Columna de María de los Ángeles Fernández: El 8M bajo la ola desdemocratizadora

Columna de María de los Ángeles Fernández: El 8M bajo la ola desdemocratizadora

La tentación es grande. Seguir conmemorando el 8M como siempre en base a reconocimientos y premios, marchas y eslóganes, discursos y celebraciones. Cierta inercia planea sobre una fecha en la que, desde la década de los 70, se recuerdan los derechos conseguidos por las mujeres y lo mucho que todavía falta.

Pero las cosas no son como antes. El cambio cultural, con un momento álgido en el #Metoo, se ha ido diluyendo frente al avance de otros fenómenos tales como las llamadas “guerras de género” (con debates como el de la transexualidad) y la emergencia de la brecha de género intergeneracional.

Oposiciones y resistencias se explican por el auge de una ultraderecha que impugna lo que llama “ideología de género”. Se recurre a ideas como la de “backlash” (reacción) la que, acuñada por Susan Faludi para graficar el antifeminismo que surgió en la época de Thatcher y de Reagan, resulta atractiva pero un tanto estrecha porque ¿cómo entender el silencio del feminismo occidental frente a la violencia sexual que vivieron mujeres israelíes por parte de Hamas el 7-0?, ¿o la pasividad con la que asistimos a ese “apartheid de género” que rebaja al inframundo a tantas que viven bajo la ley Sharía?, ¿o la apropiación de los derechos de las mujeres por parte de autócratas de todo signo que los utilizan para enmascarar sus prácticas autoritarias (“lavado autocrático de género”)?

Lo anterior tiene, como telón de fondo, lo que Steven Forti llama “la primera ola desdemocratizadora del siglo”. La más reciente edición del ranking de las democracias en el mundo de The Economist Unit informa que apenas 6,6% de la población mundial vive en una democracia plena.

Si la erosión de la democracia liberal es una mala noticia para todos, para las mujeres sus consecuencias son nefastas dada su correlación evidente con el reconocimiento de garantías y libertades. Perder tal vínculo de vista pudiera deberse, entre otros factores, a las críticas que recibió por parte de teóricas políticas feministas (¿cómo olvidar el clásico “¿Deben las feministas abandonar la democracia liberal?” de Anne Phillips).

El énfasis colocado en una dimensión, la de la participación, derivó en la preocupación por propiciar la inclusión femenina a partir de mecanismos como cuotas y paridad, desdibujando la importancia, para que las mujeres puedan ejercer sus derechos, de otras dimensiones que están siendo arrolladas por el populismo de derechas y de izquierdas tales como la separación de poderes, la independencia judicial, la rendición efectiva de cuentas, la libertad de expresión o el acceso a recursos de justicia.

De mantenerse la tendencia, no es descabellado pensar que las mujeres deban volver a las calles, tal como lo hicieron antes, reclamando el retorno de la democracia.

Por María de los Ángeles Fernández, doctora en Ciencia Política

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LaTercera.com

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