Expertos alertan sobre la crisis mundial del agua: la mitad de la producción de alimentos podría perderse en los próximos 25 años

Expertos alertan sobre la crisis mundial del agua: la mitad de la producción de alimentos podría perderse en los próximos 25 años

La alerta es clara. Si no se toman medidas urgentes por parte de las autoridades de las naciones de todo el mundo en lo que respecta al uso, cuidado y revalorización del agua, el planeta -y la raza humana- podría verse dirigido a una crisis alimentaria catastrófica. De ese modo lo planteó un informe de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua publicado el jueves, donde detallaron que más de la mitad de la producción mundial de alimentos corre el riesgo de perderse en los próximos 25 años debido a la aceleración de la crisis del agua.

Además de agilizar políticas de conservación de los recursos hídricos, el organismo internacional señala lo imperioso que es el poner fin a la destrucción de los ecosistemas de los que depende el agua dulce, como parte de las posibles soluciones a la situación actual.

El ente que publicó el documento fue creado por los Países Bajos en 2022 como producto del trabajo de docenas de científicos y economistas. Su preocupación radicaba en hacerse una idea del estado de los sistemas hidrológicos mundiales y cómo se podía gestionar de mejor manera. Este informe, de 194 páginas, se convirtió en el mayor estudio mundial sobre la crisis del agua, aportando posibles soluciones políticas para evitar un resultado dramático para el globo.

Un efecto a futuro

Debido a que los sistemas hídricos están sometidos a una “presión sin precedentes”, consigna el documento de la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua, la demanda por el agua dulce para finales de esta década superará a la oferta en un 40%, pronostican. Otro dato complementa la proyección. Si no se toman medidas, para 2050 los problemas del agua reducirán alrededor del 8% del PIB mundial, y los países pobres enfrentarán una pérdida del 15%, apuntó el documento.

El problema recae en una enorme subestimación por parte de los gobiernos y expertos frente a la cantidad de agua necesaria para el desarrollo de una vida digna, señaló el periódico The Guardian, citando al informe. Si hasta hace poco tiempo atrás se calculaba que cada persona requería de entre 50 y 100 litros diarios para cubrir la salud e higiene, en realidad se necesitarían 4.000 litros por día, considerando todos los factores que involucran el quehacer actual, para lograr “una nutrición adecuada y una vida digna”.

Un voluntario reparte agua potable embotellada a los residentes de la ciudad de Chasiv Yar, en la región de Donetsk, Ucrania, el 16 de octubre de 2024. Foto: Reuters

Mirando en el detalle de lo que esto significa, en la mayoría de las regiones del mundo ese volumen hídrico es imposible de lograrse de manera local, por lo que dependen del comercio -ya sea de alimentos, textil o bienes de consumo- para satisfacer sus necesidades.

Y ahí surge un nuevo problema: el uso correcto del “agua verde” y el “agua azul”. Según la comisión, la primera se puede definir como los elementos hídricos “bajo nuestros pies”, esa humedad esencial para el crecimiento de las plantas, las que liberan vapor de agua verde hacia la atmósfera y renuevan el ciclo. La segunda, en tanto, vendría siendo la que vemos en ríos, lagos y acuíferos.

¿Por qué es relevante esto? Porque el informe concluyó que el agua se mueve libremente por todo el mundo en forma de “ríos atmosféricos” que transportan la humedad desde una región a otra.

Ejemplo de esto es lo que ocurre con China y Rusia, quienes se benefician directamente de este proceso. Se estima que “aproximadamente la mitad de las precipitaciones terrestres del mundo provienen de una vegetación saludable en los ecosistemas que devuelve agua a la atmósfera y genera nubes que luego se mueven a favor del viento”, consignó The Guardian. Esto provee a los citados países del agua que, de otra manera, no podrían obtener.

Y los dos principales exportadores de estos “ríos atmosféricos” son India y Brasil, cuya masa terrestre sustenta el flujo de agua verde hacia otras regiones.

El lecho seco del río Taruma Acu, afluente del río Negro, cerca de Manaus, estado de Amazonas, Brasil, el 16 de octubre de 2024. Foto: Reuters

Dicho de otro modo, entre el 40% y el 60% de la fuente de lluvia de agua dulce, explicaron desde la Comisión Mundial sobre la Economía del Agua, se genera a partir del uso de la tierra vecina.

Todo esto ocurre mientras, a pesar de la interconexión de los sistemas hídricos globales, no existen estructuras de gobernanza global al respecto, dicen de modo crítico los autores del texto.

“La Organización de Naciones Unidas ha celebrado solo una conferencia sobre el agua en los últimos 50 años, y recién el mes pasado nombró a un enviado especial para el agua”, plantean.

Johan Rockström, director del Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático y uno de los copresidentes de la comisión, señaló al periódico británico que “la economía china depende de la gestión forestal sostenible en Ucrania, Kazajistán y la región del Báltico”. En nuestra región, en tanto, “se puede argumentar lo mismo en el caso de que Brasil suministre agua dulce a Argentina. Esta interconexión simplemente muestra que tenemos que colocar el agua dulce en la economía global como un bien común global”.

