Del tono “cantadito” a tirar “factos” y estar “basado”: cómo cambió el hablar de los chilenos en las últimas generaciones
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Del tono “cantadito” a tirar “factos” y estar “basado”: cómo cambió el hablar de los chilenos en las últimas generaciones
La imagen es, en el fondo, una tabla básica de Excel que contiene ocho palabras resaltadas en negrita y, a un lado, su significado. Algo así como un pequeño diccionario (muy) artesanal. Al echar un primer vistazo, algunas de esas palabras se hacen más conocidas que otras. Real, playa o devorar, por ejemplo. Pero lo llamativo aquí es que sus definiciones son otras. Real, según se sugiere, “se emplea para dar énfasis ante la certeza”. Le sigue una muestra para su uso: “El Melvin es la cumbia, real”. Playa sería, en tanto, “estar relajado o tranquilo”. Se ocupa así: “Estoy playa”. Y Devorar supone “hacer algo destacablemente bien, dejando impactado a quien te observa”.
El resto se divide en cinco palabras que abundan en redes sociales. Shippear, que viene a ser el “interés o deseo de ver a dos personas juntas”. Doxear, o bien “revelar información de alguien”. Basado, poco menos que un título que se le otorga a “quien dice a viva voz verdades duras que nadie se atreve a decir”. Mi shan, sinónimo de “mi hermano (mi sangre)”. Y, finalmente, Factos o “verdades radicales”.
Lo anterior, cuenta Ricardo Martínez-Gamboa, doctor en Lingüística y académico de la Universidad Diego Portales, es una breve compilación de lo que le han enseñado sus alumnos. Evidencia que luego recolecta en un archivo personal para mantenerse al tanto de las novedades del léxico local. En síntesis, palabras que le permiten entender o entenderse con los más jóvenes, pero que probablemente nunca empleó ni, menos, piensa emplear.
Al contrario, Martínez-Gamboa pertenece a una generación que, dirá más tarde, compone “una especie de lingua franca”. O sea, “una forma de hablar más o menos estándar”. Con 55 años y la historia que ha pasado por delante suyo, el autor de Clásicos AM parece convencido de que el tiempo se llevó -o está en vías de llevarse- sonidos tan típicos de los noventas como el “sh”, así como lo hizo con los acentos más rurales y decenas de palabras. También sostiene que se acortaron las brechas de pronunciación entre los sectores más populares y los “cuicos”, y que apenas un ínfimo sector de los más viejos, los que superan la barrera de los setenta años, conservan sus formas.
Es más, si revisamos el escaso material visual que persiste de los años sesentas o setentas, incluso programas o publicidades de unas décadas más adelante, es posible notarlo. Al margen de algunos dichos, la rapidez, el ingenio, el uso de diminutivos, los garabatos, los eufemismos, esa tendencia a deformar y recortar palabras: el tono de aquel entonces era otro. Jóvenes y adultos que incorporaban sonidos diferentes al pronunciar una frase. O, dicho de otro modo, hablaban “cantadito”.
¿Está de acuerdo con la idea de que ha cambiado la manera de hablar de los chilenos y no sólo por el contenido (las palabras) sino que también por la forma (el tono)?
Estoy de acuerdo. Lo que se dice básicamente en lingüística es que cada generación habla a su manera. Que conviven en un mismo momento vocal tres o cuatro generaciones que tienen sus formas de hablar. Ahora, lo más típico es que se investigue por el léxico más que por el sonido, porque antes no teníamos mucho registro de sonido. Pero, claro, en la actualidad eso ha mejorado fundamentalmente con las grabaciones. Las grabaciones permiten que se pueda ver cómo la gente habla. Antiguamente no había tantas grabaciones de investigación, pero cuando aparecieron las radios cassette eso empezó a mejorar. Y efectivamente la pronunciación ha ido cambiando: por ejemplo, hay sonidos que ya no se ocupan, como decir Shile o decir ashí. Esas son pronunciaciones que están en decadencia, en el sentido de que ya no se ocupan tanto.
¿Cómo se explican estos cambios?
La forma de hablar se ha aplanado, y una de las explicaciones de eso, es que los grupos sociales se mezclan más, sobre todo en el ámbito universitario. Entonces, se empieza a producir como una especie de lingua franca, es decir, una forma de hablar más o menos estándar, y eso se ha estandarizado mucho. Con excepción, por supuesto, de la gente de mayor edad, personas de setenta u ochenta años, que todavía hablan como hablaban hace 50 o 60 años atrás.
Queda la impresión de que hace 50 años, precisamente, se hablaba más “cantadito” o, en ocasiones, incluso más fluido. ¿Era efectivamente así?
No, lo de la fluidez yo diría que no es así. En general, la fluidez es un concepto medio jabonoso en lingüística. Pero, claro, efectivamente antes la gente hablaba con un sonsonete más similar al del sur o al del norte, sobre todo el sur por la inmigración que se produjo desde los años cuarenta, cincuenta, sesenta desde el campo a la ciudad. La migración campo-ciudad hacía que el habla rural o el habla del sur de Chile, que era predominantemente rural, apareciera en ciudades metrópolis como Santiago o Concepción. Sin embargo, esas generaciones ya han fallecido o han ido desapareciendo, o están muy circunscritas a un número de gente que es más minoritario. Entonces, se ha producido como una nueva versión. Pero la explicación de ese “cantadito” tiene que ver con que la migración del campo a la ciudad hizo que en las ciudades se pudieran escuchar voces que venían de otros lados.
