Columna de Pablo Ortúzar: La fronda parlamentaria
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Columna de Pablo Ortúzar: La fronda parlamentaria

La elección del senador Manuel José Ossandón Irarrázabal (RN) como presidente del Senado está llena de ecos del pasado. La mayoría recientes. El más dulce para el senador es su venganza contra Felipe Kast (Ev), quien lo humilló en las primarias presidenciales de 2017, dejando en evidencia su ignorancia económica (“cuatro mil trescientos cuarenta y cuatro mil quinientos millones coma cinco dólares”). Ese intercambio abre y cierra con Ossandón refiriéndose indecorosamente a la esposa de Kast, siendo su última línea “hagamos un break para que su señora le haga un cariñito”. Ossandón, eso sí, tenía razón en que Kast estaba apuntando a la senatorial y haciendo de tacleador ofensivo para despejarle el camino a Piñera, lo que resultó.
El segundo recuerdo es la aprobación de los retiros previsionales entre 2020 y 2021, que es el hecho político más grave que enfrentó el gobierno de Piñera. Habiendo logrado sobrevivir el estallido social y enfrentar la pandemia con éxito en el plano sanitario, la administración termina apuñalada por la espalda por varios de sus propios legisladores. Entre ellos, Ossandón, que apoyó tres retiros, siempre lamentándose retóricamete, antes de objetar el cuarto. Nunca se hizo cargo, por cierto, de la crisis inflacionaria producida.
Estos dos recuerdos se mezclan con uno más lejano: el de la oligarquía patronal decimonónica en conflicto con la autoridad presidencial que Alberto Edwards denomina “la fronda”. En Chile el concepto se sigue usando, pero generalmente mal. Su origen remite al periodo de guerras civiles en Francia conocido como “La Fronde” (1648-1653), durante el cual aristócratas y nobles se enfrentaron al Rey Luis XIV para combatir el alza de impuestos decretada por la Corona para hacerse cargo de sus gastos militares. Edwards, que se declara un monarquista, considera que el principal enemigo que ha encontrado el “Estado en forma” en Chile –delineado por Montt, Bello y Portales- ha sido la oligarquía terrateniente, de la cual Ossandón es conspicuo heredero, cuyas lealtades e intereses están atados a los pequeños bastiones donde son fuertes y cultivan una relación paternal con sus clientes. Un mundo de lealtades personales y arbitrariedades, sin doctrina política ni visión de Estado (¿de qué se trata, al final del día, la “derecha social” de Ossandón, por encomiable que suene? ¿Quiere él darle forma realmente?).
Todo esto complica a Matthei, por supuesto. A nivel superficial, daña la imagen de “gobernabilidad” que su candidatura necesita transmitir. Por algo republicanos y socialcristianos apoyaron a Ossandón. Pero en un nivel más profundo genera una advertencia que debería intimidar no sólo a Matthei, sino también a Kast, Kaiser y Tohá, pues la ingobernabilidad anunciada es sistémica y tiene que ver con el conflicto entre los poderes Ejecutivo y Legislativo que fue protagonista del caos político-institucional bajo el segundo gobierno de Piñera, donde el Poder Legislativo fue capaz de desafiar al Ejecutivo atropellando la Constitución impunemente. Toda historia de terror político chilena, además, ha pasado por un choque entre esos poderes.
¿Cómo logró derrotar Luis XIV a los nobles franceses? Entre otras cosas, aliándose con los ingleses, gobernados entonces por Cromwell, parlamentario magnicida de un rey católico, y entregándoles Dunquerque. Piñera intentó una alianza con la DC, pero no resultó. Boric ha navegado apenas parrillando con el 30% y aprobando leyes con votos de derecha, con votos propios en disfavor. Ha tenido suerte de que la oposición no se articuló sacrificialmente en su contra, como le hicieron a Piñera, pero ha debido cederlo casi todo. Mucho más que un Dunquerque, y para terminar en derrota. A eso se refería Cariola con que este gobierno era “lo peor que nos ha pasado”: casi todo el capital político se ha ido en aprobar proyectos ajenos.
¿Cuál es el plan de los candidatos presidenciales para no terminar atropellados por la fronda parlamentaria? ¿Qué están dispuestos a ceder y a quién? ¿No valdrá la pena, en el caso de Chile Vamos, hacer primarias para ampliarse programáticamente y probar resistencias? Una vez que alguien esté sentado en La Moneda, las cartas ya estarán echadas.
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