Juan Rulfo y la historia de Pedro Páramo: estructura construida de silencios (y cuánto se parece a la película)
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Juan Rulfo y la historia de Pedro Páramo: estructura construida de silencios (y cuánto se parece a la película)
Lo reconoció sin tanto rodeo, consciente de cada palabra que decía. En una entrevista con la televisión española, en 1977, el escritor mexicano Juan Rulfo se refirió a su única novela, Pedro Páramo. “Es una novela difícil, pero que fue hecha con esa intención, de que se necesitara leerla 3 veces para entenderla”. Por entonces, el libro ya era considerado una especie de antecedente del Boom Latinoamericano, por lo que Rulfo se había convertido en una celebridad literaria.
Pedro Páramo ha vuelto a la palestra amén de la buena película que acaba de estrenar la plataforma Netflix, dirigida por Rodrigo Prieto. Publicada en 1955 por la editorial mexicana Fondo de Cultura Económica, en rigor, su autor venía mucho tiempo antes con la idea rondando por su cabeza. “Escribí cuentos tratando de buscar una forma para Pedro Páramo, a quien llevaba en la cabeza desde 1939. La idea me vino del supuesto de un hombre que antes de morir se le presenta la visión de su vida. Yo quise que fuera un hombre y muerto el que la contara. Originalmente sólo Susana San Juan estaba muerta y desde la tumba repasaba su vida. Allí, entre las tumbas, estableció sus relaciones con los demás personajes que también habían muerto. El mismo pueblo estaba muerto. Debo decirte que mi primera novela estaba escrita en secuencias, pero advertí que la vida no es una secuencia. Pueden pasar los años sin que nada ocurra y de pronto se desencadena una multitud de hechos. A cualquier hombre no le suceden cosas de manera constante y yo pretendí contar una historia con hechos muy espaciados, rompiendo el tiempo y el espacio”, comentó el autor en una entrevista de 1986 con la revista Araucaria de Chile.
En sus páginas, Pedro Páramo tiene dos narraciones. Una, la de la primera mitad, es la de Juan Preciado, uno de los hijos de Pedro Páramo y quien llega a Comala, el pueblo de su madre, a conocer a su padre. Ahí, a través de fantasmas, va conociendo la historia del pueblo y del mismo Páramo, una hacendado local que en los años marcados por la Revolución Mexicana y la Guerra Cristera se hizo de su poder en la región, con jugadas no muy correctas. Entre ellas, un asesinato y un matrimonio por interés.
La otra narración, de la segunda mitad, es la historia de Pedro Páramo con el amor de su vida, Susana San Juan. Su novia de adolescente, quien se fue del pueblo junto a su padre y Páramo ha vivido añorándola toda su vida. Cuando luego de 30 años logra por fin casarse con ella, San Juan ha cambiado. Está enferma, enloquecida y no corresponde a su esposo. Además, de tener una relación algo extraña con su padre, Bartolomé. En todo caso, en una entrevista Rulfo aclaró que ese vínculo no es incestuoso. “Aparentemente, pero no la hay. El padre la quería tener siempre con él”.
Desde un inicio, Rulfo se propuso transgredir las convenciones de tiempo y espacio. Eso hizo que la novela resultara en una serie de fragmentos, que van saltando en el tiempo y los que el lector debe poner en orden. Hacia el final, con los fragmentos finales, la historia cobra sentido. “Había leído mucha literatura española y descubrí que el escritor llenaba los espacios desiertos con divagaciones y elucubraciones. Yo antes había hecho lo mismo y pensé que lo que contaban eran los hechos y no las intervenciones del autor, sus ensayos, su forma de pensar, y me reduje a eliminar el ensayo y a limitarme a los hechos, y para eso busqué a personajes muertos que no están dentro del tiempo o el espacio. Suprimí las ideas con que el autor llenaba los vacíos y evité la adjetivación entonces de moda. Se creía que adornaba el estilo, y sólo destruía la sustancia esencial de la obra, es decir, lo sustantivo. Pedro Páramo es un ejercicio de eliminación”.
