Hernán Rivera Letelier: “La poesía fue mi balsa de salvación en medio de ese mar calcinado que es la pampa”
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Hernán Rivera Letelier: “La poesía fue mi balsa de salvación en medio de ese mar calcinado que es la pampa”
Hubo un momento en que Hernán Rivera Letelier pudo conocer a su ídolo. Una tarde perdida, el joven aspirante a escritor decidió darse una vuelta por la sede de la SECH, en Santiago, y en el bar del recinto vio a Nicanor Parra mientras conversaba con otros autores de trayectoria. Con desparpajo, Rivera simplemente se le acercó, lo tomó del brazo y le pidió conversar. Asombrado, el hombre de Poemas y antipoemas accedió. Rivera no se anduvo con chicas y le dijo: “Usted es el culpable de que yo esté metido en este forro que es la poesía”. Don Nica le contestó con una sentencia: “Es la mejor definición de poesía que he escuchado hasta ahora”.
Este fue el comienzo de una relación de amistad entre ambos. Nicanor Parra fue la gran influencia para el poeta Rivera Letelier, dado que sus versos no eran nada líricos, sino cotidianos, prosaicos, pedestres. En 1987, después de años probando, publicó su primer poemario titulado Poemas y pomadas, en una autoedición limitada, que en un acto poético firmó con una editorial inexistente. Hoy, el poemario vuelve a los escaparates con una reedición vía Alfaguara, que incluye un prólogo de autor donde cuenta -entre otras cosas- su historia con Nicanor Parra.
“Poemas y pomadas fue autoedición -cuenta Rivera a Culto vía correo electrónico-. El dinero con que contaba para ello, alcanzó solo para publicar una veintena de poemas, en un opúsculo de dieciocho páginas. La edición fue apenas de trescientos ejemplares, que yo mismo ofrecía en la calle. La editorial Alta Tensión no existe. Y como no tenía nada que poner en la portada, le pedí a mi amigo el poeta José María Memet, que me dio asilo por unos días en su casa, que estampara las huellas digitales de su dedo pulgar izquierdo. Cuando, recién salido de la imprenta, tuve aquel opúsculo en mis manos, que para mí era un libro con todas sus letras. Mi libro. Mi primer libro. La sensación que sentía era comparable a cuando la matrona te pone en las manos la guagua recién parida por tu mujer, y con la guagua en los brazos, comienzas a contarle sus deditos, a ver si vienen justos. Así mismo comencé yo a revisarle cada palabra, cada verso. A ver si pillaba alguna errata. No vi ninguna. Por la noche dormí con él bajo la almohada”.
¿Recuerda cómo lo fue escribiendo?
Comencé a escribir en los años setenta mientras anduve de mochilero por la vida, pero eran poemas escritos para matar el hambre. Luego del golpe de estado vuelvo a la pampa, a trabajar en la mina. Y sigo escribiendo, ahora para no emborracharme, cosa que hacían mis compañeros mineros después de la faena. Cuando ellos pasaban a los ranchos “a limpiar las cañerías”, como decían, yo me iba a la casa a escribir.
¿Cuál era su contexto de vida en esos años?
El de Toribio el náufrago. Me sentía solo en una isla en medio de un mar absorbido. No sabía de nadie que escribiera, ni siquiera que leyera. Solo me sentía acompañado en la pequeña biblioteca del campamento, donde me iba diariamente a conversar con los libros de los grandes poetas. Mientras los demás parroquianos leían diarios y revistas deportivas.
En el prólogo de esta edición relata que pudo conocer a grandes de la poesía chilena, como Gonzalo Millán, Jorge Teillier o Nicanor Parra, ¿qué aprendió de ellos?
Me maravilló la generosidad y sencillez de cada uno de ellos. Los tres fueron los mejores en su estilo, no necesitaban disfrazarse de poetas como algunos otros que traté, ni se daban ínfulas de nada. Las historias de cómo conocí a cada uno de ellos, las cuento en el prólogo de mi libro (adquiéralo en las mejores librerías del país).
¿Diría que Nicanor Parra ha sido su mayor influencia poética?
Son dos mis influencias literarias: en poesía Nicanor Parra y en prosa el desierto de Atacama. Nicanor Parra me enseñó que para crear un poema no se necesitan palabras grandifloras (como la palabra grandiflora), que con el leguaje de la tribu, perfectamente se puede escribir La Víbora. El desierto me enseñó las tres cosas fundamentales para internarse en los páramos de la novela: perseverancia, persistencia, obstinación.
El título Poemas y pomadas, ¿es un homenaje a Poemas y antipoemas?
Sería muy soberbio de mi parte. Mi título no alcanza para homenajear al del poeta y antipoeta. Sus antipoemas fueron los textos que le dieron renombre internacional. En el caso de mi libro hay poemas y hay textos que cuando los escribí quisieron venderme la pomada: hacerme creer que eran poemas. Eso es todo.
¿Se considera un poeta de lo cotidiano?
De lo cotidiano y de lo consuetudinario.
En un poema escribe “Yo no hablo del norte del que hablan los turistas”, ¿ya pensaba en esos años ser un narrador de la pampa?