En la misma línea, añadió que las conclusiones son sorprendentemente duras. “El agua es la víctima número uno (de la crisis climática), los cambios medioambientales que vemos ahora se acumulan a nivel global, poniendo en riesgo toda la estabilidad de los sistemas terrestres”.

Pero las consecuencias también podrían ser financieras, puesto que el uso excesivo de agua podría provocar la pérdida de billones de dólares de la economía mundial en 2050, desestabilizando aún más, de paso, a regiones secas como Medio Oriente.

Unos niños caminan por un charco para llenar botellas de agua mientras los palestinos desplazados se refugian en un campamento de tiendas de campaña, en Rafah, sur de la Franja de Gaza, el 18 de enero de 2024. Foto: Reuters

Henk Ovink, director ejecutivo de la comisión, declaró al medio The National que “estamos minando nuestro futuro”. En un “contexto social y geopolítico frágil, cualquier vector de desastre (inundaciones, sequía, contaminación, pérdida de biodiversidad) está literalmente haciendo temblar los cimientos”, añadió.

La estimación de la comisión pronostica que la escasez de agua podría reducir en un 8% el PIB del mundo desarrollado y en un 15% el de los países en vías al desarrollo para 2050. Solo a modo de comparación, la pandemia ocasionada por el Covid-19 le costó al mundo una contracción de 3,5% en 2020, el primer año de pandemia.

El problema del presente

Lo que ocurra en el futuro próximo no es la única preocupación planteada por el informe, pues en el presente, la situación no es mucho mejor. Las cifras entregadas hablan de un escenario en el que, incluso en la actualidad, la mitad de la población mundial se enfrenta a la escasez del agua, lo que proyectan, aumentará mientras más se agrave la crisis.

Según su recopilación de datos, más de 2.000 millones de personas carecen de acceso a agua potable en la actualidad, y 3.600 millones de personas (el 44% de la población) carecen de acceso a servicios sanitarios seguros.

Esto lleva a consecuencias muy reales, añade el documento. Cada día, 1.000 niños mueren por falta de acceso a agua potable.

Tharman Shanmugaratnam, presidente de Singapur y copresidente de la comisión, indicó la urgencia que requiere el asunto y llamó a los países del mundo a comenzar a cooperar en la gestión de recursos hídricos antes de que sea demasiado tarde, consignó The Guardian.

“Tenemos que pensar radicalmente sobre cómo vamos a preservar las fuentes de agua dulce, cómo vamos a usarla de manera mucho más eficiente y cómo vamos a poder tener acceso a agua dulce disponible para todas las comunidades, incluidas los vulnerables; en otras palabras, cómo preservamos la equidad (entre ricos y pobres)”, declaró.

Por cada aumento de 1° Celsius en las temperaturas globales, se agrega otro 7% de humedad en la atmósfera, apuntó el informe de la Comisión Global sobre la Economía del Agua. Esto tiene efectos concretos en el ciclo de agua, “activando” el proceso muchas más veces de lo que debería en condiciones normales.

Un hombre bebe agua mientras toma un descanso tras cavar agujeros para postes de cerca, el 27 de junio de 2023, en Houston. Foto: Archivo

En un aspecto económico/político, la investigación concluyó que la entrega de subsidios por parte de los distintos Estados para la agricultura -cifra que asciende a más de 700.000 millones de dólares- debe ser más regulada en cuanto a cómo se utiliza este dinero. Al estar mal dirigidos, señala el texto, algunos agricultores se decantan por utilizar más agua de la que necesitan.

Es por eso que Ngozi Okonjo-Iweala, directora general de la Organización Mundial del Comercio y también copresidenta de la comisión, planteó que los países deben eliminar los subsidios dañinos, pero garantizando al mismo tiempo que los pobres no queden en desventaja. “Debemos tener un conjunto de herramientas políticas trabajando juntas si queremos lograr las tres E (por su traducción del inglés): eficiencia, equidad y sostenibilidad y justicia ambiental. Por lo tanto, tenemos que combinar el precio del agua con subsidios apropiados”, afirmó a The Guardian. Al mismo tiempo, pondera el informe, los pobres de los países en desarrollo frecuentemente pagan un alto precio por el agua o solo pueden acceder a fuentes sucias.

Es por eso que recomiendan, por ejemplo, que el precio del agua “refleje el verdadero costo de oportunidad y la escasez” de los recursos de la Tierra. Esto porque “la infravaloración generalizada del agua en la actualidad fomenta su uso derrochador en toda la economía”.

“Hay que distinguir dónde importa el uso. Quizás lo más importante sea la fuente de agua. Es nuestra biodiversidad, es nuestro medio ambiente y la planificación de la utilización de la tierra, y los incentivos y objetivos económicos los que determinan la vulnerabilidad de esa fuente de agua dulce”, dijo Henk Ovink a The National.

Y cerró: “Lo bueno es que con la gestión sostenible del empleo de la tierra; la recuperación de recursos; el uso sostenible del agua, la reutilización y el reciclaje; asegurándonos de frenar la pérdida de biodiversidad; y comenzando a restaurar nuestra biodiversidad y mantenerla, en realidad estamos cumpliendo muchos requisitos”.

Fuente

LaTercera.com

LaTercera.com

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