El telefonazo de Gustavo Cerati al “Gato” Alquinta tras inspirarse en Los Jaivas

El telefonazo de Gustavo Cerati al “Gato” Alquinta tras inspirarse en Los Jaivas

Ni la Sodamanía que se desató en los 80 ni alguna escapada hacia el litoral central junto a los cientos de argentinos que también emprendían ese mismo trayecto para abrazar el verano al otro lado de la cordillera.

El primer vínculo de Gustavo Cerati con Chile tiene raíces mucho más pretéritas. Es más: sucedió cuando el fallecido músico aún era un individuo anónimo para toda Latinoamérica y faltaban un puñado de años para consagrarse como la encarnación de una época y un sonido.

Así lo establece el recién aparecido libro Te conozco de otra vida: los años de Gustavo Cerati en Chile (Catalonia), del periodista Nelson González Vallejos, el que no solo se concentra en los consabidos días de los 90 en que el cantante se radicó en el país para formar una familia junto a su esposa, la modelo Cecilia Amenábar.

También viaja mucho más en reversa e intenta revelar los primeros acercamientos del artista con un lugar que siempre consideró algo así como “su segunda patria”.

En ese sentido, la primera vez que posiblemente Cerati conectó con Chile fue una tarde de 1976 en el Teatro Coliseo de Buenos Aires. Y todo gracias a Los Jaivas.

Éxito al otro lado de la cordillera

La banda viñamarina había decidido abandonar Chile tras el golpe de estado de 1973, alertados por los tiempos grises que se venían y por la falta de oportunidades para el ámbito de la cultura que iba a precipitar la instalación de una dictadura militar. “Nadie nos dijo que nos fuéramos, pero tampoco nadie nos invitó a quedarnos”, es la explicación que habitualmente entrega Claudio Parra para retratar su adiós de la patria en esos años.

La primera parada fue la localidad argentina de Zárate, a 90 kilómetros de Buenos Aires, donde empezarían a vivir en comunidad junto a sus esposas, hijos e hijas, y comenzarían a trazar el destino inmediato de la agrupación.

Tras algunos cambios puntuales en su formación -el histórico bajista Mario Mutis decidió quedarse en Chile por un tiempo-, el conjunto empieza a arrojar novedades creativas y discográficas, y graba en los estudios EMI Odeón de la capital trasandina el álbum homónimo conocido como El indio. Sale a la luz en 1975, cuando ya estaban asentados en Argentina, y contiene algunas de las composiciones más significativas de su carrera, como Pregón para iluminarse, La conquistada y Tarka y Ocarina.

La prensa y el público argentino los recibe con aplausos: esta consagración de una fusión donde el folclore latinoamericano se marida con la búsqueda eléctrica del rock, una fórmula que asoma novedosa e inquieta.

Con esa fama creciente, Los Jaivas comienzan a presentarse en algunos de los recintos más estelares y tradicionales de Argentina. De ese modo, a principios de 1976 llegan al célebre Teatro Coliseo, el que años antes había albergado algunos de los primeros conciertos de rock en ese país, recibiendo a nombres señeros como Almendra, Manal y Vox Dei. Allí, por ejemplo, los propios Almendra estrenaron el 22 de junio de 1969 el tema Muchacha (Ojos de papel), una de las canciones más destacadas de la historia de la música argentina.

Los Jaivas no se iban a quedar atrás. En su show, iban a presentar gran parte del material que ya tenían en esa época -habían editado tres discos y el single Todos juntos se había convertido en un hit en Chile-, además de exhibir los nuevos paisajes creativos que estaban diseñando.

Entre el público, había un joven que los miraría con asombro y reverencia.

Flechazo desde la batería

“En medio del tumulto, los bailes y saltos del público, la mirada de un delgado joven adolescente, de ojos celestes y rizos, estaba pegada en Gabriel Parra y sus bombos que toca de forma tan característica y coordinada. El joven nunca antes había presenciado algo así, era uno de los mejores bateristas que vería en toda su vida y lo recordaría a lo largo de los años”, relata el libro Te conozco de otra vida.

