Columna de Max Colodro: De la violencia verbal

Columna de Max Colodro: De la violencia verbal

Es cierto que la naturaleza de lo político está marcada por una dimensión agonal, donde la lógica de la confrontación muchas veces se juega más en las formas que en el fondo; y en una época donde lo sustantivo parece cada día más difícil de alterar, la batalla por las adjetivaciones termina siendo decisiva. No es casual que esta sociedad de la imagen, de las pantallas y las redes sociales sea un caldo de cultivo para la violencia y la polarización identitaria.

Es una clave epocal, mas no por ello debiera ser aceptada. Al contrario, precisamente por la virulencia que estos fenómenos suponen, el desafío de la convivencia democrática es reforzar sus propios límites, poner un cerco sanitario que impida que todo y todos seamos arrastrados a una controversia vacía, sin argumentos y plagada de insultos. Ese es el estilo de hacer política de Donald Trump, de Nicolás Maduro y, también, de Javier Milei. Una forma de dividir al mundo y a sus propias sociedades, en la que nunca es posible tratar a todos como iguales.

Esta semana, el Presidente de Argentina volvió a insistir en dicha lógica, recurriendo a una caricatura de Gabriel Boric para “poner a los zurdos en su lugar”. ¿Cuál lugar? El del desprecio y la ausencia de consideración, donde el otro pasa a ser un anatema, algo que no es un alguien y no tiene, por tanto, ningún valor. El problema, sin embargo, no es sólo que las palabras construyan realidades. A ello se agrega que la violencia verbal, los discursos de odio, son por lo general el antecedente inevitable de la violencia “no verbal”, es decir, de la violencia física, esa encarnación que termina siendo la única manera en que las palabras pueden adquirir correlatos.

La violencia verbal tiene entre sus objetivos la normalización y la desensibilización de la intolerancia, algo que los chilenos hemos visto resurgir en los últimos años. De hecho, uno de los rasgos del país inaugurado por el estallido social es la normalización de la violencia, su justificación y relativización por razones políticas. Ese ingrediente está hoy día en el centro de muchos de los problemas de inseguridad y de orden público. No verlo es tan delicado como no ver en las descalificaciones de Javier Milei al Presidente de Chile, un insumo y una deriva del mismo fenómeno.

Se puede estar a favor o en contra del programa político y de las reformas económicas que lleva adelante el mandatario trasandino, igual que frente al gobierno de Chile. Se puede ser duro y vehemente en la crítica. Pero cuando se traspasa el límite y se llega a la violencia verbal y la descalificación, estamos en otro plano: hemos desconocido las reglas del juego político y de la convivencia, hemos entrado en un escenario donde ya no cabemos todos y que, más temprano que tarde, terminará apelando al uso de la violencia no verbal. Es lo que hemos vivido en el Chile de estos años y es lo que Javier Milei, de alguna manera, contribuye a mantener vigente.

Por Max Colodro, filósofo y analista político

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LaTercera.com

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