La verdadera maldición del hombre lobo en el cine es que llevamos décadas sin ver una película memorable sobre el mito
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La verdadera maldición del hombre lobo en el cine es que llevamos décadas sin ver una película memorable sobre el mito
Es innegable que el hombre lobo ha ido sufriendo un declive en su representación cinematográfica a lo largo de los años. Lejos quedan los tiempos de ‘Aullidos’ (1981), ‘Un hombre lobo americano en Londres’ (1982), ‘Lobos Humanos’ (1981) o ‘En Compañía de lobos’ (1984). Ahora el estreno de ‘Hombre Lobo’, la enésima incursión de Universal en su universo de monstruos, no parece destinado a revertir esta tendencia. Llevamos quince años desde el último intento con un impacto significativo, en los que ninguna producción del subgénero estrenada en salas comerciales ha logrado resonar con fuerza en la taquilla.
Más allá de resultar rentable o no, tampoco ninguna producción ha logrado alcanzar una aclamación crítica que trascienda ni siquiera dentro del propio género, y la nueva película dirigida por Leigh Whannell tan solo parece otro escalón hacia abajo. Resulta paradójico que, con el paso del tiempo, la suntuosa ‘El hombre lobo’ (2010), dirigida por Joe Johnston y protagonizada por Benicio del Toro, haya ganado cierto reconocimiento gracias en gran medida al lanzamiento del Director's Cut, una versión extendida que incluía escenas más explícitas de violencia y profundizaba en la compleja relación entre Lawrence Talbot y su padre.
Pero la realidad es que fue un gran fracaso que puede haber hecho que la nueva producción tenga una concepción austera como reacción a que Universal no llegara a recuperar los 150 millones de presupuesto invertidos. Sea como sea, resulta difícil recordar otros grandes estrenos de terror con hombres lobo que hayan dejado una huella imborrable desde la década de los 80, una época dorada que no tuvo relevo en los 90, en la que la opción fue ponerle un poco de pelo en la cara a Jack Nicholson para hacer de ‘Lobo’ (1994) una propuesta “de prestigio”.
Un linaje herido de muerte por el píxel
Si aquella era mejor de lo que se dijo, comenzó una tendencia que encadenaría decepciones entre los fans del monstruo: el diseño de la criatura y los efectos de transformación nunca han conseguido alcanzar a ‘Aullidos’ y ‘Un hombre lobo americano en Londres’. Lo que es peor, la secuela de aquella, ‘Un hombre lobo americano en París’ (1997) nos llevó a una era de CGI muy pobre, especialmente en la horterada dosmilera de la saga ‘Underworld’ (2003), el despropósito mostrado en la pasable incursión de Wes Craven, ‘La maldición’ (2005) y el de la feísima ‘Van Helsing’ (2004).
Si bien han existido propuestas más que interesantes, como la gran ‘Dog Soldiers’ (2002), con su enfoque bélico y gore, o la influyente ‘Ginger Snaps’ (2000), que exploraba la licantropía desde una perspectiva femenina y adolescente, tan solo marcaron una pequeña pauta para otras dignas producciones independientes como ‘Late Phases’ (2014) o la más reciente ‘Blackout’ (2022), que son sólidas, pero representan más bien escaramuzas dentro del mercado cinematográfico. Una pena que muy buenas actualizaciones del mito como 'The Cursed' (2021) queden en un limbo de distribución que se une a la pésima suerte de la criatura.
Aunque algunas han llegado a ser de culto, no dejan de ser proyectos con un alcance limitado, sin grandes inversiones ni una repercusión significativa fuera de las ventanas de directo a vídeo/streaming. Por mucho que hayan sido reconocidas, no han logrado revitalizar la figura del hombre lobo ni generar un nuevo interés masivo por el subgénero. Tras el tímido homenaje de Marvel, la última película de Whannell era una buena oportunidad para crear un buen altavoz pero, por desgracia, no parece destinada a romper con esta inercia. Aún es pronto para predecir su rendimiento en taquilla, pero la aproximación que propone al mito es decepcionante.
