Columna de Juan Ignacio Brito: Eligiendo a castrati
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Columna de Juan Ignacio Brito: Eligiendo a castrati
Las elecciones de gobernadores regionales concentran la atención de la oposición y el oficialismo, que ven en esta una nueva oportunidad para medir fuerzas. Puede afirmarse que ellos son principales interesados en estos comicios. Porque la verdad es que el domingo votaremos en 11 regiones para escoger a unas autoridades que, aunque se presentan y discuten ante la ciudadanía como si las tuvieran, no poseen muchas atribuciones para mejorar la vida de las personas.
Los gobernadores regionales son parte del decorado en el aparato estatal. Carecen de competencias institucionales decisivas, porque nacieron como una contradicción: en un régimen presidencialista y un Estado unitario, la idea de contar con gobernadores regionales elegidos por el voto popular constituye una rareza. Un híbrido que se sitúa en desventaja en el armazón institucional. Que posee capacidades administrativas, pero escasas de gobierno, porque le está vedado tomar decisiones en una serie de áreas clave, como seguridad pública, por ejemplo. La paradójica realidad es que el gobernador regional gobierna poco.
La pregunta es entonces por qué nos damos la molestia de votar por unos individuos que, dada su condición de castrados institucionales, deben contentarse con buscar, con mayor o menor imaginación, según sea el caso, nichos que les permitan salir en los medios y “aparecer haciendo”.
Cuando se introdujo esta figura, se nos explicó que el objetivo era descentralizar y empoderar a las regiones. Hoy, sin embargo, parece claro que la respuesta era harto más simple: el propósito era que la política repartiera más cargos. De hecho, la creación de los gobiernos regionales se ha prestado para la contratación de un número elevado de funcionarios.
Muchos se preguntan por quién votar. Pero gane el que sea, su desempeño no tendrá demasiado impacto. El único efecto real de esta elección es ver qué personaje sale más robustecido, qué partido ocupa más cargos y cómo queda el marcador entre gobierno y oposición. Se trata, podría decirse, de una gran y costosa encuesta sobre la marcha del país, la evaluación de sus liderazgos y el posicionamiento de los partidos y sus representantes. No obstante los debates, los análisis más o menos elaborados, las coberturas extensas, las horas en TV y la “fiesta de la democracia”, no es gran cosa lo que se juega el domingo para el electorado, cuya cotidianeidad se verá solo ligeramente afectada por los resultados.
Nuestras autoridades subrayan a cada rato que “no da lo mismo quién gobierna”. Eso puede ser cierto para elecciones donde se escoge a representantes que tienen atribuciones concretas y fuertes. No es el caso de los gobernadores regionales, un cargo diseñado más para satisfacer la ambición insaciable de nuestra fronda democrática que para servir a la ciudadanía.
Por Juan Ignacio Brito, periodista
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