La inquietud de las monarquías del Golfo con el rol de EE.UU. en Siria y el fantasma de una nueva Primavera Árabe
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La inquietud de las monarquías del Golfo con el rol de EE.UU. en Siria y el fantasma de una nueva Primavera Árabe
En Siria está comenzando un nuevo período de incertidumbre tras la caída del presidente Bashar al-Assad. En los últimos días, se ha desatado una serie de movimientos estratégicos por parte de Estados Unidos, Turquía y las monarquías del Golfo, que buscan influenciar el futuro de Siria y de la región. Para las monarquías del Golfo, la toma de control por parte del grupo rebelde Hayat Tahrir al-Sham (HTS) es preocupante, pese a que Estados Unidos está dispuesto a colaborar con el grupo.
HTS se formó después de que su líder, Abu Mohammed al-Jolani, rompiera vínculos con Al Qaeda en 2016. La ONU y varios países, incluido Estados Unidos, lo consideran una organización terrorista, aunque en los últimos años ha intentado posicionarse como una organización más moderada. Al-Jolani, descrito por analistas especializados en islam político como un “radical pragmático”, prometió marcar el comienzo de la reconstrucción y la estabilidad después de la revolución.
Ya en el poder, el grupo HTS designó este martes a Mohammed al-Bashir, exjefe de la administración civil del grupo rebelde que dirigía Idlib (y que ha sido acusado de violaciones de los derechos humanos), como el nuevo primer ministro, para que lidere un gobierno de transición hasta el 1 de marzo de 2025.
El controvertido papel de EE.UU.
Estados Unidos se ha pronunciado contra el régimen de Assad en Siria desde que estalló la guerra civil en 2011 e intervino militarmente en 2014 para combatir, más tarde junto con las Fuerzas Democráticas Sirias (SDF), a las fuerzas del Estado Islámico en el país. El expresidente Barack Obama enfrentó numerosas críticas por no haber llevado a cabo una intervención más activa tras el ataque con armas químicas de 2013, atribuido ampliamente al régimen de Assad, en Ghouta oriental, en las afueras de Damasco. Obama había calificado el uso de armas químicas en Siria de “línea roja”, recuerda The Economist.
Y aunque Estados Unidos ha catalogado por años al grupo HTS como terrorista, este martes el presidente estadounidense Joe Biden anunció que colaborará con ellos en la reconstrucción de Siria. En concreto, el mandatario afirmó que reconocerá y apoyará a un nuevo gobierno sirio que renuncie al terrorismo, destruya los arsenales de armas químicas y proteja los derechos de las minorías y las mujeres, detalló el medio Middle East Eye.
En principio, Biden había catalogado el derrocamiento del régimen de Assad como “un acto fundamental de justicia”, pero agregó que fue un “momento de riesgo e incertidumbre”. Siguiendo su anuncio de este martes, el secretario de Estado, Antony Blinken, dijo en un comunicado que Estados Unidos trabajará con grupos en Siria y socios regionales para garantizar que la transición se desarrolle sin problemas.
Estados Unidos tiene actualmente unos 900 soldados estacionados en Siria, lo que preocupa a los Estados aliados del Golfo que dependen de Washington para contrarrestar la influencia de Irán y Hezbolá. Y la promesa calificada de apoyo a una Siria post-Assad llega mientras la administración Biden sigue buscando atacar a los combatientes del Estado Islámico para evitar que el grupo resurja como una amenaza internacional y mantiene el apoyo a Israel mientras sus fuerzas llevan a cabo sus propias operaciones dentro de Siria.
No obstante, a pocas semanas de que asuma el presidente electo Donald Trump, éste ha dicho que Estados Unidos no debería intervenir, publicando en Truth Social: “Estados Unidos no debería tener nada que ver con esto. Esta no es nuestra lucha. Dejen que se desarrolle. ¡No se involucren!”.
Paralelos con la Primavera Árabe
De los seis países que vieron los movimientos de protesta más sostenidos en 2011, cuando la furia contra las élites gobernantes estalló en todo el mundo árabe, el presidente sirio Al-Assad fue el quinto líder en ser derrocado, más de una década después de los cuatro anteriores. Se trata de una ruptura definitiva con el legado desde los años 50 de autócratas árabes anclados en lo militar que han dominado y devastado durante mucho tiempo las sociedades árabes.
