Entre desesperación y engaños: la confusa última semana de Bashar al-Assad en Siria
- 2 Días, 15 Horas, 28 Minutos
- LaTercera.com
- Noticias
Entre desesperación y engaños: la confusa última semana de Bashar al-Assad en Siria
Si la ofensiva relámpago de los rebeldes tomó por sorpresa al mundo, la huida de Bashar al-Assad a Rusia sorprendió incluso a sus más cercanos. En conversaciones con familiares y exasesores del depuesto líder sirio, la cadena qatarí Al Jazeera consiguió reconstruir su última semana en el poder, entre la incredulidad, la negación y la aceptación de la derrota frente a la oposición.
Aun cuando la caída de su régimen era inminente, Al-Assad no confió a muchas personas sus planes de escapar de Siria. De hecho, en su última reunión con ministros aseguraba que llegaría ayuda militar rusa, y lo último que le dijo a su primer ministro, respecto a cómo organizar la resistencia, es que “lo verían mañana”.
Sin un último discurso, y en casi total secretismo, Al-Assad desapareció de Damasco y, desde una base aérea rusa en territorio sirio, consiguió huir del país que se le escapaba de las manos.
Según indica Al Jazeera, el sábado previo a la caída definitiva de Damasco, Al-Assad le dijo al encargado de la oficina presidencial que cuando terminara de trabajar se iría a casa, pero en lugar de eso se dirigió al aeropuerto. También llamó a su asesora de medios, Bouthaina Shaaban, y le pidió que fuera a su casa para escribirle un discurso, dijo el asistente. Shaaban llegó al domicilio y descubrió, sin embargo, que no había nadie allí.
“Assad ni siquiera brindó una última resistencia. Ni siquiera reunió a sus propias tropas”, dijo Nadim Houri, director ejecutivo del grupo de expertos regional Iniciativa de Reforma Árabe: “Dejó que sus seguidores enfrentaran su propio destino”.
El sábado 30 de noviembre, las tropas rebeldes ya habían tomado Alepo, y pocos días después Al-Assad se tuvo que contentar con una negativa del Kremlin: no habría ayuda militar rusa para mantener su régimen. Esto le quedó claro al líder sirio en los días previos a su salida, cuando buscó ayuda de varios sectores en una carrera desesperada por aferrarse al poder y garantizar su seguridad, según personas entrevistadas por Reuters.
Al-Assad visitó Moscú el 28 de noviembre, un día después de que las fuerzas rebeldes sirias empezaran el ataque a la provincia norteña de Alepo. Sus peticiones de intervención militar cayeron en oídos sordos en el Kremlin, que no estaba dispuesto a intervenir, dijeron tres diplomáticos regionales. Rusia, indicaron estos últimos, estaba “demasiado concentrada en Ucrania” como para mandar apoyo.
Hadi al-Bahra, jefe de la principal oposición de Siria en el extranjero, dijo que Al-Assad no transmitió la realidad de la situación a sus asesores en casa, citando una fuente dentro del círculo cercano del líder sirio y un funcionario regional. “Les dijo a sus comandantes y asociados después de su viaje a Moscú que llegaría apoyo militar”, añadió Al-Bahra: “Les estaba mintiendo. El mensaje que recibió de Moscú fue negativo”.
Después del viaje a Rusia, el otro aliado que le quedaba a Al-Assad era Irán, y de hecho, el canciller iraní Abbas Araqchi se reunió con él en Damasco. Alepo ya estaba en manos rebeldes, y según indicó un diplomático de Teherán, el líder sirio estaba visiblemente estresado, admitiendo que su ejército ya era demasiado débil como para dar una resistencia efectiva.
Sin embargo, Al-Assad no pidió ayuda a Teherán: ya entendía que cualquier intervención desde Irán podría ser usada por Israel como una excusa para bombardear tanto Siria como Irán mismo.
Después de agotar sus opciones, Al-Assad finalmente aceptó la inevitabilidad de su caída y decidió abandonar el país, poniendo fin al gobierno dinástico de su familia, que se remonta a 1971. Tres miembros del círculo más cercano del líder sirio dijeron que inicialmente quería buscar refugio en Emiratos Árabes Unidos, pero fue rechazado por los emiratíes, que temían una reacción internacional por albergar a una figura sujeta a sanciones de Estados Unidos y Europa. Esto, pues al régimen sirio se le acusa de usar armas químicas en una ofensiva contra los insurgentes, acusaciones que Al-Assad ha rechazado como una invención.