Desde que comencé a escribir tenía entre ceja y ceja contar y cantar a la pampa. Sin embargo, entre los casi quince años que escribí poemas solo tres o cuatro fueron sobre la pampa. Necesitaba más espacio para contener la inmensidad de este desierto planetario. Más espacio y más libertad. Había que contar y cantar un paisaje árido, donde no había ni flora ni fauna, un paisaje donde solo imperaba el reino mineral. Un paisaje constituido de nada: nada arriba y nada abajo, estas dos nadas separadas por una raya imaginaria llamada horizonte. O sea: nada ¿Como se cuenta eso? Había que rellenar esa nada con palabras. No quedaba otra. Y los críticos idiotas se desgañitaron diciendo que a La Reina Isabel le sobraban palabras. Tal vez, pero era mi primer intento de rellenar la inmensidad de esa nada y era preferible que sobrara material a que me quedara corto. Con ese material sobrante he construido veintitrés novelas.
¿Cómo fue que pasó de ser poeta a narrador?
Ocurrió nomás. A finales de los ochenta comencé a darme cuenta que mis poemas resultaban demasiados narrativos, que incluso venían con finales como de microcuentos. Una noche en que mi duende se demoraba en aparecer, solo por joder la pita, hice el gran experimento de tomar uno de los poemas y escribirlos hacia el lado. Fue todo un acierto, como cuentos o microcuento, el texto resultaba más potente que como poema. Y comencé a escribir cuentos. Alcancé a escribirlos solamente dos años. A principios de los noventas me senté a escribir un cuento sobre un caso que me había contado un viejo en la mina. Intuí que con este cuento batiría mi récord de páginas, pues mis cuentos eran muy cortos, desde dos líneas hasta una página y media. Con este calculaba entre diez a quince páginas. Cuando iba en la página treinta, vi que el cuento se me iba saliendo del closet convertido en novela. Y luego de cuatro años aquel cuento se presenta en Sociedad convertido en La Reina Isabel cantaba rancheras.
¿Recomendaría a los narradores que comiencen como poetas?
Sería lo ideal para el novelista. Sin embargo, a nadie se le puede recomendar ser poeta. Se tiene sensibilidad poética o no se tiene. Si no la tiene es imposible toda recomendación. Y si son poetas van a escribir sus poemas sin necesidad que nadie se lo recomiende. Lo que sí se les puede recomendar es que lean mucha poesía. Alguien dijo por ahí que un poeta puede perfectamente escribir una novela, pero que un novelista no puede hacer un poema. Y si puede es que no sabía que era poeta.
¿Hay poemas de este libro basado en sus propias experiencias?
Si, todos mis poemas nacen por circunstancias personales, por sueños personales, por recuerdos personales, por imaginaciones personales. Creo que todo lo que uno escriba, sea poesía o sea prosa, tiene bases de experiencias propias, así sea de ciencia ficción o de fantasía waldisneyca.
¿Qué significa la poesía para usted? tanto en esos años como ahora.
La poesía fue mi balsa de salvación en medio de ese mar calcinado que es la pampa. De no haber sido por su magia no hubiera sobrevivido, me habría ahogado indefectiblemente bajo ese polvo ardiente. Por ese tiempo fue que escribí un texto de tres o cuatro líneas que dice: A punto de morir ahogado se imaginó una balsa y se encaramó en ella. Murió de insolación. Y sentí de pronto que justamente eso me estaba pasando a mí que, a punto de morir ahogado, había imaginado a la poesía como una balsa, y encaramado en ella me había salvado. Pero habían pasado quince años y cuando ya empezaba a sentir los efectos de la insolación, me imaginé un transatlántico y me encaramé de polizón. El transatlántico lleva por nombre “Reina Isabel”. Hasta ahora no me han descubierto.
¿Puede usted decir que la poesía fue su primer amor literario?
Si, y porque a veces no me sentía digno de tutearla, fue que comencé a llamarla mi duende. Y como digo en el prólogo, la poesía no es exclusividad del poema. Hay poemas que no marcan un grado de poesía. En cambio, he leído novelas que rebozan poesía, cuentos, ensayos, crónicas llenas de poesía. Quiero decir que cuando el artista, el escultor en este caso, termina una obra, lo que tiene ante sus ojos no es más que un montón de barro, por más que el barro sea original y haya sido hecho a imagen y semejanza de Él, no deja de ser un montón de barro y lo seguirá siendo si no recibe ese soplo de vida que lo hace vivir. Ese soplo de vida que otros llaman el elemento añadido, o el viento de la locura.
En este poemario hay algunos poemas que hablan sobre la muerte, A sus 74 años, ¿piensa en la muerte actualmente?
Estoy en conversaciones con La Doña. La última vez que hablamos fue cuando venía a buscarme y me encontró en La Habana. Conversamos once segundos: Le dije, muy forongo, que yo creía no tener aún los pecados suficientes como para pagar mi pasaje y mi estadía en sus territorios. Quedamos en que me daría un tiempito más y que yo me esforzaría para tener la cantidad suficiente de pecados para embarcarme.
¿Pecados en efectivo?, me preguntó
-Efectivamente -dije yo.
De modo que aquí estoy, esforzándome para cumplirle a la Doña.
¿Considera que Chile es un país de poetas?
Chile es un país de poetas muertos. La alta poesía que se escribía en esta delgada franja de tierra se fue con ellos. Y en la banca, salvo dos o tres, no hay muchos más que puedan entrar a jugar con el número de sus camisetas. Ellos son los históricos, y todavía no nace una generación que los reemplace. Claro, con dos copas mundiales a su haber, va a costar reemplazarlos.
En otro ámbito, ¿cómo se encuentra usted?, ¿cómo se encuentra actualmente de salud?
Por lo menos me encuentro, que ya es mucho ¿no?
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