Cuba. De todo y hasta un poco más

Cuba. De todo y hasta un poco más

Aquí cada 1ro. de enero es también la recordación cotidiana de que los nuevos comienzos -en el sentido social y liberador del término- sí existen.

Mario Ernesto Almeida Bacallao. “Granma”. La Habana. 1/1/2024. No tuvo un gran sepelio este 2024. Tal parece que su paso resultó un tanto mal visto y en el lecho de muerte le reprocharon de todo y hasta un poco más.

El año 2025, aún demasiado joven como para trazar tendencias, tampoco comenzó tan amable. Los principales titulares de la prensa internacional han tenido bastante repetida la palabra muerte. La pirotecnia robó la vida a cinco personas en Alemania, la defensa de un auto mató a diez en Nueva Orleans, el Ejército sionista ya asesinó a más de 20 palestinos en la Franja de Gaza…

Hasta las noticias aparentemente bellas parecen tener algo terrible detrás, como las algas bioluminiscentes que hoy están tiñendo de azul brillante las costas de Tasmania en las noches, pero también arrasan con el resto de la vida marina adyacente; o las auroras boreales inigualables que, según dicen, pudieron observarse esta primera tarde-noche del año en Finlandia y, sin embargo, eran fruto de una llamarada solar que impactó contra el planeta.

Así las cosas, por ahí… Pero estamos en Cuba y tenemos que hablar un poco de ella, que es lo mismo que hablar sobre nosotros y nosotras. Nosotros y nosotras, que necesariamente -no hay que repetirlo mucho- tampoco tuvimos el mejor año.

La gente demasiado pragmática anda diciendo que el fin de año no sirve para nada, que todo es mentira, que estas fechas solo sirven al mercado. Y eso no es exactamente mentira, pero hay que decir que el fin de año, así como las interpretaciones posibles y acaso liberadoras de las navidades, también son nuestras, en tanto las hemos habitado y nos habitan de cualquier forma y en tanto las entendamos como espacio de disputa. Toda la belleza está en disputa.

Incluso si borrásemos estos días bien marcados de un plumazo, el momento metodológico de un antes y un después igualmente tendría su utilidad; ese instante de sentarse a pensar en lo que uno o una ha sido en el pasado inmediato y en lo que sueña con ser en el no menos inmediato tiempo que ya empieza.

No está nada mal y hacerlo en alta voz cada vez se entiende menos como síntoma de locura. No está nada mal dedicar un momento a sentir vergüenza por lo vergonzoso que se ha hecho. No está nada mal quedarse un rato riéndose bajito, como con nostalgia y orgullo, de lo bueno que concretamos. No está mal que escuchen, porque está bien que se sepa que uno o una tiene vergüenza, nostalgia, orgullo y que, a pesar de todo, ha tratado de hacer cosas bien.

Y está bien que haya fin de año, aunque el nombre de los meses sea una convención social, que no se puede ser tan pesado en esta vida y hay que soltarse -con “reparto” si es preciso, sin susto-, sobre todo en la parte en la que se empiezan a pedir deseos.

¿Qué habremos pedido, eh? ¿Además de las ya manidas, y aun así imprescindibles, prosperidad y salud?

Hay quien pide cosas muy simples, como un abrazo, una llamada o mensaje, que la próxima pirotecnia casera del vecino, como pasó con la anterior, no vuelva a dar contra la ventana de la casa. Hay quien pide paz, felicidad, gloria y cosas así de grandes y abstractas que en realidad llevan el tamaño variable de cada pensamiento.

Hay quien pide lo que aquellos protagonistas de El Mago de Oz: tener corazón, como anhelaba el hombre de hojalata; tener cerebro, como pedía el espantapájaros; tener valor, como añoraba el león; poder siempre regresar a casa, como soñaba la niña.

Ello no sería pedir poco: sensibilidad, pensamiento, coraje, que el futuro no me aleje de lo que he sido y donde he estado, de lo que sueño.

Pero ya se decía arriba, que estamos en Cuba, y aquí cada arrancada de año lleva un plus. Aquí -y no solo aquí- cada 1ro. de enero es también la recordación cotidiana de que los nuevos comienzos -en el sentido social y liberador del término- sí existen.

A veces las personas insisten en separar lo inseparable. La Revolución Cubana, 66 años después, si algo sabe, es que nada mundano le resulta ajeno.

A veces las personas temen “ensuciar” lo sagrado. La Revolución Cubana, 66 años después, confirma que algo sagrado es la justicia, y que la justicia la puede terminar haciendo cualquiera, incluso con las manos, los pies, el pasado y hasta el futuro sucios.

Rumbo a sus 67, la Revolución Cubana también necesita, como la más común de las personas que la hacen y conforman, disputarse minuto a minuto la belleza toda.

La Revolución Cubana igualmente necesita de la vergüenza individual y colectiva, de las nostalgias, del orgullo, el bien como táctica y estrategia; de todo eso para poder seguir multiplicándolo, porque la Revolución tiene que vivir de multiplicar.

En la Revolución cabe -y pueden alcanzar su mayor potencia- el abrazo, la llamada, el mensaje, el deseo, el “reparto”, la pirotecnia defectuosa del vecino, la quema nocturna y ardiente y luminosa de todo lo que ha estado mal, la salud, la prosperidad, la sensibilidad, el pensamiento, el coraje, el futuro, el pasado, lo sagrado, lo sucio, lo limpio, lo concreto, lo imposible, el sueño, la paz, la felicidad, la gloria y cosas así de grandes y abstractas que en realidad llevan el tamaño variable de cada pensamiento…y hasta el arbolito con la noche buena, la vieja, la nueva y los tres reyes magos.

La historia -la nuestra- ha demostrado que, además de posible, es necesario.

Foto: Ilustración

 

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ElSiglo.cl

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