Columna de Sylvia Eyzaguirre: Pateando piedras
- 2 Días, 11 Horas, 33 Minutos
- LaTercera.com
- Noticias
Columna de Sylvia Eyzaguirre: Pateando piedras
Los resultados de la prueba Timss de matemáticas y ciencias dejan en evidencia la mala calidad de nuestra educación escolar. Chile se ubica en el grupo de países con peor desempeño en matemáticas, muy por debajo del promedio internacional. Si analizamos la evolución en el tiempo, advertimos que entre 2019 y 2023 el rendimiento en 8° básico disminuyó de forma significativa. No solo nuestros estudiantes no cuentan con los conocimientos básicos de matemáticas, sino que además los estudiantes de hoy saben menos que los de hace cinco años. Mientras en 2019, el 30% de quienes rendían la prueba en 8° básico se ubicaba en el nivel de rendimiento más bajo, no alcanzando la escala mínima, el año pasado llegó a 43%. Por otra parte, en 2019, el 32% alcanzaba los niveles intermedio y alto, mientras que en 2023, solo el 23% alcanzó estos niveles. Los resultados muestran que hemos retrocedido 12 años en los logros de aprendizaje.
Otra mala noticia que nos deja esta prueba tiene relación con las brechas de género. Al igual que los resultados del Simce y PISA, Timss muestra que las brechas de género en matemáticas volvieron a crecer de forma significativa en nuestro país. En los últimos diez años, Chile había logrado reducir la brecha en los aprendizajes de matemáticas entre hombres y mujeres. Sin embargo, después de la pandemia, las brechas volvieron a dispararse, perjudicando a las mujeres.
Estos resultados son dramáticos, toda vez que afectan el bienestar y las oportunidades futuras de nuestros niños y jóvenes. La prueba PIAC de la OCDE mide las competencias cognitivas de la población adulta vinculadas al desempeño laboral cotidiano en tres dimensiones: comprensión de lectura, razonamiento matemático y resolución de problemas. Según la OCDE, basados en evidencia empírica, estas habilidades son un factor determinante en la empleabilidad y en los salarios, y están estrechamente relacionadas con el bienestar individual (salud y satisfacción con la vida) y el compromiso cívico. En las tres dimensiones que mide PIAC, nuestro país se ubicó en el último lugar, muy por debajo de Portugal y Polonia, que ocuparon el penúltimo lugar en el ranking, marcando una distancia abismal no solo con el promedio de la OCDE, sino que incluso con los países de peor desempeño. Mientras el 44% de los adultos en Chile presenta bajas competencias en las tres dimensiones, el promedio de la OCDE es de 19% y el de Japón 7%. Para que se hagan una idea, nuestros adultos con enseñanza media completa tienen competencias similares a los adultos de la OCDE sin enseñanza media. De hecho, nuestros adultos con educación superior completa tienen competencias similares al promedio de los egresados de enseñanza media en la OCDE.
La gran mayoría de nuestros niños y jóvenes asiste 14 años a la escuela en jornada escolar completa. De hecho, somos el país de la OCDE que más horas de colegio al año tiene y, sin embargo, nuestros niños no están aprendiendo lo que deberían. ¿Por qué? ¿Qué estamos haciendo para revertir estos resultados? ¿Cómo podemos aceptar que el 50% de nuestros jóvenes se encuentren en el nivel insuficiente de comprensión lectora y matemática? ¿Qué reflexión están llevando a cabo las universidades que son las que forman a los docentes? Nos hemos pasado 14 años discutiendo sobre lucro, copago, selección, hemos cambiado la institucionalidad de la educación, pero seguimos desatendiendo la última milla, a saber, la interacción entre el docente y el estudiante en la sala de clases. Nos preocupamos demasiado de las bases curriculares y de promover las actitudes y competencias transversales, pero nada de ello queda en los textos escolares que son el material de trabajo en el aula. Hemos construido una prueba de diagnóstico docente, pero esta no ha sido capaz de fortalecer la formación inicial de los docentes en algo tan básico como la enseñanza de la lectoescritura y matemáticas. Necesitamos concentrar los esfuerzos en lo que realmente importa; nuestros niños no pueden seguir esperando.
Por Sylvia Eyzaguirre, investigadora CEP
Comentarios