La importancia del parto y la experiencia de la mujer

La importancia del parto y la experiencia de la mujer

“A menudo se les dice a las madres recientes: ‘Mientras el bebé esté sano’. Esta frase deja poco espacio para la experiencia de la madre”, comenta la autora Millie Hill, quien en su libro Giving Birth Like a Feminist, aboga por otorgar a las mujeres mayor control sobre su parto. Esa sensación de control y de capacidad de decisión es lo que determina si una experiencia de parto es percibida como positiva, más allá de la forma en que ocurra. Un parto difícil también puede ser una experiencia positiva si la mujer está acompañada de una manera respetuosa y está en control de su proceso.

Además, según Varinia Barría León, psicóloga perinatal, la conceptualización general de lo que es “sano” está muy limitada y principalmente se mide en los signos vitales del bebé. Pero la literatura del área de salud primaria, iniciada por el médico francés Michel Odent, ha demostrado que un parto vaginal tiene importantes beneficios de salud para el recién nacido que van más allá que los signos vitales, incluyendo la capacidad de apego y un microbioma saludable.

Nacer en la casa

Lamentablemente, una gran cantidad de mujeres en el mundo no perciben su parto como una experiencia positiva. En Bélgica, entre el 25 y el 35% de las mujeres considera que su parto fue traumático; en el Reino Unido 1 de cada 3 mujeres han tenido un parto traumático; y en Australia 1 de cada 10 mujeres han sido víctimas de violencia obstétrica. En los Países Bajos, donde las matronas son las cuidadoras de primera línea para las mujeres embarazadas, la cifra es menor, pero aún así alcanza el 10%.

Y en Chile la situación tampoco es muy distinta: 1 de cada 2 mujeres experimenta violencia obstétrica. A eso se suma que la excesiva medicalización, caracterizada por una tasa de cesáreas del 59% –la OMS recomienda una tasa nacional de cesárea de no más de un 10 a 15%–, lo que ha socavado la autonomía de las mujeres sobre su propio parto.

Así, aunque la responsabilidad de cómo una mujer trae a su hijo al mundo a menudo recae sobre ella misma, los altos porcentajes de experiencias negativas indican que el problema es sistémico. Y una de las principales razones es la falta de información, sensibilización y conocimiento al momento de tomar decisiones antes, durante y después del parto.

Esta falta de información termina por darle a la voz de los ginecólogos un peso considerable, cuando según el médico canadiense, Gabor Maté, apoyarse en la autoridad de los expertos es un signo de nuestra época y lleva a una visión distorsionada de lo que es “natural”. Esto es aún más evidente en el contexto del cambio histórico en el panorama del parto, que ha reducido sistemáticamente el poder de decisión de las mujeres y las matronas.

El parto en casa y los mitos que lo rodean

Durante la mayor parte de la historia humana, los partos se realizaban en casa, y en la mayoría de las culturas eran realizados por mujeres. Desde mediados del siglo XX el número de bebés nacidos en instituciones de salud comenzó a aumentar, y en esos espacios generalmente eran los médicos hombres los que dominaban.

En Bélgica, por ejemplo, en 1950 alrededor del 50% de las mujeres parían en casa. Treinta años después, solo un 2%. En una sola generación, el parto pasó de ser una experiencia compartida colectivamente a un evento oculto tras las cortinas de un hospital. Una tendencia similar ocurrió en la mayoría de los países occidentales, con los Países Bajos como excepción, donde un 13% de las mujeres paren en casa, mucho más alto que el promedio europeo. Aunque el número de mujeres médicos ha aumentado considerablemente en las últimas décadas, siguen trabajando en un sistema creado por hombres. Esto ha influido drásticamente en la manera en que se acompañan los partos, según Ina May Gaskin en A Midwife Manifesto.

En la opinión pública, la medicalización del parto suele percibirse como un avance. Y de un lado es así. A nivel global, las tasas de mortalidad materna y neonatal han disminuido, lo cual es excelente. Sin embargo, en la transición hemos olvidado colectivamente que el parto es un proceso natural que incluye más que la expulsión de un bede del útero: tiene el potencial de ser una experiencia transformadora y poderosa para mujeres.

Al mismo tiempo han crecido los mitos y el miedo alrededor del parto. Por ejemplo, hay una creencia de que los partos en casa, asistidos por matronas, son más riesgosos, lo que es incorrecto. Un análisis publicado en The Lancet en 2020 revela que las intervenciones médicas ocurren con menor frecuencia en los partos planificados en casa. Los partos en hospitales tienen una mayor probabilidad de cesáreas, episiotomías, administración de anestesia epidural, partos vaginales con intervención quirúrgica, infecciones maternas, desgarros y administración de oxitocina.

Obvio, dicen las matronas: “El parto es un proceso complejo, impulsado por una extraordinaria mezcla de hormonas, que es muy sensible a estímulos externos. Los hospitales, generalmente, no están diseñados para crear un ambiente sereno que permita a la mujer confiar y entregarse completamente al proceso de parto”.

