Los hilos tras la ocupación de Siria

Los hilos tras la ocupación de Siria

Lo central es que presenciamos una nueva intervención imperialista que en el marco del debilitamiento sostenido de su hegemonía global, procura destruir los estados nacionales que escapan de su control, como ya ocurrió con Irak, Yemen o Libia, y que en este caso actuó con el protagonismo directo de Israel, cuyo primer ministro de facto declaró que la caída de al-Assad abría “grandes posibilidades” a su macabra operación de limpieza étnica contra el pueblo palestino y a su pretensión de tomar el control de toda la región del Oriente Medio, en favor del sionismo y su alianza imperial con Estados Unidos.

Claudio De Negri. Encargado Relaciones Internacional del Partido Comunista de Chile. Santiago. 12/2024. La toma del poder en Siria por la alianza terrorista- integrista ISIS (Estado Islámico) y Al Qaeda, ha ocupado las portadas de la prensa mundial de los últimos días.

El paso de las horas vuelve a evidenciar el control de las informaciones que recibimos, centralmente editadas desde miles de kilómetros por las grandes cadenas noticiosas que actúan a escala global, vinculadas a los mismos centros de poder imperial cuyos intereses han motivado la intervención abierta en la tragedia padecida desde 2011 por el pueblo sirio, provocando una interminable guerra civil sostenida por la intervención con el apoyo de la OTAN a través de los takfiris, grupo fundamentalista fabricado en Estados Unidos e Israel, y que con el mismo auspicio luego de actuar en Libia para protagonizar la masacre que derribó al gobierno de Muamar Gadafi, el 2011 trasladaron sus operaciones a Siria para continuar su misión.

Si bien el gobierno de Bashar al-Assad en Siria, como otros de la región, ha sido señalado en espacios internacionales de autoritario y promover actos de represión contra manifestaciones pacíficas de su población, ante lo cual debe hacerse cargo como en cualquier otro país donde estos se verifiquen, no por ello es posible desconocer el conjunto de factores que conforman el cuadro completo, la gravedad y la proyección de los acontecimientos, tanto para los 23 millones de sirios como para el futuro de la región y la comunidad mundial.

Llama la atención que tanto el Presidente Biden como sus aliados, que desde el primer día señalaban su voluntad de combatir al terrorismo, al mismo tiempo celebraban la llegada al poder precisamente de los herederos del Estado Islámico y Al Qaeda, más aún considerando la acción terrorista que esos mismos grupos en el pasado reciente realizaron en Europa y EE.UU. Es la doble faz de su discurso.

En momentos en que la ética en la política se torna particularmente relevante, es de responsabilidad democrática y de compromiso con la humanidad hablar con la verdad. En realidad a quienes emiten esas declaraciones no les importan el calvario del pueblo sirio, su autodeterminación, la democracia ni los derechos humanos, sino su afán geopolítico de aplastar la resistencia anticolonialista de los pueblos del Medio Oriente y en especial del pueblo palestino, sostenida durante décadas, y fragmentar a Siria como antes lo hicieron con la antigua Yugoslavia o con Libia para debilitar su influencia internacional.

Lo central es que presenciamos una nueva intervención imperialista que en el marco del debilitamiento sostenido de su hegemonía global, procura destruir los estados nacionales que escapan de su control, como ya ocurrió con Irak, Yemen o Libia, y que en este caso actuó con el protagonismo directo de Israel, cuyo primer ministro de facto declaró que la caída de al-Assad abría “grandes posibilidades” a su macabra operación de limpieza étnica contra el pueblo palestino y a su pretensión de tomar el control de toda la región del Oriente Medio, en favor del sionismo y su alianza imperial con Estados Unidos.

El gobierno sirio sufría de un progresivo agotamiento por las sanciones unilaterales en su contra, por el robo de su petróleo y granos en las regiones de Al-Hasakah y Al-Walid, perpetrados por milicianos kurdos bajo la protección de una base militar de Estados Unidos; con el 70 por ciento de la infraestructura del país destruida por los bombardeos y la presencia de más de 30 mil mercenarios terroristas financiados por EE.UU. e Israel.

No es secundario que el derrocamiento de Al-Assad no fuera producto de un levantamiento del pueblo sirio, que su Ejército haya rehusado combatir la ocupación extranjera y que la toma del poder por la alianza wahadista haya perpetrada desde afuera, con mano ajena. Es conocido que el gobierno de al-Assad había negociado con Irán, Rusia y los propios yihadistas la entrega pacífica del poder para evitar un baño de sangre, el que sería comunicado el diez de diciembre, y que la ocupación definitiva se adelantara para el día ocho con el apoyo de EE.UU., Israel, Turquía y la OTAN. Ante la decisión del gobierno y el ejército sirio de no actuar, Irán y Rusia respetaron su determinación.

Israel ha ocupado el sur de Siria y avanzado hacia Damasco, Estados Unidos tiene su base militar en oriente con apoyo de aliados kurdos, y la ciudad de Idlid desde hace tiempo está ocupada por la alianza de Al Qaeda e ISIS. El nuevo régimen bloqueará el paso de la Ruta de la Seda trazada por China para llegar al Mediterráneo, e Israel proyecta convertirse en el centro del comercio entre Europa y Medio Oriente y se proyecta la construcción de un viaducto que pase por Siria hasta el Meditraaáneo para llegar a Europa, en reemplazo del gas ruso.

Se trata de un conflicto de alta proyección expansiva, donde es poco probable para Siria un futuro inmediato de paz y concordia. En manos de  la corriente conservadora Wahabi, sus víctimas serán los otros musulmanes que en su mayoría no adhieren a esta corriente, creada por la influencia británica y norteamericana desde unos 200 años y con una orientación fundamentalista, cuya intolerancia se traduce en la persecución, la tortura y el degüello de quienes no suscriban sus creencias.

Siria es el escenario de la ofensiva del imperio por mantener a toda costa su hegemonía global, y los grandes afectados son en primer  lugar la resistencia del pueblo palestino en defensa de su soberanía y la lucha de los pueblos por el multilateralismo; y en particular Irán, China, la Federación Rusa, los cristianos sirios y el Líbano.

La confabulación imperial pretende recuperar el control de todo el Medio Oriente. Es su lógica, en cuya segunda fase tiene ubicada la fragmentación de Rusia, el control del Pacífico y la recuperación de la influencia perdida en América Latina y el Caribe, como señaló en sucesivas visitas la exjefa de operaciones especiales del Comando Sur, generala Laura Richardson, en sus visitas a nuestra región.

 

 

 

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