Cuando a la policía no le divierten los chistes
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Cuando a la policía no le divierten los chistes
El valor de un chiste no siempre se mide por las carcajadas que provoca, sino por los cabreos. Según quién, cómo y cuánto se mosquee, se puede evaluar la calidad democrática de una sociedad o de parte de la misma de una forma mucho más precisa que los informes anuales de The Economist. Podríamos hacer una clasificación de democracias según el grado de tolerancia de sus mandamases a la burla. Uno de los parámetros elementales sería el aguante de las fuerzas y cuerpos de seguridad: la grandeza de la democracia se mediría en el tiempo que pasa entre que el uniformado escucha la broma y echa mano a la porra. Si no la saca, la democracia es plena. Si llegara a reírse, la democracia sería perfectísima. No pido tanto: basta con que encaje los chascarrillos como los beefeaters de Buckingham.
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