Donald Trump, el televisivo magnate que llegó a la Casa Blanca sin mascota

Donald Trump, el televisivo magnate que llegó a la Casa Blanca sin mascota

Donald Trump no tiene mascotas. De hecho, fue el primer presidente de la era moderna estadounidense en no tener una en la Casa Blanca. Una negación que viene de lejos: su primera esposa Ivana explicó que el expresidente no quería que su caniche “Chappy” se mudara con ellos.

En un mitin en El Paso en 2019, Donald Trump dijo que tener un perro se vería falso. “¿Qué aspecto tendría yo paseando a un perro por el jardín de la Casa Blanca? ¿Sería correcto?”, preguntó ante una multitud.

El presidente Harry Truman le había respondido décadas atrás: dijo que para tener un amigo en Washington hay que poseer un perro. Esa falta de amistades no pareció importarle nunca a Donald Trump.

De hecho, el periodista y escritor Michael D’Antonio, autor de La verdad sobre Trump, aseguró en el programa de PBS, “Primeros años de Donald Trump, en cinco minutos”, que el expresidente no tenía amigos en la universidad, no estaba en una fraternidad ni socializaba: “No hizo ninguna de esas cosas. Estudió. Y luego, cuando llegaba el viernes, tan pronto como podía, se subía a su coche y volvía a Queens, donde trabajaba con su padre. Así que, desde el principio, Donald trató de hacerse con el control del negocio familiar, construirlo, hacerlo crecer y volverse la persona rica, famosa y poderosa en la que finalmente se convirtió”.

No se sabe si fue la ambición o si más bien fue su carácter lo que le alejó de los demás.

Michael Kranish y Marc Fisher cuentan en su libro, Trump Revelado, que un vecino recordaba a Donald Trump, con seis años, lanzándole piedras desde el césped de su casa. Por su parte, Michael d’Antonio recopiló la vez en la que Donald Trump arrojó una goma de borrar a una maestra o anécdotas como que era el típico niño que, de una rabieta, tiraba el pastel de cumpleaños en las fiestas.

Comportamiento que él mismo confesó en 1987 en su libro El arte del trato: iba a segundo grado, estaba en clase de música, pensó que su profesor no sabía nada y lo golpeó. Le dejó un ojo morado. Su objetivo era mostrar su contundencia para expresar sus propias ideas. Con el tiempo asegura que cambió los puños por su cerebro.

Una rabia contra el mundo que para algunos le ha servido para edificar una exitosa carrera, pero que para otros esconde traumas de infancia. Quien más ha ahondado en esta última cuestión ha sido su sobrina Mary Trump en varios libros. La psicóloga, escritora y analista ha hecho énfasis en que el padre de Donald Trump, Fred, creador del emporio Trump, era un “sociópata”: presionaba a sus hijos para ser exitosos, consideraba a los demás prescindibles y les insistía en que tenían que ganar siempre. El padre de Mary murió a los 42 años tras haber sido alcohólico y no haber aguantado la presión de Fred Trump.

Donald Trump habla junto a su familia en un mitin de campaña en Grand Rapids, Michigan,el 5 de noviembre de 2024. Foto: Reuters

“Cada vez que escuchas a Donald hablar de cómo algo es lo más grande, lo mejor, lo más tremendo, tienes que recordar que el hombre que habla sigue siendo, en aspectos esenciales, el mismo niño pequeño que está desesperadamente preocupado de que él, igual que su hermano mayor, es inadecuado y que él también será destruido por su incompetencia”, cuenta Mary en su libro Demasiado y nunca suficiente: cómo mi familia creó al hombre más peligroso del mundo.

Un imperio levantado sobre el dinero

Pero para el propio Donald Trump, la realidad sobre su padre es bien distinta: “Mi padre era genial. Buen vendedor. Buen magnate. Le encantaba construir casas. Era un buen constructor. Aprendí mucho de él. Y era un gran tipo, un tipo encantador. Amaba a mi padre”, dijo en un acto de campaña el 5 de julio de 2016.

Si algo le dejó Fred Trump fue mucho dinero, negocios y buenos contactos. Un camino sencillo para el éxito, incluso para alguien que tuvo una infancia problemática. Por ese motivo y con 13 años, terminó en la Academia Militar de Nueva York, donde se destacó como jugador de béisbol, en un ambiente de competitividad que disfrutaba.

Donald Trump vivía en una burbuja: cuando tenía cuatro años sus padres se instalaron en una casa lujosa en el barrio de Queens de 23 habitaciones, tenían chófer y una empleada doméstica.

