La columna de Álvaro González: “Lecciones I+D en la empresa”
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La columna de Álvaro González: “Lecciones I+D en la empresa”
Cualquier índice, estudio e investigación concuerda en la virtuosa relación que existe entre la investigación y desarrollo, la innovación y la competitividad. Que no es otra cosa que poner en práctica todo el nuevo conocimiento y llevar a la práctica los nuevos productos y servicios tecnológicos desarrollados a nivel científico.
Por ello es gratificante ver las últimas cifras de la “Encuesta de Gasto y Personal en Investigación y Desarrollo” realizada por el Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación con apoyo del Instituto Nacional de Estadísticas (INE): la inversión en I+D (investigación y desarrollo) subió en 2022 desde un 0,36% a un 0,39% sobre el Producto Interno Bruto (PIB). El aporte absoluto realizado por las empresas y las universidades fueron las mayores alzas.
Esto es una clara señal de que el sector privado está poniendo los esfuerzos en I+D+i (investigación, desarrollo e innovación). Pero también es una muestra de que aún falta, y bastante, considerando los niveles de inversión en I+D sobre 2% de países de la Ocde (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico).
Una forma de incentivar que más empresas incorporen I+D+i en su estrategia empresarial de largo plazo es ir conociendo casos de éxito. Este año el Centro de Investigación e Innovación de Viña Concha y Toro cumple 10 años y es un momento propicio para dar a conocer las lecciones que hemos aprendido en este camino.
Convicción aguas arriba. El convencimiento de que el I+D+i es el camino para trascender como compañía debe venir desde lo más alto de la empresa: el directorio. Es en esa instancia donde nace la convicción de apoyar este derrotero que, sin duda pasará por momentos difíciles…como por ejemplo ¡una pandemia! Y este soporte se materializa en un respaldo no sólo económico -que nos permitió tener toda la infraestructura necesaria con una inversión inicial de unos US$5 millones y otros US$3 millones por año-, sino también político al interior de la empresa. Lo que nos lleva al segundo punto.
Conexión interna. La decisión de realizar innovación basada en ciencia, que fue el camino emprendido por la compañía, o cualquier otra forma de opción que se tome, debe trabajarse en paralelo con un cambio cultural dentro de la empresa. Solo unos pocos no logran los cambios, por mucho que se investigue, publiquen papers y desarrolle nuevos productos. Debe haber una profunda conexión con las áreas que explotan el negocio y aquellas que exploran nuevas oportunidades.
Conexión externa. Lo que se conoce como ecosistema de I+D es clave. El trabajo colaborativo con la academia local (El Maule), nacional e internacional ha sido fundamental para sumar capacidades y poder captar aportes (capital intelectual, entre otros) que de otra manera no hubiese sido posible. Esa conexión también ha sido con otros centros de investigación, con apoyo a entidades de gobierno y el mundo privado.
Capital humano. Por último, en este camino ha sido fundamental contar con personal adecuado para desarrollar investigación e innovación de vanguardia, para poner no solo a la empresa en un mejor pie, sino a la industria nacional y al país. Por ejemplo, contando con un equipo de más de 35 personas en el centro de investigación, siendo 9 de ellos doctores.
Cada empresa tendrá su propia realidad, obviamente, pero creemos que conocer nuestras lecciones aprendidas en estos 10 años de experiencia puede ser de utilidad para quienes estén iniciando este camino o aún tienen dudas.
*El autor de la columna es el director del Centro de Investigación e Innovación de Viña Concha y Toro
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