Cuando Chile desembarcó en Pisagua: la sorpresiva y exitosa primera operación anfibia de la historia
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Cuando Chile desembarcó en Pisagua: la sorpresiva y exitosa primera operación anfibia de la historia
Hacia noviembre de 1879, con el dominio del mar tras la captura del Huáscar, el gobierno de Chile tomó la iniciativa para llevar la guerra con Perú y Bolivia al siguiente paso. Con Antofagasta en manos nacionales desde febrero de ese año, el Ejército chileno inició la fase terrestre de la Guerra del Pacífico. Para ello, se fijaron en la región peruana de Tarapacá. Así lo explica a Culto el historiador Rafael Mellafe, especializado en historia militar. “El objetivo de la campaña era tomar la rica zona salitrera y utilizarla como moneda de cambio para terminar la guerra”.
Pero había que empezar desembarcando al ejército en una zona. Y tras un exhaustivo y sigiloso análisis, el ministro de guerra en campaña, Rafael Sotomayor (el hombre que representaba al presidente en el teatro de operaciones) dio con el punto crítico. Pisagua. ¿Por qué se eligió esa ciudad? Mellafe explica: “Después de estudiar varias alternativas como Pabellón de Pica, Molle y otros, se eligió Pisagua por varios motivos. Primero una bahía más bien protegida del viento y por tanto con ola corta que no dificultara el traslado de hombres a los botes. Un muelle con algún tipo de grúa para desembarcar material más pesado, ferrocarril para subir a Hospicio de Pisagua al contingente que iba llegando a la playa y, por sobre todo, una fuente de agua dulce más o menos cerca”.
Así, Sotomayor fue el hombre clave de la operación. “El ministro Sotomayor planificó toda la operación de carga de los buques, la cantidad de alimento y agua que se debía llevar, las tropas que iban a desembarcar y, quizás lo más importante, el carguío de los buques en subir primero lo último que se va a ocupar y subir como último lo primero que se va a utilizar, lo que hoy se conoce como “Teoría de colas " en FIFO (First In First Out) y LIFOP (Last In First Out)”, señala Mellafe.
Por entonces, Pisagua no era más que una pequeña localidad de la región, siendo Iquique la ciudad principal. Tenía una bahía algo estrecha. “Protegiendo a la Bahía de Pisagua había dos fuertes. El Fuerte Norte con un cañón Parrot de 100 libras y por el sur, el Fuerte Pichalo con una pieza de similares características. El alcance de ambos cañones cruzaba la rada de la bahía y, en consecuencia, podría destruir las naves que entraran en ella”, dice Mellafe.
“Además de lo anterior, estaban estacionados 1.400 soldados del Ejercito Aliado divididos en dos batallones bolivianos -el Independencia y el Victoria-, al mando de los coroneles Pedro Pablo Vargas y Juan Granier respectivamente, fuertes en 964 hombres pertenecientes a la División Villamil, y las fuerzas peruanas compuestas de artilleros y hombres de infantería en numero de 445 soldados, al mando del coronel Isaac Recabarren”, agrega el historiador, y apunta que la presencia boliviana en la zona -peruana- tenía que ver con el tratado entre ambos países. “Debemos recordar que Bolivia y Perú habían firmado un Tratado de Defensa Mutua en 1873 y debían aliarse en caso de ser atacados por una ‘tercera potencia’. Esta es la razón de que en Tarapacá en 1879 existían fuerzas peruanas y bolivianas operando en forma conjunta, todas al mando del general peruano Juan Buendía y Noguera”.
Además de su defensa militar, la geografía del lugar daba cierta ventaja a los defensores. “La lengua de tierra que forma la playa entre los puntos mencionados (N. de la R: el norte y el sur) es angosta y muy accidentada, y está bordeada en la orilla del mar por rocas, que son posiciones admirables desde las cuales el soldado en acecho dispara de mampuesto -dice el historiador Gonzalo Bulnes en su clásico libro Guerra del Pacífico-. Pisagua se puede comparar a una casa de varios pisos. Para asaltarla había que tomárselos de uno en uno, subiendo las pendientes escaleras con suma dificuItad, y sus defensores favorecidos por la inclinación del tiro, por el cansancio que el escalamiento produce en los asaltantes, se correrían de un piso a otro a medida que su posición fuera forzada. Por exagerada que pareciera esta comparación se ajusta a la verdad”.