Siempre hizo lo que quiso y nunca tuvo apenas restricciones. El camino fácil siempre estuvo entre sus planes: para acceder a sus estudios de Economía en la Wharton Business School, de la Universidad de Pennsylvania, su sobrina Mary cuenta que pagó a un amigo para que le hiciera el examen. También en aquellos años, a finales de los años 60, Trump, con 20 años, evitó a ir a Vietnam por aplazamientos en sus estudios y por motivos de salud, aparentemente gracias a un médico que le alquilaba el consultorio a su padre.

Trump logró su mayor fama en la cadena televisiva ABC: entre 2004 y 2015 se interpretó a sí mismo en el programa “El Aprendiz”.

“Soy una Trump. En esta familia todo gira en torno al dinero”, dice la sobrina del expresidente. Dinero, pero también fama. Con 25 años, Donald Trump se convirtió en presidente de la compañía constructora Elizabeth Trump & Son, que hacía referencia a su abuela y su padre. Un año después apareció en la sección inmobiliaria de The New York Times, en un artículo en el que su padre destacaba a Donald como el mejor estudiante de su promoción y anunciaban su entrada en los negocios inmobiliarios en Manhattan. Ninguna de las dos cosas era cierta.

Como un “charlatán de cuentos chinos” definen los periodistas Russ Buettner y Susanne Craig a Trump en su libro Perdedor con suerte: cómo Donald Trump dilapidó la fortuna de su padre y creó la ilusión del éxito. Esta dupla de periodistas de The New York Times han investigado los negocios de Trump desde 2016.

Múltiples fracasos rodeados de suerte

Negocios que a simple vista podrían ser interpretados como los de un magnate de gran éxito: en 1975, renombró la compañía como Trump Organization, tiempo en el que Donald compró propiedades en Virginia, Ohio, Nevada y California.

En 1976, logró llegar a Manhattan con el Grand Hyatt Hotel, lo hizo realidad logrando reducciones de impuestos y acuerdos con la ciudad de Nueva York.

En los años 80 se ganó la fama de importante promotor inmobiliario: construyó rascacielos como el Trump Plaza, la Torre Trump y se expandió al negocio de los casinos en Atlantic City, en Nueva Jersey.

En los 90, construiría el Trump Taj Mahal, por 1.000 millones de dólares, al que bautizó como “la octava maravilla del mundo”.

Una carrera que les valió elogios, a él y a su padre, del alcalde de Nueva York, Abraham Beame: “Todo lo que mis amigos Fred y Donald quieren en esta ciudad, lo consiguen”.

La Torre Trump se ve a través de las barricadas cercanas de la policía de Nueva York, después de la acusación formal a Donald Trump por parte de un gran jurado de Manhattan, el 2 de abril de 2023. Foto: Reuters

Pero también en los años 90 se verían las costuras del proyecto Trump con una condena por un préstamo ilegal de su padre o la quiebra de varias empresas. Harry Hurt III en 1993 en su libro El magnate perdido: las múltiples vidas de Donald J. Trump, aseguró que se había convertido en un “hazmerreír público”. Mientras que en Wall Street le consideraban un fracasado.

Pero fracasar tampoco le inmutó. Tenía fama y dinero.

11 años después, en 2004, The New York Times señaló: “Su nombre se ha convertido en sinónimo de éxito, de modo que ni siquiera los reveses más humillantes hacen mella en su reputación. Las reglas que gobiernan a otros simplemente no se aplican a Trump”. Una frase que se podría replicar años más tarde tras su irrupción política.

Para los periodistas Buettner y Craig ha sido un pésimo hombre de negocios que ha llegado tan lejos por varios golpes de suerte. Aseguran que no hay pruebas de que en 50 años haya aumentado su fortuna y concluyen que habría estado mejor apostando su dinero al mercado de valores que a sí mismo.

Sin embargo, Trump se ha jactado en varias ocasiones de sus altos niveles de deudas y de evadir impuestos. También ha sumado más de 3.500 disputas legales en tribunales federales y estatales.

No piensa lo mismo Bertica Cabrera, estratega política del Partido Republicano, en conversación telefónica con France 24: “Como hombre de negocios es brutal. Si quieres negociar debes ir a él. Cuando fue presidente, hizo muchas negociaciones para Estados Unidos”.

Entre los golpes de suerte citados por los investigadores del ‘Times’ destacan la rica familia en la que nació, la tolerancia de los bancos a sus deudas y su irrupción mediática cuando era un hombre fracasado en los negocios.

Durante toda su vida quiso tener un pie en el debate público: en 1987 publicó su libro de consejos empresariales El arte del trato; dio su nombre a campos de golf, a complejos hoteleros y marcas de productos. Fue propietario del certamen de belleza Miss USA, Miss Teen USA y Miss Universo.

