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No más modelos, más estrategias

No más modelos, más estrategias

Me carga la palabra “modelo”. Al menos en el uso que se le da en la discusión política. Prefiero la palabra “estrategia”.

“Modelo” se usa un montón en Chile. Están los partidarios de un modelo u otro, los que critican un modelo y lo quieren suplantar por uno más de su gusto. A veces tengo la impresión de que los estudiantes de economía, sometidos a esta tontería, sienten que parte de lo que deben hacer es “escoger” un “modelo” en el cual “militar”, así que piden seminarios en que se les muestre el menú ideológico disponible. Este “modelo”, de carnes rojas, se acompaña bien con un robusto Carmenere Pewën de Apalta; para este otro “modelo”, más marino, es más apropiado un Pinot Grigio de Cremaschi Furlotti, liviano pero con insinuaciones de color. ¿Qué se va a servirse?

La razón por la que me carga la palabra “modelo” es porque indica lealtad a algo abstracto e ideológico. Lo que importa para los partidarios de un “modelo” es la coherencia doctrinaria con los principios que lo inspiran. En cambio la palabra “estrategia” indica lealtad hacia un objetivo. El éxito de una “estrategia” se mide en el logro de lo que se busca. Si se llega a la conclusión de que no funciona la “estrategia”, se cambia por otra más apropiada y funcional a los objetivos buscados. Si el “modelo” no funciona, en cambio, siempre la culpa es del empedrado, de fuerzas malignas que no permiten realizar el paraíso terrenal. Si la realidad no acomoda el “modelo” la culpa es de la realidad y, por ende, no es raro que los fanáticos de uno u otro modelo estén dispuestos a violencias significativas para ajustar esa realidad a su “modelo”. Simplemente no pueden aceptar que su “modelo” esté mal. Encuentro fanática la lealtad a un “modelo” y, en cambio, encuentro sensata la implementación flexible de estrategias en la busca de un objetivo de desarrollo.

Para continuar su proceso de desarrollo Chile necesita una nueva “estrategia” de desarrollo no un “modelo”, ni el de antes, ni el otro, ni ninguna cuestión. No más modelos, más estrategias.

Una de las razones por las que no me gusta la idea de un “modelo” (en su connotación política) para el estudio de economía es porque me parece que lo que debe orientar el estudio de economía debe ser la búsqueda de la verdad, no la coherencia ideológica. En la indagación científica, por cierto, usamos la otra connotación de la palabra “modelo”, esto es, una representación simplificada de la realidad que permite analizar fenómenos que son de interés. Es prácticamente imposible estudiar economía sin “modelos” de este tipo. Son útiles porque, si están bien formulados, permiten aislar fenómenos y causalidades que son relevantes. Permiten evaluar decisiones y simular sus impactos.

Es más, la lógica de la indagación científica que usa “modelos” siempre está muy dispuesta a descartarlos. Un “modelo” científico de la realidad es útil si es que cumple con su objetivo. Si no lo cumple, se cambia nomás. Es más, buena parte de la actividad académica consiste en estar constantemente cuestionando y evaluando (testeando) los “modelos” más usados para ver si es que siguen vigentes o si deben ser sustituidos por otros.

Hay una enorme diferencia entre usar “modelos” como un instrumento científico para entender la realidad y declarar lealtad ideológica hacia uno de ellos. Lo primero es útil y sensato, lo segundo es simplón y obsesivo.

Independientemente del resultado de los procesos eleccionarios de este año, el próximo gobierno enfrenta el desafío de viabilizar una reaceleración de nuestro proceso de crecimiento económico y desarrollo social. El próximo gobierno no necesita un “modelo”, lo que necesita es un estrategia.

Ahora, es importante que esa estrategia sea viable y, para eso, requiere de táctica.

Uno de los muchos defectos que tenemos los economistas es que, a veces, adolecemos de cierto mecanicismo. Los economistas creemos en los incentivos y por ende solemos pensar en cuáles son las estructuras institucionales que generan cierto resultado deseable (por ejemplo crecimiento). A veces eso nos lleva a pensar que basta con eso. Pero no es así. La política no consiste, solamente, en el diseño de incentivos, sino en viabilizar que estos sean implementables.

El próximo gobierno necesita una “táctica” de reactivación acelerada. Las reformas estructurales al Estado, a las cuentas fiscales, al sistema tributario o al sistema de permisos son todas muy importantes; sin embargo, es improbable que se genere el espacio político para implementarlas si es que la ciudadanía no percibe, en un plazo relativamente breve, una reactivación económica significativa cuando se instale el próximo gobierno. Lo que nos muestra la experiencia reciente es que, si eso no ocurre, rápidamente los márgenes de maniobra política de esa futura administración desaparecerán y no habrá ninguna agenda de reformas.

Los candidatos para una “táctica” de reactivación acelerada son bastante obvios: una aceleración significativa de la licitación e inversión en obras públicas y vivienda social, una reforma tributaria “corta” (no estructural ni permanente) con un sesgo reactivador y una agilización de los programas de inversión de las empresas públicas, idealmente, en joint venture con empresas privadas.

La “táctica” viabiliza la “estrategia”. ¿El “modelo”? Bien, gracias.

Óscar Landerretche, director Maestría en Política Pública de la Universidad de Chile.

Fuente

LaTercera.com

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