¿Por qué se fue perdiendo esa forma con el pasar de los años?
La forma de perderse tiene que ver con el mismo paso de los años.
¿Cómo se podría definir el cambio del habla de los chilenos, o su evolución, si la hay?
Yo diría que la evolución mayor tiene que ver con hitos. Muchos lingüistas plantean que la evolución no es continua, sino que se produce saltacionistamente, vale decir, hay momentos en los cuales se producen unas evoluciones más rápidas, típicamente por el lenguaje juvenil. Yo diría que los tres grandes hitos son los años 60, con La Nueva Ola; los años 80 con el rock latino, para poner un paralelo con la identidad juvenil, y después, en los años 2000, con todo el tema de los pokemones, la introducción de las redes sociales, lo que tiene que ver con el trap. Y en ese sentido, la evolución más actual tiene que ver con que en Chile estamos hablando más como en otras partes de Latinoamérica.
Tiene que ver la TV y el Internet, imagino…
Ponte tú, viendo a Luisito Comunica, uno ocupa cosas como “chido”, o viendo a Te Lo Resumo Así Nomás puedes ocupar cosas como “copado”. Entonces, hay mucha terminología que es latinoamericana y que ya viene, por supuesto, desde el Cartoon Network, que tenía un habla que era más mexicana fundamentalmente. Además, la inmigración ha favorecido mucho eso también. Entonces, una de las cosas que ha pasado es que hoy día Chile no está tan aislado como antes, por lo tanto, el habla chilena se está empezando a parecer más a la de nuestros países vecinos o a la del resto del continente.
Y particularmente, ¿cuál es la influencia del Internet en este cambio de lenguaje? Entendiendo que los más jóvenes tienen acceso a conocimientos y referencias que sus padres no.
El Internet es muy, muy importante. Sobre todo con la irrupción de los videos, de los TikToks, los videos de YouTube, los reels de Instagram. Cosas de ese estilo han producido una evolución muy, muy particular, sobre todo en los grupos más jóvenes.
¿Siente que la pronunciación también ha cambiado con el tiempo? Hay quienes sostienen que ahora uno se come más letras o incluso algunas palabras.
Sí, hay una pronunciación bien especial. Yo diría que es una de las cosas más interesantes que ha pasado, sobre todo en ciertos grupos sociales, y obviamente son grupos más jóvenes vinculados al trap. Es que antiguamente en Chile, una de las características importantes que aspiramos las ‘eses’ al final de las sílabas o al final de las palabras. Por ejemplo: “loh niñoh”. Lo aspirábamos. Pero ahora está apareciendo una de esas aspiradas intervocálicas. Por ejemplo, no dices “así”, dices “ahjí”, como si fuera una hache.
¿Cree que actualmente los chilenos sabemos menos palabras o, al menos, ocupamos menos palabras que antes?
El número de palabras que se sabe es constante, porque depende de una ley universal. Es una ley, que es como las leyes de la física, que se llama la Ley de Heaps. No existen más o menos palabras, eso es un error perceptual.
Se dice que los chilenos son inventivos, y que por eso se han adaptado con algunas palabras viralizadas, como la “chispeza” de Gary Medel o el “hablamiento” de Zafrada. ¿Lo de acuñar términos también ocurría con frecuencia antes?
En general la inventiva chilena, que siempre se reconoce porque tenemos un dialecto particularmente muy distinto de nuestros vecinos y del resto de Latinoamérica, es algo que percibimos más nosotros. La aparición del Diccionario de Americanismo, por parte de las academias de la lengua, muestran que en realidad todos los países son muy lexicogenéticos, vale decir, crean nuevas palabras.
La capacidad de adaptar el lenguaje que tiene el chileno para cada situación —calle, oficina, amistades— y que tanto han destacado desde el exterior, ¿siempre estuvo o es algo que ha ido evolucionando también?
La adaptación del lenguaje es algo que vienen tratando los sociolingüistas desde los años 60, y en general, el lenguaje se adapta al tipo de situación. Eso ocurre en todas partes del mundo.
En el extranjero se ha jugado mucho con el “meme” de que a los chilenos cuesta entendernos, que hablamos en nivel difícil. Para usted, ¿qué hay de cierto en que los chilenos hablamos mal el español?
El término de hablar mal es algo que jamás un lingüista podría decir, porque en realidad el lingüista estudia lo que ocurre, más que estas normas. Simplemente hablamos una versión del español que es menos comprensible para el resto de Latinoamérica.
¿Y antes lo hablábamos mejor?
No, antes no hablábamos mejor. Aunque algunas personas sostienen que el habla de las zonas rurales en el siglo XIX eran más cercanas al español estándar.
¿Qué es lo que más destacaría del léxico nacional y de sus cambios en las últimas décadas?
Lo que más destacaría del léxico nacional es que, de una predominancia que duró décadas, del vocabulario de los años ochentas, como “bacán” o “funa”, que ya venía desde esa época, ahora apareció todo un léxico nuevo que tiene que ver con palabras que están usando los jóvenes y que vienen sobre todo de la jerga de Internet. Hoy día se ha producido una especie de revolución en términos de los vocabularios.
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