Pero donde logró su mayor fama fue en la cadena televisiva ABC: entre 2004 y 2015 se interpretó a sí mismo en el programa “El Aprendiz”, un reality en el que cada semana despedía a concursantes que querían convertirse en líderes empresariales del imperio Trump, en medio de denuncias por racismo contra afroamericanos en el programa.

Donald Trump se sienta en la sala del tribunal penal de Manhattan con el abogado Todd Blanche, el 21 de mayo de 2024, en la ciudad de Nueva York. Foto: Reuters

De esta manera logró salir del ostracismo en el que se vio tras sus fracasos empresariales y y volvió a convertirse en una de las personas más famosas del país.

De estrella de TV a presidente de EE.UU.

De hecho, el siguiente cargo del magnate sería presidente de Estados Unidos.

Aunque en 1980 había dicho que “la gente capaz” prefiere los negocios a la política, durante los siguientes años insinuó en más de una ocasión sus intenciones presidenciales.

En junio de 2015 anunció oficialmente su candidatura y en 2016 ganó las primarias, con el mayor número de votos a favor de la historia, pero también con el mayor número de votos en contra. Una dualidad que le perseguiría en su carrera política.

Se convirtió en el ‘outsider’ republicano que debía terminar con el dominio demócrata de ocho años bajo el mandato de Barack Obama. Enfrente tuvo a Hillary Clinton, exsecretaria de Estado y ex primera dama.

Trump centró discurso en denunciar el “globalismo” y con lemas y discursos sencillos como “Primero EE.UU.” o “Hagamos a Estados Unidos grande de nuevo”.

En los mítines presumía de su riqueza y éxitos empresariales, acusaba a México de enviar drogas y criminales a Estados Unidos y cimentó su campaña en la promesa de que los mexicanos pagaran por un muro fronterizo. Todas las encuestas, análisis y apuestas daban a Clinton como clara favorita.

Y aunque la demócrata ganó por tres millones el voto popular, Donald Trump consiguió llevarse los estados péndulo, atrayendo a la clase blanca trabajadora a su causa. Se convertía en el 45º presidente de Estados Unidos, el primero sin experiencia política ni militar previa.

El presidente Donald Trump firma una orden ejecutiva para retirar a Estados Unidos del  Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP) en la Oficina Oval, el 23 de enero de 2017. Foto: Archivo

Cabrera recuerda el momento de su victoria, cuando nadie creía en ese escenario, solo el propio Donald Trump: “Me di cuenta de que lo que los medios y las encuestas dicen no es siempre la verdad. Hay un grupo de personas que deciden por sí mismos lo que van a hacer y lo que más les conviene”.

Escándalos y políticas conservadoras

Trump redujo la migración legal e irregular; aprobó recortes fiscales, que beneficiarían a los más ricos y logró inclinar a la derecha el poder judicial. Logró un gran apoyo entre hombres blancos, conservadores cristianos, población rural y gente sin estudios superiores. También exacerbó los conflictos raciales.

Durante la pandemia puso en duda las mascarillas, promovió medicamentos no probados y predijo la desaparición del virus “como un milagro”. Dio positivo por Covid-19 y tuvo que estar ingresado tres días, momento en el que, bajo su gestión, Estados Unidos lideró el récord en muertes e infecciones.

En el plano internacional, logró los “Acuerdos de Abraham” entre Israel y tres Estados árabes, abandonó pactos internacionales como el del clima o el nuclear con Irán, endureció las sanciones contra Cuba, se enfrentó a aliados internacionales y elogió a líderes autoritarios. Prohibió viajes desde siete países de mayoría musulmana y lanzó una guerra comercial con China.

También tuvo problemas judiciales: un fiscal especial investigó la colusión entre la campaña de Trump de 2016 y Rusia, con 34 personas enfrentando cargos penales. El caso documentaba la interferencia de Moscú en las elecciones para sembrar la discordia en Estados Unidos, menospreciar a Clinton y ayudar a Trump. El fiscal detalló numerosos contactos entre personas de la campaña de Trump y los rusos.

Problemas, también políticos: los demócratas del Congreso intentaron sin éxito destituirlo de su cargo por su invitación a la interferencia extranjera en las elecciones estadounidenses. Trump habría pedido a Ucrania que investigara a Biden y a su hijo Hunter por acusaciones de corrupción. Fue el tercer presidente de Estados Unidos en ser enjuiciado en la Cámara de Representantes.

Procesos judiciales y dos intentos de asesinato

En las elecciones de 2020, Donald Trump recibió 74 millones de votos, más de lo que había recibido un presidente antes. Pero Biden le superó por siete millones de sufragios.