El hecho de que la hospitalización del parto en general no ha mejorado la experiencia de parto para las mujeres está ligada con la formación de los ginecólogos, que se centra en intervenir para “prevenir posibles complicaciones y resolver problemas”, comenta Karen Wiensoe, ginecóloga en Chile desde hace 30 años. La mujer en trabajo de parto ha pasado a ser una paciente, en lugar de alguien que atraviesa un proceso poderoso y natural. Esto lleva a la práctica de intervenciones preventivas, siendo la episiotomía el ejemplo más conocido. Recientes estudios publicados en Midwifery muestran que la episiotomía se realiza mucho más a menudo de lo necesario. En Bélgica, ocurre en el 32% de los partos hospitalarios, en comparación con el 1% de los partos en casa.

En este contexto es difícil valorar adecuadamente la sabiduría de la partería tradicional para la vivencia del parto tanto para la madre como para el bebé. En Chile, donde la medicalización está muy avanzada, la formación en matronería también pone cada vez más énfasis en la estandarización del parto y en seguir los protocolos médicos. Según la partera Sofía Valdebenito: “Tuve la suerte de que, debido al COVID, tuvimos la oportunidad de hacer una pasantía con matronas independientes que acompañan partos en casa; de otro modo, nunca habría conocido un parto sin intervención médica”.

El parto natural se ha vuelto “aterrador”, no porque sea más peligroso que un parto medicalizado, sino porque es desconocido. La excesiva medicalización ha llevado a que tanto la mujer que da a luz como el personal médico, carezcan del conocimiento necesario para, aparte de las intervenciones imprescindibles, acompañar y apoyar el parto como un proceso natural.

Pilar, una partera en Chile que trabaja tanto en el hospital de Concepción como en su labor independiente en partos domiciliarios, lo expresa así: “Para mí, los partos en casa son tanto un respiro como una importante escuela de aprendizaje (...) Cada parto natural es único, y siempre aprendo algo nuevo. En el hospital, estamos tan atados a seguir los protocolos que el parto se vuelve mucho más estandarizado”. Y esto no está exento de peligro. Quien empieza a trabajar en piloto automático corre el riesgo de cometer errores. “Los partos en casa, en cambio, me mantienen siempre alerta”, concluye.

Testimonios de parto

- Zjos Vlaminck (nacida en 1988) dio a luz a su hija Teresa en su casa en Cobquecura el 19 Febrero 2024, acompañada por su marido Leonardo, su amiga Sanne y dos matronas. “Inconscientemente, quería mantener la imagen mítica del parto natural. Ahora puedo decir: sí, fue doloroso. En algunos momentos pensé en rendirme. Pero también fue increíble, hermoso, íntimo y lleno de amor. La victoria más loca, el regalo más bonito. Me sentí como una reina en un castillo de aire y agua tibia, inalcanzable y, al mismo tiempo, conectada con el universo”.

- Ingrid Silva (nacida en 1981) dio a luz a su hijo Gael en su hogar en Cobquecura el 28 de diciembre de 2021, acompañada de su esposo Matt y dos matronas. “Estar tan íntimamente conectada con mi cuerpo cambió mi vida. Me había preparado bien, por lo que no tenía miedo. Sin expectativas, me entregué al proceso y me sentí segura y sostenida por mi partera. Después del parto, me sentí como una supermujer, capaz de afrontar cualquier cosa”.

- Antonia López Haverbeck (nacida en 1983) dio a luz a su hija Olivia el 3 de abril de 2024 en la Clínica Bío Bío de Concepción, Chile, acompañada de su esposo Javier. “El mantra ‘lo que está arriba es abajo’ me guió durante el nacimiento de Olivia. Me sentí abrazada por la tierra y conectada con mi linaje femenino durante el dolor más intenso y orgásmico que haya experimentado en mi vida”.

- Tamara Merino (nacida en 1990) dio a luz a su hija Ona en su hogar en Santiago, Chile, el 1 de octubre de 2023, en compañía de su esposo Fran, su hijo Ikal y dos matronas. “A las 9 de la mañana, sin miedo, sin anestesia epidural, sin intervenciones, di a luz a Ona en el agua. Fue mágico. Rodeada de una energía maravillosa, llena de confianza, calma y paz. No tuve desgarros, no sangré y no tuve que pujar ni una sola vez. Ona nació gracias al reflejo de expulsión fetal”.

- N.P. (nacida en 1993) dio a luz a su hija N.C. el 10 de abril de 2021 en la Clínica Andes en Concepción, Chile. “Mi parto fue muy pacífico. No tuve contracciones ni dolor, ya que N. nació a través de una cesárea planificada porque estaba en posición de nalgas y mi médico lo recomendó. Ahora que estoy embarazada de nuevo, me gustaría experimentar un parto vaginal”.

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* Zjos Vlaminck y Sanne De Wilde investigaron la cultura del parto en Bélgica, Chile y los Países Bajos.

Fuente

LaTercera.com

LaTercera.com

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