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System of a Down remece a Chile con intenso show en Parque Estadio Nacional: gritos, locura y bengalas

System of a Down remece a Chile con intenso show en Parque Estadio Nacional: gritos, locura y bengalas

Cultores del rock de todas las edades, cuarentones achispados y jóvenes que nacieron cuando System of Down comenzaba a instalarse como un referente del rock del siglo XXI, repletaban el Parque Estadio Nacional a poco menos de una hora de iniciarse el show de la banda.

El frío y la brisa nos recordaban que el otoño tardó, pero se asentó. Mientras, los rockeros y rockeras de chaquetas oscuras y polerones estampados con el logotipo de alguna leyenda, se entretenía con la música envasada (también se pudo ver a connotados musicos chilenos). El coreo fue notorio cuando pasó Fear of the dark, de Iron Maiden, otra banda muy arraigada en el metalero criollo.

En su tercera visita a Chile (tras las de 2011 y 2015) System of a Down se presenta por primera vez en el Parque Estadio Nacional. Un lugar que ya resistió la prueba de dos conciertos masivos, con la presencia de Shakira en marzo pasado. Pero ahora, enfrenta el reto de un concierto de rock intenso.

Puntuales, los músicos salieron a escena a las 21.00 horas, ante la ovación del respetable. Un redoble de John Dolmayan, abrió la noche y sirvió de llamada al mosh. Así, unos se movieron hacia las primeras filas y los saltos eran notorios a lo lejos. El rock golpeaba fuerte en el arranque, con X y Suite-Pee.

“We are System of a Down and this is rock and roll music”, presentó el guitarrista Daron Malakian. Y de inmediato siguieron adelante. Pese a que son sólo cuatro músicos en escena, el grupo suena contundente. Malakian y el bajista Shavo Odadjian se conectan a tres equipos de amplificación en el escenario. Suenan fuerte y claro. El doble pedal de Dolmayan se escucha pesado y preciso. Tocan realmente bien.

Crédito: Maurice Nunez

Machacan el percusivo riff de Prision Song, el tema que abre el álbum Toxicity. “Motherfuckeer!!”, grita Malakian. El público brama. El mosh es intenso.

Y casi de inmediato pasan a un clásico, la oriental y misteriosa Aerials, otro de los sencillos de Toxicity.

La gente canta, los celulares se empinan y el grupo anima al público a cantar más alto. Sin pausas, despachan I-E-A-I-A-I-O. En cancha el espacio se hace más estrecho con la llegada de los rezagados.

Impredecibles e indóciles ante las convenciones, los System of a Down vuelcan la intensidad y frenesí de su música en el armado de sus shows. Hasta ahora, no han repetido de forma exacta los sets en su gira sudamericana (con pasos previos por Bogotá y Lima), aunque manejan una quincena de temas base.

La puesta en escena de la banda es orientada a la experiencia musical. En el escenario, además de las luces habituales, cuentan con una cincuentena de focos. Les basta con el juego de luces y algunas tramas de colores en la pantalla del fondo (aunque en otros temas pasan fragmentos de videoclip). Los laser disparados desde los costados generan la sensación de amplitud y dialogan con la música, frenética e intensa.

Recién hay un respiro a los 20 minutos. Daron Malakian, de larga barba, lentes de sol y sombrero de ala ancha, lo aprovecha para un diálogo con el respetable. Pero están entregados: unos agitan la cabeza, otros gritan las canciones y a los que aún les queda energía, aún intentan prolongar el mosh. “Fuck Henry Kissinger”, grita Serj Tankian.

Pasa B.Y.O.B, su crítica a la guerra, urgente en estos días. “Peace: postponed indefenitely”, se leía en uno de los mensajes pacifistas y a la vez críticos que se proyectaban en pantalla. “Human suffering now in 4K”, era otro.

En general, el cantante Serj Tankian es sereno y administra la intensidad. Suele acompañar la interpretación con algún movimiento de manos. Sigue con el cuerpo los segmentos más ligados a la música armenia, como invocando a los antepasados. En otros momentos hace acompañamiento vocal, toca alguna guitarra de apoyo y hasta se suma con el teclado (en Lost in Hollywood). Y sus gritos guturales, acotados pero precisos, dejan helado al público. Es el jugador de equipo.

Por su lado, es Malakian quien se comunica más con el respetable. E incluso lo invita a saltar. “You like to watch us? We like to watch you jump!”, lanzó como desafío. La gente cumplió, pese a que ha corrido casi una hora de show.

Llega el momento en que tocan el hit Chop Suey!, uno de sus mayores clásicos. Salen los móviles en alto. Y como lo hacen habitualmente cuando la interpretan para los shows, en la parte B, que en la grabación de estudio tiene guitarras, se sostiene en el trabajo de Odadjian. Un bajista de pulso recio y un sonido profundo, además de carismático. Invita constantemente al público a dejarse llevar. Sobre el final se vistió sin dudar un poncho huaso que alguien le lanzó.

Aunque llevan 20 años sin publicar un disco, la crudeza de su sonido en directo tal vez les puede ofrecer una clave. No sería mala idea que la fuerza de sus shows lo lleven a un álbum; registrando en vivo, sin mayor producción, puede ser una vuelta para apagar el largo silencio discográfico.

Hacia el tramo final pasan temas como Lonely Day, Spiders, y el segmento de remate que han tocado en el tramo sudamericano, con Roulette, la emotiva e inclemente Toxicity (con bengalas en cancha y un mosh masivo, de los momentos épicos de la noche) y el cierre con Sugar, un tema querido por la ferviente fanaticada. No hay bis, no hay salidas en falso. El aplauso es masivo. System of a Down ha pasado por Santiago. En su ley.

Fuente

LaTercera.com

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