Donald Trump hace un gesto con el rostro ensangrentado mientras es asistido por personal del Servicio Secreto después de que le dispararan durante un mitin de campaña en Butler, Pennsylvania, el 13 de julio de 2024. Foto: Reuters

Sin embargo, Trump denunció el robo de votos y fraude electoral generalizado. Acusaciones que fueron desestimadas en más de 60 casos judiciales.

El 6 de enero de 2021, Trump reunió a sus partidarios en Washington, cientos de los cuales terminaron entrando en el Capitolio cuando se iba a certificar formalmente la victoria de Biden. Una revuelta que le condujo a un segundo juicio político, que también superó.

Trump es el primer presidente de Estados Unidos condenado por un delito grave, tras ser declarado culpable de 34 cargos de falsificación de registros comerciales, además de enfrentar más de 500 millones de dólares en multas. Todavía enfrenta tres procesos penales graves.

También han sido recurrentes los señalamientos contra Trump por su relación con las mujeres. Más de 20 le han acusado de conducta sexual inapropiada y agresión. Trump las niega todas.

Pero, en 2005, en un audio difundido en 2016, se jactó de que podía agarrar los genitales de las mujeres con impunidad por ser una estrella. Su sobrina Mary dijo que aquellas mujeres que le rechazaban, como Madonna o la patinadora sobre hielo Katarina Witt, se convertían para Trump en las peores mujeres que había conocido.

Tras perder las elecciones de 2020 parecía que su carrera estaba acabada, pero en noviembre de 2022 volvió a anunciar su candidatura, para la que no ha tenido rival en el Partido Republicano. En la campaña electoral de 2024 ha tenido dos intentos de asesinato: salvándose del primero de ellos por centímetros, en el que sería un nuevo golpe de suerte.

“Después de dos atentados, alguien lo está guardando de allí arriba. Alguien lo está protegiendo, porque eso pasó bien cerca. Es un hombre bendecido”, dice Bertica Cabrera.

Trump y el culto a la personalidad

El expresidente, en 2018, se autorretrató en Twitter: “En realidad, a lo largo de mi vida, mis dos mayores activos han sido la estabilidad mental y ser muy inteligente”. Trump se ve, de hecho, como “un genio muy estable”.

Se deshace en elogios Cabrera, con quien ha trabajado para atraer el voto latino: “Lo conozco bien por las campañas. Somos amigos sociales. Soy una mujer de familia y en su primera elección nos dijo que no se pueden falsificar los hijos buenos. Y ahí se ve: tiene cinco hijos que son fabulosos”, cuenta antes de añadir los aspectos en los que le admira: “Como papá, como amigo, como negociante y como líder”.

Opiniones de partidarios, que contrastan con la de otras personas que le han tratado en el pasado y que han llegado a asegurar que no es apto para el cargo de presidente. The New York Times recopiló las opiniones de 91 personas.

Bill Barr, fiscal general de 2019 a 2020, dijo que “siempre pondrá sus propios intereses” por delante de todo lo demás; John Kelly, secretario de Seguridad Nacional en 2017, dijo que “admira a los autócratas y dictadores asesinos”; Mark Esper, secretario de defensa entre 2019 y 2020, lo considera “una amenaza a la democracia”, mientras que Mick Mulvaney, quien fuera su jefe de gabinete dijo que lo considera “un ser humano terrible”.

De hecho, su hermana Maryanne Trump dice que “no puedes confiar en él” mientras que su confidente entre 2006 y 2018, Michael Cohen, lo definió como “un tramposo, un mentiroso, un bully, un racista, un depredador y un estafador”.

En 2018, el periodista Bob Woodward, en su libro Miedo: Trump en la Casa Blanca, también citó al jefe de Gabinete John Kelly que calificó a Donald de “idiota”, añadió las palabras de Jim Mattis, secretario de Defensa, que equiparaba la capacidad de comprensión de Trump con la de un niño de 10 años; y relata que el abogado que asesoró a Trump sobre la trama rusa le recomendó no testificar para evitar que se incriminase a sí mismo.

Woodward, que reveló el “Watergate” y que ha entrevistado más de 20 veces a Trump, publicó un nuevo libro a un mes de las elecciones de 2024. El título es Guerra y en él se relata una visita del senador Lindsey Graham a la residencia de Trump en Mar-a-Lago, Florida. Lo describió como “ir a Corea del Norte”.

Cada vez que Trump entra en la casa “todo el mundo se pone de pie y aplaude”.

Un culto a la personalidad con el que demostrar a su padre que él sí es exitoso. Aunque lo haya hecho sin mascota.

Fuente

LaTercera.com

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