La soledad y el desgaste de los familiares cuidadores, en primera persona
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La soledad y el desgaste de los familiares cuidadores, en primera persona
“Yo era una mujer de 30 años con una carrera profesional como diseñadora de moda muy prometedora por delante, pero con la llegada de mi hijo Jorge tuve que abandonarlo todo y me convertí en su cuidadora”. El paso del tiempo ha conseguido que Alicia del Amo (Madrid, 56 años) retome su actividad laboral, redirigiendo sus pasos hacia la capacitación de personas en riesgo de exclusión social en el diseño y producción de joyas. Sin embargo, durante años no pudo ejercer de otra cosa más que de prestadora de cuidados no profesionales de Jorge, que nació con una enfermedad de baja prevalencia —esclerosis tuberosa— y discapacidad intelectual. No le quedó más remedio que renunciar, como tantas otras personas en España. O como tantas otras mujeres.
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