Está el mundo como para coger el tren de Harry Potter
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Está el mundo como para coger el tren de Harry Potter
Está el mundo como para querer coger el tren de Harry Potter y huir a otra dimensión. En los libros del niño mago se lanza contra un muro y, hop, pasa a un andén donde parte un tren mágico. En la realidad tenemos a un adulto MAGA (siglas de hagamos América grande otra vez) que quiere lanzarnos a todos contra una pared contándonos que la atravesaremos y llegaremos a un mundo maravilloso, si bien es un tipo que sugería inyectarse desinfectante contra el coronavirus. La necesidad de evasión es evidente. Por suerte o por desgracia, vivo en un país donde la propia realidad ya es a veces muy evasiva, escapa ella misma a la comprensión. Por ejemplo, puede ocurrir, como ocurrió el otro día con un tren de alta velocidad Roma-Génova, que uno llegue a la estación a coger un tren y que, por una vez, no tenga retraso. Pero siendo esto ya casi mágico, no es lo más portentoso. Porque el toque italiano, inigualable, es que el tren había salido con antelación. Se había ido 50 minutos antes. ¿Por qué? Aquí es donde se produce el salto mental solo al alcance de los genios: para no llegar con retraso. Como lo oyen, es lo que argumentó la compañía, porque sabían que había obras y llegaría tarde. Lo ha contado en una crónica memorable un periodista de La Stampa que iba a coger ese tren y, es más (doble salto mortal en el absurdo): estaba dos horas antes en la estación y podía haberlo tomado, pero es que tampoco avisaron, salió en secreto. Me dirán: pero el tren iría vacío, no viajaría nadie. Sí, supongo que llegarían puntuales solo el maquinista, el revisor y el del bar, pero es un gran resultado, comparado con la media. Quizá el revisor había quedado, y al menos uno logró llegar a su hora. Tenemos que empezar a conformarnos con las pequeñas victorias.
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