La temporada 3 de 'Heartstopper' me ha llegado al corazón. Porque es una gran serie pero también por cómo aborda la salud mental
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La temporada 3 de 'Heartstopper' me ha llegado al corazón. Porque es una gran serie pero también por cómo aborda la salud mental
A veces parece que las series adolescentes comienzan a desbarrar conforme más se alejan de su primera temporada, y otras veces suceden milagros como 'Heartstopper', que ha conseguido con su temporada 3 meterse en temas realmente espinosos de salud mental con una delicadeza increíble y sin renunciar a seguir siendo una serie acogedora.
Aviso de que este post contiene spoilers de la temporada 3 de 'Heartstopper'
Está bien no estar bien
Ya os conté el año de su estreno por qué me parecía tan necesario que 'Heartstopper' fuera un lugar feliz. Pese a su sencillez, ya era hora de que pudiéramos tener una serie de ficción con personajes LGTB+ que no mostrara la vida de las personas queer como un sufrimiento constante, sino que se cimentara en el optimismo.
Por aquel entonces, muchas de las críticas hacia la serie eran precisamente que lo relataba todo de forma demasiado edulcorada, cuando a día de hoy la realidad de las personas queer todavía sigue sin ser un camino de rosas, lo que se dice. Entendiendo esta posición, sigo defendiendo que es importante que haya todo tipo de ficciones en este marco, para que los referentes LGTB+ que las nuevas generaciones encuentren en cine y TV no sean solo ejemplos tan trágicos como 'Boys don't cry' o 'Girl', por citar solo unos pocos.
Lo mejor de este debate es que la propia serie ha sido la que se ha desmarcado de las críticas con su temporada 3, en la que ha conseguido mantener el equilibrio entre esa base de optimismo y temas más serios de salud mental, sin oscilar bruscamente al drama ni tampoco banalizarlo.
Hay que decir que gran parte del mérito de poder mantener la coherencia después de tres temporadas, y que las tramas no se vayan de madre hasta lo absurdo por no saber hacia dónde tirar (te miro a ti, 'Por 13 razones', pero no eres la única) es gracias a que el camino ya venía marcado por los maravillosos cómics de Alice Oseman.
En los cómics originales, la autora consigue de manera muy orgánica que evolucione la historia de Nick y Charlie, dándoles sus momentos bonitos y de mariposas en el estómago, al mismo tiempo que van surgiendo algunos obstáculos que tienen que gestionar juntos, como cualquier relación.
En esta temporada, se entra de lleno en el tema de que Charlie padece anorexia y TOC, además de recurrir a las autolesiones, algo que se trata con mucha delicadeza y realismo (no en vano, Oseman puso elementos autobiográficos en esta parte de la trama). Por un lado, la temporada le da el peso que tiene una realidad así, que no es nada fácil, pero al mismo tiempo lo hace sin ser demasiado cruda ni explícita, para no regodearse gratuitamente en lo morboso.
Lo hace utilizando un recurso que ya aparecía de manera recurrente en otras temporadas: cuando tienen un problema, los personajes intentan resolverlo hablando. Algo que a veces cuesta ver en ficción (dan mucho juego los malentendidos y el sacar conclusiones precipitadas, ¿para qué engañarnos?) y, por eso mismo, es interesante que lo muestren en una historia que va dirigida principalmente al público joven.
Podría parecer que una serie con un fondo tan cálido como esta resolvería rápido este tema para pasar a otra cosa, pero no. Se toma su tiempo en darle espacio a la trama que, como en la vida real, no se soluciona fácilmente sino que tienes que pasar por un duro proceso en el que puedes retroceder todo lo avanzado a la mínima recaída.
El guion no pone todo el foco en Charlie, pese a ser el principal afectado, sino que también nos cuenta el punto de vista de Nick y su necesaria reflexión sobre cómo el amor no cura una enfermedad mental. Tal como ilustra la maravillosa conversación con el personaje de Hayley Atwell, no basta con querer a alguien para solucionar estas cuestiones, sino que la ayuda profesional es clave y el papel de la otra persona consiste en apoyar hasta donde le sea posible.
El poder empastar tan bien su parte acogedora con temas más espinosos redondea la tesis de que no siempre podemos estar bien. A veces, el camino se hace duro, el amor no te salva de la vida ni de los conflictos contigo misma, y no pasa nada por admitir que tienes problemas y buscar ayuda.
Todo ello, unido a que esta temporada también se atreve por fin a meter el tema del sexo (para todas aquellas personas que criticaban la imagen "asexuada" que daba la serie en sus temporadas anteriores) e incluso a lanzar un dardo contra la transfobia en esa entrevista que tiene Elle, la convierten en una de las series que mejor han tratado el tema de la salud mental y una de las mejores series adolescentes del momento.
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La temporada 3 de 'Heartstopper' me ha llegado al corazón. Porque es una gran serie pero también por cómo aborda la salud mental
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por
Carla Monfort
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