Cuatro razones para el bochorno de George Harris en el Festival de Viña

Cuatro razones para el bochorno de George Harris en el Festival de Viña

Una rutina aburrida

Parece de perogrullo, pero la primera obligación de un humorista es hacer reír al público. Y en los eternos 45 minutos de su rutina, sencillamente George Harris no hizo reír al público. Su rutina partió lenta, a momentos inconexa, sin remate, y pese a que tenía buena parte del público a su favor -sus compatriotas-, no arrancó risas. De manual es que al chileno le gusta el chiste corto, con remate, ingenioso, divertido, rápido, descreído. Y Harris no ofreció nada de eso. Además, se mostró desafiante con el Monstruo, lo que cavó su tumba definitiva.

Un estilo que no funcionó en Chile

Esto no prendió. Desde la previa se comentó que la apuesta por un comediante de Miami, que se presenta de forma habitual con el público latino de Estados Unidos, generaba dudas. Y en esto hay una razón cultural que nadie pareció reparar: los latinos de EE.UU. y el Caribe no se ríen de lo mismo de lo que se ríe la gente del Cono Sur. Y la apuesta no resultó y nunca cuajó. Nunca ha sido fácil para los humoristas foráneos encajar con la Quinta Vergara. Así fue esta vez. No hubo match posible.

Arrogante y desafiante

Cuando un humorista comienza a tener pifias en su rutina, debe tener un Plan B para echar mano e intentar revertir el marcador. En su rutina del 2024, Luis Slimming tenía lista una batería de chistes cortos “por si acaso”, pero acá, Harris cometió el peor error de todos: ponerse a pelear con el público. Tal como Jani Dueñas en 2019, Harris respondió con arrogancia: echó encima su trayectoria, sus años de circo, incluso, en un momento le dijo a alguien que le gritó “fome” algo que solo empeoró las cosas: “Ojalá tengas la carrera que tengo yo”. Apagar el fuego con bencina nunca funciona.

Una agonía prolognada

Remecido por lo que estaba viviendo, a los 11 minutos de su presentación dijo: “Si quieren que me vaya, yo no tengo problemas y me voy”, y comenzó a irse. En ese momento, entraron los animadores Karen Doggenweiler y Rafael Araneda, quienes -inexplicablemente- comenzaron a pedirle a Harris que se quedara y que continuara. Eso hizo que permanciera en el escenario otros largos 34 minutos, totalizando 45. ¿Sirvieron de algo? De nada. Totalmente innecesarios.

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LaTercera.com

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