Luego sigue: “La música progresiva de bandas como Yes y Led Zeppelin, así como otras bandas como Arco Iris, afinaban el gusto del muchacho que solo se dedicaba a absorber sin prejuicio los distintos estilos musicales que llegaban a sus oídos. El acceso a música extranjera no era tan sencillo, pero siempre había alguien, como su padre, quien viajaba mucho por trabajo, que le podía mostrar cosas nuevas. Los Jaivas, por su parte, corrían con la ventaja de sonar frecuentemente en las radios argentinas y sus discos fueron editados por la industria local, por lo que fue más fácil acceder”.

Gustavo Cerati Fuerza Natural. Foto: Archivo personal de Francisco Casagrande. Instagram: @panchocasagrande

“Eduardo ‘Gato’ Alquinta, Mario Mutis, y los hermanos Gabriel, Claudio y Eduardo Parra tocaban la fibra del joven, quien definiría los ritmos andinos como sus favoritos dentro del mundo del folclore. Ese adolescente, aquella tarde de 1976 en el teatro Coliseo de Buenos Aires, era Gustavo Cerati. Bordeaba recién los diecisiete años de edad”, cierra el volumen.

Ese flechazo embrionario sirvió para que Cerati filtrara los sonidos de raíz en parte importante de su vida artística más adulta; de hecho, en sus primeros proyectos, como la banda Vozarrón, integraba la zamba y la chacarera, junto a su gusto por el jazz.

Ya en Soda Stereo, el folclor se iba a adherir en composiciones como Corazón delator o Cuando pase el temblor, con un video grabado en las ruinas de Pucará, un complejo arqueológico construido por indígenas tilcaras de la zona de Tilcara, en Jujuy.

Pero el cara a cara con Los Jaivas no concluyó esa lejana noche de 1976. Como si se tratara de cerrar el círculo con su yo adolescente, una tarde de 1998, más de dos décadas después, Cerati tomó el teléfono de su casa y llamó a Eduardo “Gato” Alquinta.

Estaba elaborando su segundo título solista, Bocanada -el primero tras la disolución de Soda Stereo un año antes- y quería avisarle al cantante chileno que ocuparía una parte del siku (instrumento de viento del norte de Perú, similar a una zampoña) que él había utilizado en el tema Del aire al aire del álbum Alturas de Machu Picchu (1981). O sea, un sample, algo que el argentino acostumbró a realizar en su trabajo como solista.

Alquinta no tuvo problemas y al otro lado de la línea le dio un inmediato. Cerati, por su lado, ocupó el extracto para su tema Raíz.

Así lo describió también en una entrevista de esos días en el desaparecido espacio Plaza Italia del canal Rock and Pop: “Yo robé ese pedacito, pero en un ataque de honestidad los llamé y les dije ‘estoy usando esto, necesito que me den permiso’ y fueron fantásticos, y ahí está”.

En conversación esta semana con el espacio Desde la redacción, de La Tercera, el autor Nelson González también profundizó en la anécdota: “La historia de Los Jaivas y Gustavo me la cuenta Oscar Sayavedra, ex mánager de Soda. Me dice que cuando trabajaba con Soda, él le dice a Gustavo: ‘yo fui a ver a Los Jaivas al Coliseo en el 76′. Y Gustavo le dice: ‘yo también estuve en ese concierto’. Y que le había llamado mucho la atención Gabriel Parra. Estamos hablando que Gabriel Parra era una persona que tenía un espectáculo aparte en los shows. Y eso despierta en Gustavo… bueno, él siempre tuvo mucha inquietud por el rock progresivo, por el folclor”.

*El libro Te conozco de otra vida: los años de Gustavo Cerati en Chile se puede encontrar aquí o en todas las librerías del país. Su lanzamiento será el miércoles 8 de enero en la librería Catalonia (Santa Isabel 1235, Providencia).

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LaTercera.com

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