Pero la caída abrupta de Assad no marcó el fin de la agitación en Siria, sino más bien el comienzo de una nueva fase en la lucha por el poder y la influencia. Y el hecho de que su caída fuera celebrada por movimientos populares de sirios dentro y fuera del país, trajo recuerdos de las revueltas de la Primavera Árabe en 2011, en que se activaron demandas por reformas democráticas y por el derrocamiento de regímenes autocráticos en la región.
Dichas demandas marcaron un punto crítico en la región y son algo que los Estados del Golfo, que han reprimido movimientos islamistas como los Hermanos Musulmanes, buscan evitar que se repitan a toda costa. “Las monarquías conservadoras del Golfo no tienen ningún interés en ver una república árabe vecina que respete los derechos humanos y las libertades individuales”, decía una columna de opinión del politólogo turco Ronald Meinardus en el periódico griego To Vima.
Por esta razón, la disposición estadounidense de cooperar con la transición siria, según analistas, provocó desconfianza en países como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos, que ven a HTS como una amenaza a la estabilidad y seguridad de sus propios regímenes. Para estos dos países, el grupo yihadista es capaz de reavivar movimientos islamistas que desestabilicen la región, como ocurrió durante la Primavera Árabe de 2011.
El grupo representa una amenaza ideológica para los gobiernos del Golfo y la cooperación de Estados Unidos pone en riesgo la estabilidad regional al fortalecer a un grupo que considera peligroso para sus propios regímenes y para la región, explicaron al Atlantic Council los investigadores de los Programas para Medio Oriente Medio del think tank, Qutaiba Idlbi y Richard LeBaron.
A eso se suma el rol de Turquía. Si bien Ankara no apoya oficialmente a HTS, e incluso lo cataloga de organización terrorista, ha respaldado a varias milicias de norte de Siria que tomaron parte en la operación. Esto complica el equilibrio de poder en Siria, porque Turquía y Qatar son vistos por los países del Golfo como rivales que respaldan a grupos islamistas que amenazan sus intereses. Distinto lo ve Estados Unidos, que considera que la caída de Assad ayuda a contrarrestar el terrorismo, reducir la influencia iraní y promover la estabilidad en Medio Oriente Medio, según explicó Qutaiba Idlbi.
El día antes de que Assad huyera del país, los ministros de Asuntos Exteriores de Qatar, Arabia Saudita, Jordania, Egipto, Irak, Irán, Turquía y Rusia celebraron la cumbre anual del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG), en la que emitieron una declaración conjunta en la que instaron a que el gobierno sirio y la oposición negociaran para encontrar una “solución política a la crisis siria”.
También pidieron la preservación de la integridad territorial de Siria, declararon respeto por su soberanía y rechazaron la interferencia regional en sus asuntos internos. En una declaración posterior a la cumbre del CCG de 2011, la organización regional había instado a Assad a “detener de inmediato la maquinaria de asesinato, poner fin al derramamiento de sangre y liberar a los detenidos”.
“En 2011, un gran número de países rápidamente llegaron a la conclusión de que les iría mejor si Assad cayera y querían librarse de él… pero los sauditas, los emiratíes y otros en la región ven ahora esto como una situación desafiante y desestabilizadora para ellos si Assad cae en este punto”, dijo Trita Parsi, vicepresidente ejecutivo del Quincy Institute con sede en Washington, a la cadena CNN, en la víspera de la caída del líder sirio, el domingo pasado.
Una posibilidad de lo que pueda ocurrir ahora es que “los gobernantes que ya están paranoicos con los islamistas del tipo de la Hermandad Musulmana, de repente tendrán que lidiar con algo que es como la Hermandad Musulmana con esteroides, y también mucho más peligroso e impredecible”, proyectó a Middle East Eye Aron Lund, un experto en Siria de Century International y analista de Medio Oriente en la Agencia Sueca de Investigación de Defensa (FOI).
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