“Escribí 250 páginas donde otra vez el autor metía su cuchara. La práctica del cuento me disciplinó, me hizo ver la necesidad de que el autor desapareciera y dejara a sus personaje hablar libremente, lo que provocó, en apariencia, una falta de estructura. Sí, hay en Pedro Páramo una estructura, pero es una estructura construida de silencios, de hilos colgantes, de escenas cortadas, donde todo ocurre en un tiempo simultáneo que es un no tiempo. También perseguía el fin de dejarle al lector la oportunidad de colaborar con el autor y que llenara él mismo esos vacíos. En el mundo de los muertos el autor no podía intervenir”.
Con todo, el universo de Comala es el México agreste y campesino del interior, un mundo que al autor, nacido en Apulco, un pequeño pueblo de Jalisco, siempre le llamó la atención. “A Rulfo le ocupaba el campesino, en especial el de Jalisco, que habita sus obras y está descrito en sus entrevistas con minuciosidad de antropólogo: ‘La tierra [...] se distribuyó entre los obrajeros, entre los carpinteros, albañiles, zapateros y peluqueros’, mientras el campesino, pegado al patrón, quedó fuera de los beneficios de una más que dudosa Reforma Agraria nacida al amparo de la Revolución”, señala Reina Roffé en su libro Juan Rulfo - Biografía no autorizada (2013).
El crítico literario, Matías Rivas, señala sobre el libro: “En la universidad me tocó analizar gramaticalmente Pedro Páramo. Es muy difícil, los tiempos se entrecruzan, está urdido con harta densidad, pero que no se nota a simple vista. Eso es maravilloso. Es parte de la belleza de Rulfo, es un libro muy fantasmal, metafísico”.
“Es uno de los grandes genios de la literatura latinoamericana -agrega Rivas-. Sus libros son obras maestras. Creo que muy pocos autores han llegado a tener una prosa tan clara, tan bella, tan poética, y a la vez de una facilidad aparente. Juan Rulfo es un escritor muy sofisticado, pero cuando uno lo lee cree que es fácil. Eso es producto de una técnica magistral que él ocultaba. Para llegar a eso hay un trabajo enorme”.
A pesar de que los trozos giran en torno a Pedro Páramo, para Rulfo el verdadero protagonista de la novela es Comala. “Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo -dijo el mismo Rulfo-. Es un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aun quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio. No se mueven en el tiempo ni en el espacio. Entonces así como aparecen, se desvanecen. Y dentro de este confuso mundo, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy popular) son las ánimas, las ánimas de aquéllos muertos que murieron en pecado. Y como era un pueblo en que casi todos morían en pecado, pues regresaban en su mayor parte. Habitaban nuevamente el pueblo, pero eran ánimas, no eran seres vivos”.
¿Qué tanto se parece la novela a la película de Netflix? Mucho. Esencialmente, la película reproduce casi al calco la novela, las diferencias son solo pequeños detalles que no inciden en el entendimiento de la historia. Así comentó a Culto Francisco Ramos, Vice President Content Latinoamérica de Netflix. “La apuesta de Mateo Gil a la hora de adaptar Pedro Páramo, fue ‘extraer’ la película de la propia novela, sin sumarle nada ajeno, manteniendo en lo posible, incluso, su estructura. El mayor reto, fue decidir qué fragmentos sacrificar en favor de la unidad y progresión de la película. Para Rodrigo, el gran desafío (él mismo lo dice) fue conservar ese grado de ‘confusión’ que la novela provoca en el espectador debido a su estructura, que no en pocos momentos rompe el tiempo en un vaivén cíclico, combinando presente con pasado, donde los vivos (y no al revés) son los que perturban a los muertos. El principal reto fue mantener el sentido estructural de la obra de Rulfo”.
Años después, Rulfo seguía lamentado que en su tiempo la novela no tuvo tan buena recepción. “Mi generación no la entendió, ni la consideró nunca interesante y las actuales generaciones la entienden y la aprecian”, agregó. Un asunto de tiempos, como vemos. Volátiles como en la fantasmal Pedro Páramo.
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