La playa como lugar de descanso: un fenómeno reciente
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La playa como lugar de descanso: un fenómeno reciente
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Fue entre 1750 y 1840 cuando surgió y se desarrolló el deseo colectivo de ir a la playa en oposición a la estresante vida que se experimentaba en las ciudades. Alain Corbin, historiador francés de 89 años, detalla esta historia en su libro “El territorio del vacío: Occidente y el deseo de la orilla”.
Los enigmas del océano comenzaron a revelarse con los avances en oceanografía. En Francia, los poetas barrocos plasmaron en sus versos la fascinación por el mar y la alegría que evocaba la costa. Sin embargo, como señala Corbin en “La playa como lugar de descanso: un fenómeno reciente”, la relación con el litoral no siempre fue placentera.
Hasta el siglo XVIII, el mar inspiraba temor y solo con el auge del romanticismo y la medicina higienista se convirtió en un destino de descanso y recreación.
Según la enciclopedia británica, oceanografía es la disciplina científica que estudia los océanos en su totalidad, abarcando su estructura, composición, dinámica y los organismos que habitan en ellos. Sumado al arte, fue un factor determinante.
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La revolución industrial y su escapatoria: el arte y el descanso
Entre 1750 y 1840, Europa y América vivieron períodos de importantes cambios socioeconómicos y culturales, marcados por la Revolución Industrial y la urbanización. Este periodo fue testigo de un cambio drástico hacia la industrialización, lo que llevó a la rápida urbanización. Muchas personas se trasladaron a las ciudades en busca de trabajo en fábricas, lo que resultó en el crecimiento acelerado de estas áreas urbanas.
En consecuencia, las condiciones de vida cambiaron. Las ciudades en esta época enfrentaban problemas significativos, como la congestión, la contaminación y la falta de servicios básicos, la vida era difícil, con espacios reducidos y un entorno insalubre, lo que generaba un fuerte contraste con la idea de la naturaleza y el ocio ofrecido por las playas.
Con cada la llegada de las máquinas, los trabajadores urbanos comenzaron a tener tiempo libre y una nueva conciencia sobre la calidad de vida, surgió un deseo colectivo de escapar de las tensiones de la vida urbana. Las playas emergieron como destinos de esparcimiento que ofrecían un refugio de la opresión de la ciudad. En este contexto, se gestó un cambio cultural, comenzó una transformación en la concepción del ocio y el tiempo libre. Las playas eran vistas como lugares donde se podían disfrutar de las bellezas de la naturaleza y socializar, marcando el inicio de la cultura del ocio moderna.
La nueva clase media, enriquecida por la industrialización, empezó a tener acceso a nuevos tipos de vacaciones, lo que fomentó el desarrollo de infraestructuras turísticas en zonas costeras y la popularización de las playas como lugares de recreación.
Entonces, con la creciente urbanización, condiciones de vida difíciles en las ciudades y el surgimiento del tiempo de ocio fue fundamental en el nacimiento del deseo colectivo de disfrutar de actividades en la playa, en un intento de escapar de la presión y la opresión urbana. Así lo detalla el autor en otro de sus libros “A la orilla del mar, el individuo moderno encontró el remedio a la forzosa productividad, un espacio donde disfrutar del paisaje, leer, escribir, descansar”.
Para ciertas clases sociales, la playa comenzó a percibirse como un refugio ideal frente a los males de la modernidad. Sin embargo, el concepto de disfrutar del mar con vestimenta ligera aún estaba lejos de ser aceptado. Hasta bien avanzado el siglo XX, era común que los visitantes acudieran a la costa con atuendos formales, pues el descanso junto al mar no implicaba abandonar las normas sociales.
Con el tiempo, el litoral fue adaptado como un espacio recreativo, y la introducción de las vacaciones pagadas permitió que las clases trabajadoras también accedieran a este disfrute.
Alain Corbin: el pionero que transformó la forma en que entendemos la playa
Alain Corbin, conocido por su obra La plage: un espace de sociabilité (La playa: un espacio de sociabilidad), es uno de los referentes más importantes en el estudio de la relación entre los seres humanos y las costas. En una entrevista para un medio internacional, Corbin explicó que su interés por las playas no solo es académico, sino también personal.
“La playa involucra todos los sentidos: el tacto de la arena, la vista del mar, el olor del aire. Desde niño, yo iba a la playa en el Cotentin, y gran parte de mis estudios están conectados con esas vivencias”, comenta.
En su libro, Corbin analiza cómo los espacios costeros, que alguna vez fueron lugares marginales y ligados a la pesca o el comercio, se transformaron con el tiempo en sitios de recreo y descanso. En particular, destaca cómo el auge del turismo y la Revolución Industrial cambiaron la forma en que la sociedad se relaciona con el mar. Con la llegada de las vacaciones pagadas y el acceso masivo a estos espacios, las playas pasaron a ser mucho más que un simple lugar de trabajo: se convirtieron en centros de sociabilidad, donde nacieron nuevas formas de interactuar y disfrutar del tiempo libre.