Una bandera en un poste
Sin tiempo que perder, la operación comenzó a desarrollarse a las primeras horas del 2 de noviembre de 1879. A las 7 de la mañana, los barcos de guerra chilenos se presentaron frente a la bahía de Pisagua. El Cochrane y la O’Higgins, por un lado, con la misión de atacar el fuerte sur; y por el otro, la Magallanes y la Covadonga para encargarse del fuerte norte. A costa de cañonazos comenzaron a hacer estragos en las defensas aliadas.
“Los admirables artilleros chilenos daban todos en el blanco. En cambio los tiros del fuerte pasaban por alto de los atacantes. Un balazo de a bordo voló la cabeza al oficial peruano don R. Tamayo; otro mató al Capitán Becerra, otro al Comandante Rivadeneira, otro al Ayudante Latorre Bueno, y junto con los oficiales caían soldados, y el recinto cerrado con sacos de arena empezó a llenarse de cadáveres y de sangre coagulada”, señala Gonzalo Bulnes en su citado libro.
Tras ablandar la resistencia enemiga, la operación siguió con el paso siguiente. El desembarco, toma de playa y de la ciudad. Comenzó cerca de las 10 de la mañana, según consta Gonzalo Bulnes en su libro. Según cita este historiador a partir de los partes de batalla, fue un oficial naval de la dotación del transporte Loa el primero en saltar a la arena. “El teniente Barrientos fue el primer chileno que saltó en tierra en la playa Norte, llevando una bandera nacional que plantó sobre una prominencia del terreno en medio de una lluvia de balas que solo perforaron su traje”.
Rafael Mellafe comenta cómo fue la operación. “Luego del primer desembarco en Playa Blanca, vino una segunda oleada de 900 hombres (aproximadamente) que saltó a tierra en Playa Guata y desde ahí las fuerzas chilenas comenzaron a subir la gran duna, como también por la línea del ferrocarril hasta desalojar al enemigo de la ciudad y hacerlos retroceder hacia Hospicio de Pisagua”. Y un detalle más: “Todo esto fue hacho básicamente por los soldados del Batallón Atacama y el oficial de esa misma unidad, Rafael Torreblanca, fue el que hizó una bandera chilena en un poste del telégrafo, que aun se conserva, anunciando la victoria para Chile”. El Atacama, el llamado “Batallón de los curitas” por su uniforme de color negro, tendrá una participación importante en la Batalla de Dolores, ocurrida pocos días después.
Fue a las 15.00 horas del 2 de noviembre cuando la bandera chilena puesta en el poste del telégrafo según Gonzalo Bulnes, y eso marcó la victoria. A partir de ahí, las fuerzas aliadas se retiraron para replegarse en Iquique. La operación de Pisagua había sido un éxito. Sin quererlo, Sotomayor había organizado algo que dejó historia, pues en términos militares, se le considera la primera Operación Anfibia de la historia. Así lo destaca Rafael Mellafe.
“Pisagua fue la primera Operación Anfibia de la historia ya que contó con el uso del fuego naval para ‘ablandar’ las posiciones enemigas. Una vez que las fuerzas tocan playa, el fuego naval eleva los tiros para dar cobertura. Uso de barcas de fondo plano llamadas ‘Chalanas’ que permitían llegar con caballería y artillería a la costa. Como se dijo, la correcta carga de los buques LIFO”. Y un dato extra: “En las operaciones navales posteriores como los de la IIGM Normandía, Casablanca, Tarawa, Filipinas, etc nos encontramos con los mismos elementos de planificación, embarque, desplazamiento y ataque que los utilizados en Pisagua”.
El desembarco y toma de Pisagua fue recreado munuciosamente al inicio de la novela Aguafuerte (Planeta, 2023), del escritor nacional Simón Soto.
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