Columna de Teodoro Ribera: Chile en la geopolítica de la tecnología
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Columna de Teodoro Ribera: Chile en la geopolítica de la tecnología

La rivalidad entre EE.UU. y China ha trascendido el ámbito comercial y se ha intensificado en el campo tecnológico, factor clave en la configuración del poder global contemporáneo.
Históricamente, el equilibrio de poder global no solo ha estado determinado por la geografía o la demografía, sino también por la tecnología. La invención del caucho sintético en 1909 redujo la dependencia al natural proveniente del Sudeste Asiático. Igualmente, la producción sintética de amoníaco marginó la relevancia estratégica del salitre chileno durante la Primera Guerra Mundial, y finalmente la creación del motor de combustión interna consolidó la importancia del Medio Oriente, debido a sus reservas petroleras. Hoy, en un mundo de rivalidades geopolíticas, la tecnología vuelve a desempeñar un papel central en la redistribución del poder.
La confrontación entre EE.UU. y China ha llevado a un endurecimiento de las políticas de control tecnológico del primero. Bajo el primer mandato de Trump, las restricciones se centraron en aranceles y sanciones a empresas chinas. Con Biden, se intensificó su limitación a semiconductores avanzados y otras tecnologías críticas, en un intento por ampliar la brecha tecnológica y asegurar la supremacía estadounidense. Sin embargo, queda por verse si esta estrategia resulta efectiva o si, por el contrario, acelera la innovación tecnológica en China y otros países, debilitando la posición de EE.UU. a largo plazo.
Para un país como Chile, cuya política exterior ha estado tradicionalmente anclada en el multilateralismo y la apertura económica, el actual reordenamiento plantea desafíos y oportunidades. La hegemonía tecnológica está redefiniendo el poder global, y con los centros de innovación alejados del hemisferio sur, se vuelve crucial identificar los riesgos y debilidades, y potenciar nuestras ventajas estratégicas. Nuestro país posee atributos geopolíticos claves, como su proximidad a la Antártica, el control de pasos interoceánicos críticos, y vastos recursos marítimos y mineros en un marco de creciente presión sobre estos.
La tecnología puede permitir capitalizar estas ventajas y consolidar una posición relevante en la economía del futuro. Invertir en tecnologías para la explotación sustentable del mar, la investigación polar y la digitalización de rutas comerciales podría posicionar al país como un actor más significativo en el nuevo orden global.
Para ello, nuestra política exterior debe desempeñar un rol estratégico, diversificando alianzas, fortaleciendo su inserción en cadenas de valor tecnológicas y garantizando un acceso equitativo a innovaciones críticas. La tecnología ya no es solo un motor de desarrollo económico, sino un elemento fundamental en la construcción de poder.
Enfrentar este desafío con una política prospectiva y una estrategia de innovación alineada con intereses nacionales podría convertir la posición geográfica de Chile en una ventaja tangible.
Por Teodoro Ribera, rector U. Autónoma de Chile y ex ministro de Relaciones Exteriores
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