Basta de dramas de paternidad
El monstruo se presenta desde las perspectiva de un drama familiar, algo que encaja teóricamente en la tradición trágica del condenado a la luna llena, y hemos visto buenos ejemplos con esa perspectiva limitada, como la infravalorada ‘Luna Maldita’ (1996), pero aquí sus referencias a ‘El resplandor’ (1980) y ‘La mosca’ (1986), no auguran un gran atractivo para el público, priorizando el drama psicológico sobre el terror visceral, lo que deja un segundo acto plomizo que adolece de una falta de tensión palpable. Las escenas de miedo, cuando aparecen, no están nada mal, pero se diluyen en la observación paulatina de la degradación de un señor muy preocupado en ser buen padre.
Un ángulo muy actual, lo de intercalar mucho trauma generacional, gravedad y momentos emocionales que justifiquen que lo que estamos viendo es ni más ni menos que una serie B, que siempre parece que debe tener cierta entidad y tono moroso para resultar respetable. Pero lo que es aún más preocupante, el diseño del hombre lobo en sí mismo resulta menos que poco memorable, rozando el ridículo —a veces parece un mendigo, a veces un Klingon— y acompañando al nuevo ‘Nosferatu’ en la demostración de que innovar no siempre es la opción correcta.
En lugar de una transformación que busque mejorar o darle una vuelta a las maravillas que hemos visto, la película plantea la licantropía como una enfermedad cuyos síntomas se manifiestan en la aparición de colmillos de gorrino, un aumento del vello corporal y una deformación moderada de la carne. Esta representación, que se centra en los aspectos físicos de la enfermedad, omite la esencia misma de la transformación en lobo, ese momento catártico que parece que nadie ya está dispuesto a intentar lograr. Es que incluso hemos presenciado metamorfosis mucho más logradas y espectaculares en ‘El despertar de la bestia’ (2024), una producción de serie B, casi Z, que, a pesar de sus limitaciones, ofrecía efectos especiales convincentes y animatronics alucinantes.
Decisiones para lograr menos con más
Por ello resulta decepcionante que una película con un presupuesto considerable, estimado en alrededor de 25 millones de dólares, no logre algo que se está consiguiendo en proyectos underground. De hecho, parece que opte por reducir costos en localizaciones, una estrategia de ahorro poco satisfactoria que se traduce en una narración que se centra en apenas tres personajes principales, una limitación que tiende a la mirada contenida, que parece desertar en tratar de capturar la grandiosidad del mito o darle una entidad conforme a su tradición clásica, en esencia convirtiéndola en una réplica cara de esas propuestas de directo a vídeo que lograban más con menos.
Esta estrategia de contención y ahorro es una práctica habitual en Blumhouse y, si bien ha dado algunos resultados interesantes en la revisión de otros monstruos clásicos, como en ‘El hombre invisible’ (2020), también dirigida por Whannell, que funcionaba gracias a su ingeniosa concepción de las escenas con algo que realmente no estaba frente a la cámara, carecía del lujo y el glamour que caracterizaban a las grandes películas de monstruos de Universal o Hammer. Una fijación por situaciones cotidianas y realistas como concepto que responde a la voluntad de reducir presupuestos, controlar el número de tomas y el movimiento de equipo entre localizaciones en el rodaje.
El punto de vista económico de la compañía suele sacrificar la calidad y el impacto visual de la película, algo que puede no tener importancia en algo como ‘M3GAN’, pero cuando se trata del hombre lobo no se ofrece al espectador un monstruo como es debido, dejando una versión descafeinada y poco memorable del mito que hacen que hasta las pequeñas películas de licántropos, consideradas menos reseñables en los 80, como ‘Miedo Azul’ (1985), hoy parezcan obras maestras del subgénero. Sea como sea, esta ‘Hombre lobo’ es solo otra bala de plata en el linaje maldito del monstruo que una vez estuvo entre los grandes, y a diferencia del vampiro, que ha resurgido gracias a ‘El último viaje del Demeter’ o ‘El misterio de Salem’s Lot’, tendrá que esperar otra vez su turno.
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Jorge Loser
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