Keynesianismo de guerra y mentalidad bélica

Keynesianismo de guerra y mentalidad bélica

Europa es una misión: algo que se hace, se crea, se construye. “Un lugar de aventura”, escribió el sociólogo Zygmunt Bauman. Un trabajo que nunca termina, en estado de transición permanente: una posibilidad siempre pendiente. Un oxímoron, una contradicción, una formidable paradoja: la doble cara de la civilización es ese Estado del bienestar amenazado por el oleaje ultra; al cabo, Europa es el lugar donde el jardín de Goethe es colindante con el campo de concentración de Buchenwald, según la aterradora definición de George Steiner. Durante 80 años ha presumido de su poder blando: el proyecto se levantó con la lógica de la guerra, pero con la gramática del comercio. La UE ha sido básicamente una potencia normativa, a la vez poderosa y débil: capaz de ser una superpotencia económica y comercial desde la abstinencia militar, que dejaba en manos de Estados Unidos, y además desde la energía barata, que la canciller Merkel dejó en manos de Rusia. Ese dibujo geoeconómico empezó a saltar por los aires cuando Rusia invadió Crimea, en 2014, y recibió la puntilla hace tres años, con la invasión de Ucrania por parte de Putin, pero sobre todo hace un par de meses, con la llegada de Trump y sus tecnooligarcas a la Casa Blanca. Ahí se acabó la hipnosis. Y Europa se ha visto obligada a pasar de las musas al teatro, a defenderse por sí sola con una combinación de keynesianismo de guerra y de mentalidad bélica. Vayamos por partes.

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ElPais.com

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