Columna de Max Colodro: Principio de adaptación
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Columna de Max Colodro: Principio de adaptación
Hace algunos años, el ex Presidente Ricardo Lagos predijo que seríamos un país desarrollado antes de terminar la segunda década de este siglo. Ahora un estudio confirma que, a la actual velocidad, no hay ninguna posibilidad de llegar al desarrollo en los próximos cincuenta años. Empezamos a entender que somos las decisiones que hemos tomado.
Este 2024 Chile confirmó su capacidad de adaptación a casi cualquier cosa. En efecto, empezamos a asumir como parte de la normalidad un proceso de deterioro inédito, uno de cuyos rasgos es que ni siquiera alcanzamos a percibir su real envergadura. En muchas dimensiones estamos funcionando como una sociedad semianestesiada y el gobierno insiste en que hay buenas razones para celebrar.
Pero no es fácil encontrarlas. Según el reciente Ipom del Banco Central, Chile tendrá otro año con retroceso en la tasa de inversión, uno de los factores clave que explica por qué nuestro crecimiento tendencial ha terminado por estacionarse bajo el 2%. Como símbolo de sus causas, en estos días se ha reactivado la controversia sobre Dominga,un proyecto minero que lleva más de una década sin que nuestra institucionalidad pueda aprobarlo o rechazarlo. Este largo proceso es un caso emblemático respecto a nuestra debilidad en materia de certeza jurídica y reglas claras para la inversión.
En paralelo, el avance de la inseguridad y la crisis de orden público es también un elemento de este ciclo de adaptación. Fines de semana con más de una decena de asesinatos ya son parte del paisaje; diariamente escuchamos el reporte de los muertos como quien oye el informe del tiempo. Contexto de este drama son las tomas, campamentos y los toldos azules, rostros del Chile emergente, gestionado por dos de sus principales protagonistas: los narcos y el crimen organizado.
La educación pública tampoco se ha quedado atrás en materia de retrocesos. Un reciente estudio confirmó que el aprendizaje de matemática y comprensión lectora ha vuelto al nivel de hace más de una década. En 2014 se dijo que las reformas aprobadas en el segundo gobierno de Michelle Bachelet apuntaban precisamente a mejorar la calidad y la equidad de la educación pública. Esas reformas fueron el caballo de batalla de los dirigentes estudiantiles que hoy habitan en La Moneda. Pero, ante los resultados, nadie se siente con la obligación de explicar nada. Es lo que ocurre también con el cambio en el sistema electoral realizado en 2015, otra panacea de la que nos dejamos convencer, para confirmar en breve sus nefastas consecuencias. Ahora se intenta llegar a un acuerdo para modificarlo con evidente sentido de urgencia, creyendo que es posible hacerlo en un año electoral.
En fin, en eso estamos: en el desafío de acostumbrarnos a las consecuencias de nuestras decisiones y a entretenernos repartiendo culpas por sus consecuencias. Una entretención que se irá haciendo más intensa, sobre todo con un sistema político que no solo no puede construir acuerdos sustantivos para abordar los problemas. Tampoco quiere.
Por Max Colodro, filósofo y analista político
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