¡Fachos al poder!
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¡Fachos al poder!
Desde la derecha tradicional la táctica parece consistir más o menos en ser tan fachos como los Republicanos para evitar que estos últimos les arrebaten su posición hegemónica en el sector.
Hernán González M. Profesor. Valparaíso. La semana que termina estuvo marcada por la ofensiva conservadora. Lamentablemente para chilenos y chilenas, la derecha se mueve en la dirección de una deriva reaccionaria que, aparentemente, no tiene vuelta atrás. Después de las elecciones regionales y municipales, la derecha tradicional, aunque pudo respirar momentáneamente, comienza a sufrir la aceleración de su deterioro irreversible y solamente se dedica a dar manotazos de ahogado que apenas disimulan su extinción definitiva.
En efecto, estos días solamente, el circunstancial presidente de la UDI, diputado Guillermo Ramírez, tiene que salir a dar explicaciones a su par de Republicanos, Agustín Squella, a propósito de lo que quiso decir en materia de pensiones y en el marco de la discusión que se da en el Congreso a partir del proyecto de reforma del Gobierno del Presidente Boric.
En una performance patética, Ramírez se deshace en explicaciones para demostrar que es tan reaccionario como el segundo en cuanto a su defensa del sistema de capitalización individual y tan servil como éste en la defensa de los intereses de la industria del sistema privado de pensiones. Con aires de una dignidad de pantomima, anuncia desde ya su oposición y la de su partido a llegar a un acuerdo en el Congreso para destrabar la reforma previsional. En buen chileno, eso quiere decir que está por mantener el sistema tal cual existe hasta el día de hoy y como fue concebido por José Piñera, en plena dictadura militar, hace ya cuarenta y cinco años aproximadamente.
Es más, su única disposición para llegar a un acuerdo tiene que ver con aumentar el multimillonario fondo que administra y gracias al cual mantiene rehén al sistema político; e incrementar la PGU, que ni siquiera pagan las AFP sino el Estado, que según la derecha, los empresarios y sus astrólogos de la macroeconomía, para lo único que sirve es para financiar sus negocios y hacerse cargo de resolver sus estropicios. Es lo que se conoce comúnmente como principio de subsidiariedad.
El escándalo de la devolución de las Isapres de los cobros abusivos que realizó a sus usuarios viene a confirmarlo. La derecha, en el trámite de una ley que era, a todas luces, una maniobra de salvataje de esta otra “industria”, consiguió incluso condiciones más favorables a las que ya de por sí suponía, posibilitando estas devoluciones que es como decir que el abuso reconocido por el Poder Judicial, primero, e intentado subsanar chapuceramente mediante la ley corta, no le salió ni por cura’o. Una demostración del poder que ostentan, gracias al que, al igual que el de la industria de las AFP, tienen cautivos a miles de trabajadores y trabajadoras y al Estado de Chile de rodillas.
Los partidos de la derecha tradicional, tal como lo demuestran las declaraciones de Ramírez, no tienen mucho más espacio para seguir cuenteando. Esto es tan así, que incluso sus sectores dizque “democráticos” se refugian en la candidatura de una de las representantes más fanáticas del pensamiento neoliberal, pinochetista disimulada y némesis en vida de Piñera, que en un gesto post mortem, a través de sus colaboradores entre los que destaca su primo, la eleva a la categoría de heredera política.
La táctica parece consistir más o menos en ser tan fachos como los Republicanos para evitar que estos últimos les arrebaten su posición hegemónica en el sector. El resultado es más o menos el mismo. La mantención del poder de los mismos que lo han detentado en los últimos treinta o cuarenta años, banqueros, prestamistas y especuladores, y de la posición culturalmente hegemónica en la sociedad actual que les permite defender la legitimidad moral de sus proyectos y negocios aun cuando son abiertamente contrarios al interés nacional, el mejoramiento de la calidad de vida de trabajadores y trabajadoras, empleados, clase media y el medioambiente.
El Caso Dominga es suficientemente elocuente al respecto. Como era de suponer, la candidatura de Matthei después de las elecciones territoriales, resultó herida. Le han salido al camino ya varios críticos dentro de su mismo sector, como el pintoresco Carlos Larraín, un representante típico de la derecha tradicional católica, latifundista y autoritaria y el eterno candidato neofascista José Kast. Los socialcristianos, expresión de un neoconservadurismo evangelista que incluso ganó la gobernación del Biobío y que cuenta con una representación parlamentaria nada despreciable, también están empezando a hacer valer su condición de fuerza importante de esta nueva derecha.
La única manera de resolver esta dispersión pasa probablemente por devolverle autoridad y convicción al sector tras un liderazgo fuerte y decidido. Liderazgos de este tipo son los que representan en América Latina dirigentes tan bizarros como Trump, Milei, Bolsonaro o Bukele. Sea Matthei, Kast o quien sea el que tome la posta, es el futuro de la derecha y ante lo cual debe prepararse el pueblo, la izquierda y el progresismo so pena de tornarse intrascendente.
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