Con tensión en alza, la política ya ingresó en zona de campaña
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Con tensión en alza, la política ya ingresó en zona de campaña

Todo se va cargando de cálculo electoral. La inseguridad, Bahía Blanca y la marcha y la violencia frente al Congreso se suceden en ese clima. Además, corren los desafíos locales. Arranca Santa Fe, el calendario porteño suma fechas clave y crece la expectativa bonaerense
La Cámara Nacional Electoral acaba de formalizar el calendario para los comicios de este año: suspendidas las PASO -el dato oficial esperado para precisar las fechas- quedó anotado el domingo 26 de octubre. Resulta muy lejos de las preocupaciones cotidianas de cualquiera y hasta puede ser explotado como un alivio, pero no es un camino sin escalas. Al revés, son muchos los capítulos que ya inquietan al Gobierno y a la oposición, según el caso. Por lo pronto, acaba de arrancar la carrera en Santa Fe, que va a las urnas en menos de un mes. Se vienen quince días decisivos para la elección porteña, prevista para mayo, mes en que también votarán Salta, San Luis, Chacho y Jujuy. Para completar, es probable que se precipiten las decisiones en la provincia de Buenos Aires.
Por supuesto, además de la agenda, el clima está siendo marcado por una creciente tensión política, en un tablero que cruza movimientos y cargas diseñadas por el círculo de Olivos, espacios de la oposición, jefes sindicales y organizaciones sociales. En los dos últimos casos, se nota un llamativo despertar. Y en el resto, un juego en que por decisiones propias y especulaciones ajenas, el Gobierno ve desafíos tal vez impensados en sus planes de escritorio -por ejemplo, el tema de la Corte- y sube el volumen de su discurso duro mientras encara negociaciones legislativas y con jefes provinciales, en primer lugar para sostener el objetivo central del DNU por el acuerdo que se negocia con el FMI.
La confrontación sin matices, como elemento dominante y conceptual, se mezcla con las necesidades propias. Es posible señalar como virtual lanzamiento de campaña el discurso de Javier Milei ante la Asamblea Legislativa, hace dos semanas. Pero lo más expresivo y a la vez inquietante se precipitó después, con el fondo de telones dramáticos. Primero fue la inseguridad, por el caso de la chiquita asesinada en La Plata, y después el desastre de Bahía Blanca. El Gobierno buscó confrontar sobre todo con Axel Kicillof, sobrevino una mínima tregua y trepó otra vez la disputa, con la exposición más abierta de uso político por parte de Cristina Fernández de Kirchner.
La escalada siguió. La marcha del jueves último frente al Congreso terminó con una violencia anunciada. Lo venía anticipando la participación central de promotores montados sobre el reclamo de jubilados: barras, con terminales y tareas asociadas al delito y a la zona oscura de la política. Lo que ocurrió, sin embargo, no explica la nueva entrega en tono de grieta. El oficialismo mostró una cerrada defensa de toda la actuación de fuerzas de seguridad, con cálculo de conveniencia política llevado al extremo de denunciar un intento golpista. En la otra vereda, la negación de la violencia también pintó un cuadro de campaña. Hubo, por supuesto, incluso con repercusión interna, declaraciones más centradas.
El punto más crítico es la grave situación del fotógrafo Pablo Grillo, malherido por una cápsula de gas lacrimógeno que fue disparada directamente contra el reportero y no para dispersar. Las imágenes conocidas después van en contra del argumento inicial de Patricia Bullrich. El episodio es investigado con colaboración de la policía porteña. Es un tema que no puede quedar en una nebulosa y menos, justificado, porque sería una pésima señal incluso al interior de las fuerzas de seguridad. Eso no niega la investigación sobre la violencia armada en la marcha. Son dos líneas que hacen al estado de derecho.
En ese clima enrarecido, se terminó de abrir el año electoral. Y los rubros centrales, vinculados a internas y alianzas -que involucran al oficialismo y las distintas expresiones opositoras- empiezan a jugarse por distrito, con lectura nacional que no es mecánica pero que se anticipa en el tiempo a los plazos del cronograma nacional. En ese plano, recién agosto sería un primer mes determinante, porque deben quedar cerradas alianzas y candidaturas para la competencia de diputados en todo el país y senadores, en ocho distritos.

Mucho antes, se ha dicho, es el turno de Santa Fe, que va a las urnas para consagrar convencionales constituyentes. El viernes comenzó la campaña y el domingo 13 de abril se vota. La provincia, además de ser tercera en el ranking por cantidad de electores, presenta una particularidad llamativa: el oficialismo local, con Maximiliano Pullaro a la cabeza, mantiene básicamente la fórmula de coalición similar a lo que fue JxC a nivel nacional.
No sólo eso. La versión libertaria correrá sola con el diputado Nicolás Mayoraz. Por ahora, el Presidente no se expuso abiertamente, aunque sí Karina Milei, que acaba de ratificar su respaldo en el inicio de la campaña. Hay quienes en el oficialismo nacional prestan atención o apuestan sin mostrarse por Amalia Granata, que corre con sello propio. En el peronismo, las fisuras expresan aún el impacto de la derrota del 2023. El PJ se asoció con Juan Monteverde, de perfil más kirchnerista y sello de movimientos sociales, mientras que el senador Marcelo Lewandowski compite con la marca de su agrupación. Hay además otras astillas. Y se verá cómo reagrupa para el turno nacional.
Es una experiencia que tienta a algunos radicales y amarillos, aunque, se sabe, es difícil proyectar a otros escenarios locales y menos aún, alimentar cálculos nacionales. La experiencia impone la cautela que dejan trascender desde esas filas en este inicio de anticipos electorales: el 2023 dejó un mapa de gobiernos provinciales sin uno sólo de LLA, pero eso no se tradujo en la carrera presidencial que consagró a Milei unos meses después.
Por lo pronto, las definiciones en la Ciudad de Buenos Aires entran en etapa decisiva antes de los comicios santafesinos. El cronograma porteño marca que el miércoles que viene deben ser anotadas las alianzas y diez días después, los candidatos. La competencia fue desdoblada para el 18 de mayo y sin PASO. El mayor foco está puesto en la relación del PRO y LLA. Mauricio Macri viene trabajando para conservar el capital propio y, sobre todo luego del discurso presidencial en Davos, es visible la diferenciación de Jorge Macri y la tensión con Olivos.
Ese contexto, que entusiasma al peronismo/kirchnerismo en el imaginario de una disputa de tercios, deja en situación más complicada a espacios como la UCR. El tablero era previsible y en todo caso, el desenganche de la elección porteña acelera decisiones. Está en juego la relación del PRO con Olivos, y a la vez la disputa de liderazgo en la interna amarilla, con Bullrich jugando fuerte para esmerilar a Macri y Karina Milei operando fuerte en el distrito. Por supuesto, nada es estático y los acontecimientos nacionales tienen su propia dinámica.
Esa tensión corre hacia adelante y supera los límites porteños. Se verá si se traslada a una disputa directa, como cabezas de lista, camino a octubre. Y cómo impacta en la provincia de Buenos Aires, donde predomina la incertidumbre y las peleas domésticas dominan el juego. Kicillof debe decidir si empuja el desdoblamiento de las elecciones, en el contexto de su pulseada con CFK y de las presiones opositoras. El calendario hace lo suyo y ya sacude a la Legislatura bonaerense. Tal vez en una semana o diez días quede jugada la ficha. El impacto nacional está asegurado.
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