Sin embargo, Moscú, aunque no estaba dispuesta a intervenir militarmente, no pretendía abandonar a Al-Assad, según indica una fuente diplomática rusa que habló con la prensa bajo condición de anonimato. El ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Sergei Lavrov, que asistió a un foro en Doha, Qatar, el sábado y domingo, encabezó el esfuerzo diplomático para garantizar la seguridad del líder sirio involucrando a Turquía y Qatar para aprovechar sus conexiones con el grupo rebelde HTS para asegurar una salida segura de Al-Assad a Rusia.
El último primer ministro de Al-Assad, Mohammed al-Jalali, aseguró haber hablado por teléfono con su entonces presidente sirio, el sábado por la noche, a las 22.30. “En nuestra última llamada, le dije lo difícil que era la situación y que había un enorme desplazamiento (de personas) de Homs hacia Latakia... que había pánico y horror en las calles”, comentó a la cadena de televisión saudita Al Arabiya esta semana.
“Me respondió: ‘Mañana, ya veremos’”, añadió Al-Jalali. “‘Mañana, mañana’, fue lo último que me dijo”. El premier dijo que intentó llamar a Al-Assad de nuevo al amanecer del domingo, pero no hubo respuesta.
Al-Assad ni siquiera informó a su hermano menor, Maher, comandante de la Cuarta División Blindada de élite del Ejército, sobre su plan de salida. Maher voló en helicóptero a Irak y luego a Rusia, dijo una de las personas. Los primos maternos de Al-Assad, Ehab y Eyad Makhlouf, también quedaron atrás cuando Damasco cayó en manos de los rebeldes, según un ayudante sirio y un funcionario de seguridad libanés. La pareja trató de huir en auto a Líbano, pero fueron emboscados en el camino por los rebeldes, que mataron a tiros a Ehab e hirieron a Eyad, dijeron estas fuentes.
El propio Al-Assad huyó de Damasco en avión el domingo 8 de diciembre, volando bajo el radar con el transpondedor del avión apagado, dijeron dos diplomáticos regionales, escapando así de los sensores de los rebeldes que asaltaban la capital.
Desde Damasco voló a la base aérea rusa Hmeimim, en la ciudad costera de Latakia, y de allí a Moscú. La familia inmediata de Al-Assad, su esposa Asma y sus tres hijos, ya lo estaban esperando en la capital rusa, según tres excolaboradores cercanos y un alto funcionario regional.
Videos de la casa de Al-Assad, tomados por rebeldes y ciudadanos que abarrotaron el complejo presidencial luego de su huida, sugieren que hizo una salida apresurada: se muestra en los videos incluso comida recientemente cocinada, dejada en la cocina, y varias pertenencias personales como álbumes de fotos familiares.
Mientras las fuerzas de la oposición siria avanzaban rápidamente hacia la capital, Damasco, el destino del presidente Bashar al-Assad estaba en manos de Rusia. Desde el Kremlin se recordaba el video de la matanza y mutilación del líder libio Muammar Gaddafi, en la guerra civil de ese país en 2011: con eso en mente, Moscú actuó para salvar a su aliado, incluso cuando llegó a la conclusión de que ya no podía hacer nada para mantener el régimen de Al-Assad.
Rusia lo convenció de que perdería la lucha contra los grupos armados liderados por el HTS, y le ofreció a él y a su familia un salvoconducto si se iba de inmediato, según tres personas con conocimiento de la situación, que pidieron no ser identificadas debido a la delicadeza del asunto.
“Esto fue una medida de control de daños”, dijo Ruslan Pukhov, director del Centro de Análisis de Estrategias y Tecnologías, un centro de estudios de defensa y seguridad con sede en Moscú. Aseguró que era “muy lógico” que Rusia le dijera a Al-Assad que se rindiera, ya que quería evitar un baño de sangre en el que corriera la misma suerte que Gaddafi o el líder iraquí Saddam Hussein, quien fue ahorcado en 2006 tras ser sentenciado por la justicia de su país por crímenes contra la humanidad.
Comentarios