Aunque Corbin no tiene un enfoque ambiental, su obra también abre la puerta a preguntas sobre el impacto humano en estos entornos naturales. La creciente afluencia de turistas cambió no solo el paisaje, sino también la relación de las sociedades con la naturaleza. En resumen, ofrece una mirada profunda a cómo las playas, antes vistas como lugares utilitarios, evolucionaron hasta convertirse en los íconos de descanso y sociabilidad que son hoy. Los nuevos destinos turísticos, dieron origen a una nueva dinámica social y cultural.
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¿Cómo fue en Latinoamérica?
Lo que hoy conocemos como paraísos turísticos no siempre fue así. En sus inicios, las playas de América Latina eran, más que nada, lugares de trabajo: la pesca, el comercio y otras actividades eran las que dominaban las costas.
Sin embargo, a medida que avanzaba el tiempo, sobre todo entre los siglos XVIII y XIX, las élites comenzaron a ver el mar de una manera diferente, influenciadas por las tendencias europeas. En esos años, se popularizó la idea de que el baño en el mar era un remedio para la salud, algo que las clases acomodadas de la región adoptaron rápidamente. Fue entonces cuando nacieron los primeros balnearios en ciudades costeras como Viña del Mar en Chile y Mar del Plata en Argentina.
A finales del siglo XIX y principios del XX, las playas comenzaron a ser más que un espacio exclusivo para estas clases sociales. Con el crecimiento de las ciudades y la expansión de las clases medias, las costas se convirtieron en destinos de lujo, con hoteles, casinos y paseos marítimos. Esto marcó el inicio de un boom turístico que transformó las playas en símbolos de distinción.
Sin embargo, las costas cambiaron con la llegada de las vacaciones pagadas, el ferrocarril y el automóvil. Más personas pudieron entonces disfrutar de los beneficios del sol y el mar.
A la par, los medios de comunicación y la cultura de masas ayudaron a que las playas adquirieran una nueva identidad: la de un lugar de disfrute, diversión y descanso. Las películas, las canciones y los anuncios idealizaron este paisaje como el sitio perfecto para escapar del estrés diario. Y con la evolución de los trajes de baño y una nueva percepción del cuerpo, las playas se convirtieron en el centro de las vacaciones de miles de latinoamericanos.
Hoy, lugares como Copacabana e Ipanema en Brasil, Punta Cana en la República Dominicana, Cancún en México, Cartagena en Colombia y Viña del Mar en Chile son los destinos predilectos, no solo de los turistas locales, sino también internacionales. Las playas no solo cambiaron la economía, sino que también modificaron la manera en que nos relacionamos con el mar, el sol y, sobre todo, con el ocio.
Las playas chilenas: de espacios de trabajo a paraísos turísticos
Chile, con su extensa costa de más de 4.000 kilómetros, ha visto cómo las playas, en un tiempo vistas solo como lugares de trabajo y comercio, se transformaron en los codiciados destinos de sol y descanso que conocemos hoy. A principios del siglo XX, las costas chilenas eran principalmente espacios ligados a la pesca y a las labores marítimas.
Pero con el paso del tiempo, y gracias al impulso de las clases altas, las playas comenzaron a ser vistas de manera diferente. El boom de los balnearios en lugares como Viña del Mar y Reñaca, impulsado por la influencia de Europa y la medicina higienista, hizo que la costa se convirtiera en el lugar ideal para escapar del ajetreo de la ciudad.
Viña del Mar, conocida como la “Ciudad Jardín”, fue pionera en este cambio, convirtiéndose en un centro turístico donde los paseos marítimos y los hoteles de lujo fueron los protagonistas. A principios del siglo XX, comenzó a consolidarse como un importante balneario. En 1928, se creó la Oficina de Informaciones y Turismo de la Municipalidad de Viña del Mar, con el objetivo de promover el turismo y posicionar la ciudad como un destino atractivo para visitantes nacionales e internacionales.
Con el tiempo, este concepto de ocio se fue masificando, y las playas dejaron de ser un exclusivo privilegio de la elite para dar paso a un fenómeno que también llegaría a las clases populares. Las vacaciones pagas, la llegada del automóvil y el aumento del transporte aéreo dieron acceso a muchos más chilenos al deleite de las costas.
Así, las playas chilenas se transformaron en el lugar donde generaciones de familias han creado recuerdos, disfrutando del mar, el sol y la vida al aire libre. Hoy, desde el bullicio de Viña del Mar hasta las olas más tranquilas de Pichilemu, las costas chilenas siguen siendo el corazón de las vacaciones para miles de personas.
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