El puerto viejo de Madrid o cómo mantener una poderosa tradición de marisquerías de barrio a 360 kilómetros del mar

El puerto viejo de Madrid o cómo mantener una poderosa tradición de marisquerías de barrio a 360 kilómetros del mar

Mesas amplias, mantelería blanca, albariño, animales vivos con escasa esperanza de vida que aguardan en acuarios y una clientela que, o está de cumpleaños y mirando de reojo la cartera, o lleva bien a mano el CIF de la empresa por si toca hacer factura. Estas son algunas de las ideas que vienen a la mente cuando uno escucha la palabra “marisquería”. También algún iluminado que come la gamba con cuchillo y tenedor. Así las hay, y es una generalización que, por lo común, se ajusta bastante a la realidad. Madrid goza, pese a que el mar pilla a trasmano, de la segunda lonja de pescado más grande del mundo, Mercamadrid, solo superada por el mercado de Tsukiji, en Tokio (que fue trasladado en 2018 a la también tokiota isla artificial de Toyosu). Con la materia prima tan accesible, no es de extrañar que las marisquerías aparezcan a la vuelta de cualquier esquina de la ciudad, muchas de ellas fieles al estereotipo. Pero no todas. Resisten en algunos recovecos de la capital ciertos locales de barra y solera que, dedicados al mismo negocio y empleando mariscos de una calidad semejante, son accesibles por lo económico y no te hacen sentir culpable por vestir de Bershka.

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ElPais.com

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