los intereses de Estados Unidos.

¿Qué debe hacer Chile en ese escenario? Algunos han sostenido que debemos guardar silencio ante las acciones unilaterales de Estados Unidos en la región y resguardarnos a partir de nuestra red de acuerdos comerciales. Mal que mal, se ha llegado a señalar, un aumento de aranceles en otros países de la región podría incluso ayudar a nuestras exportaciones. En gran medida, el gobierno ha optado, por el momento, por esa línea.

Pero esa estrategia es ingenua y políticamente dañina para la imagen de Chile. Es ingenua porque el silencio ante la unilateralidad de Estados Unidos no nos protegerá. ¿Por qué habría de hacerlo? Puede que no decir nada ante el abuso no nos ponga en el centro del conflicto hoy, pero sí lo haría mañana en caso de que Estados Unidos así lo quisiera. A su vez, si el T-MEC no protegió ni a México ni a Canadá, ni los TLC a Colombia y Panamá, ni la OMC a China y la UE, ¿por qué habría nuestro TLC con Estados Unidos protegernos?

Pero también esa estrategia es dañina para el país. Para la izquierda y el progresismo, la política exterior de Chile siempre ha sido con los pies en la región, y buscando fortalecer la posición de América Latina en el mundo como una prioridad estratégica. No por nada, el primer viaje internacional del Presidente Boric fue a Argentina, como señal de compromiso con la región. En momentos en que la región se ve golpeada por acciones unilaterales de Estados Unidos en tantos países (incluyendo, por cierto, el abyecto bloqueo económico al pueblo cubano por más de 60 años), corresponde que Chile activamente manifieste su disposición a fortalecer la región ante las acciones de Estados Unidos, especialmente con aliados como Colombia, México, Brasil y Uruguay.

Tal como el bullying no se enfrenta guardando silencio “para que no me toque a mí”, las acciones de Estados Unidos no se pueden enfrentar con un silencio para “no estar dentro del radar”. Lo que le sucede a Panamá, México y Colombia, bien nos podría suceder a nosotros. Solo bastan dos ejemplos. Primero, Trump ha anunciado la posibilidad de subir los aranceles al cobre sin consideración alguna de que Chile sea un exportador del mineral y de que tenemos un TLC. Segundo, las AFP norteamericanas han amenazado con denunciar a Chile a los tribunales inversionista-estado del TLC (los mismos que tiene el TPP, todo sea dicho) por la reforma previsional. Pocos argumentos reales tienen las aseguradoras, pero con Trump es enteramente posible que decida activamente ayudar a presionar para que Chile ceda en puntos claves.

Así visto, la espera y el silencio no son armas útiles ante el abuso. Más bien se requiere la firmeza de una coordinación colectiva. Aún queda tiempo para que, tanto por razones de compromiso regional como por interés nacional, Chile opte por esta última opción.

Por José Miguel Ahumada, académico del Instituto de Estudios Internacionales de la U. de Chile.

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LaTercera.com

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