De los concursos de “falsos Paul Mescal” a los gemelos Matamoros: ¿por qué nos fascinan los dobles?
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De los concursos de “falsos Paul Mescal” a los gemelos Matamoros: ¿por qué nos fascinan los dobles?
Está sucediendo mientras lee estas líneas: se han vuelto a poner de moda los dobles. Primero fue una reunión de dos mil personas en el Washington Square Park de Nueva York para encontrar la réplica perfecta de Thimotée Chalamet, bendecida por la presencia, guiño chapliniano mediante, del propio actor. Después, un concurso de imitadores de Paul Mescal en Dublín. Más tarde hubo otro de dobles de Jeremy Allen White en Chicago. Luego, uno de Harry Styles en Londres. Y por último, el regreso de Melania Trump, conocida usuaria del recurso del trampantojo distractivo, a la Casa Blanca. Asistimos a una catarata mediática de furor por la duplicidad. Y una pregunta parpadea: ¿a santo de qué ahora, justo cuando más fácil es clonar a una persona gracias a la Inteligencia Artificial, revive el encantamiento del parecido físico perturbador?
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